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El adiós a un pionero de la Nueva Canción

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Mucho antes de que llegaran los antológicos Juglares, Vocal Dos, Sembrador, Ñamandú…, Víctor Pato Brítez ya recorría los escenarios con su guitarra, allá por los años 60, entonando canciones testimoniales que desafiaban al opresivo cerco cultural y político de la dictadura stronista.
Le gustaba que se lo llame por el apodo, Pato, antes de que por su nombre. Una vez le pregunté sobre el origen, se echó a reír y prometió que alguna vez lo iba a contar. “¡Solo te digo que no soy el Pato Donald de los colorados…!”, bromeaba.
Nacido en Asunción, en 1947, fue integrante del Coro del Ateneo Paraguayo, director del grupo vocal Voces para un Continente, con el que logró el primer premio en el Festival de Coros de Viña del Mar, Chile, en 1967.
En los registros del Archivo del Terror está documentada su rebeldía artística, cuando subió a cantar algunos temas “revolucionarios” en un festival del Colegio Internacional en 1969 y protestó por la visita de Nelson Rockefeller al Paraguay. En seguida la policía fue a buscarlo, por lo que tuvo que permanecer oculto durante varias semanas.
En los años 70, la represión sobre el Caso OPM lo alcanzó. Fue apresado y torturado, permaneciendo en las mazmorras de la dictadura junto a muchos otros presos políticos.
Lo conocí en los años 80, cuando me iniciaba en el periodismo y cubría los festivales contestatarios de Mandu’ara, en la Misión de Amistad, donde empezaba a cobrar forma el Movimiento del Nuevo Cancionero Popular Paraguayo, tras la senda de grandes autores como Maneco Galeano y Carlos Noguera.
Nos volvimos a encontrar muchas veces, siempre con un cálido abrazo y alguna larga charla sobre música y política.
Él se había establecido en Ciudad del Este, donde era un valorado y solidario médico, sin dejar de ser nunca artista y luchador social, incansable soñador de utopías. Excelente guitarrista, es también compositor de varios temas musicales, como Mainumby veve, Guarnica y Galopeada.
En la capital del Alto Paraná formó el grupo vocal Tetãgua, junto a Oscar Carvallo y Juanita Colmán, que en 2013 cumplió 30 años de trayectoria artística, ya con algunos nuevos integrantes. En 1989, en el año de la caída de la dictadura stronista, Tetãgu obtuvo el trofeo del Festival del Lago Ypacaraí.
En 1999 coincidimos con Pato como instructores voluntarios en un campamento cultural organizado por los chicos y chicas del Festival de Teatro Juvenil, en Tacuatí, San Pedro. Allí, junto al gran lobo estepario luqueño, el abuelo del rock Chester Swann (que nos dejó en 2012), nos enfrascábamos los tres en largas charlas bohemias, con muchos sones de guitarra (de ellos) e improvisadas historias (mías), hasta muy entrada la madrugada. Pato defendía la idea que el arte siempre debe acompañar las luchas populares y fue coherente con ese principio hasta el último día de su vida.
Cuando en 2007 me mudé a Ciudad del Este para coordinar la Redacción regional de Última Hora, Pato acostumbraba pasar a visitarnos para tomar tereré y aponernos al día sobre chismes y noticias, y con frecuencia coincidíamos en peñas y festivales.
La foto en que se lo ve tan sonriente y animoso fue captada durante una de sus visitas a nuestras oficinas.
El pasado domingo 30 de octubre, Pato tuvo que ser internado de urgencia en el Hospital de la Fundación Tesãi, en Ciudad del Este. Su corazón no resistió y finalmente falleció el lunes, a los 70 años de edad.

Nos deja varios discos grabados con Tetãgua y con los grupos de Mandu'ara, un manojo de lindas canciones y el testimonio de un artista digno y coherente, de lo que quedan pocos. 

Yaguaretés en fuga

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En algún lugar entre los cerros de Acahay, La Colmena, Ybycuí e Ybytimí, en el Departamento de Paraguarí, hay una pareja de yaguaretés huyendo con su pequeño cachorro entre las cenizas del paraíso.
Estos felinos salvajes llevan ya varias semanas rondando en medio de los ranchos y las chacras, alimentándose de terneros y aves de corral, causando el lógico temor en los pobladores, que han emprendido expediciones de cacería, armados con rifles y escopetas, a fin de librar a sus comunidades del "peligro".
Conocido también como jaguar o tigre americano, el yaguareté (Panthera onca) es el mayor félido de América y el tercero del mundo, después del tigre. Figura en Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Se cree que estos ejemplares avistados entre los cerros de Paraguarí son los últimos que sobreviven en la Región Oriental, donde su hábitat se ha perdido debido a la acelerada destrucción de los bosques.
Los yaguaretés se han quedado sin hogar y vagan buscando alimentos, a riesgo de ser sacrificados.
En poco más de medio siglo, el Paraguay perdió más del 80% de su superficie boscosa, reemplazada por pasturas extensivas para cría de ganado y cultivos mecanizados de soja, maíz, girasol y trigo. Desde 1945, de las 8.300.000 hectáreas de bosques que cubrían la superficie del país, parte del Bosque Atlántico, hoy quedan poco más de un millón de hectáreas, según el Fondo Mundial para la Naturaleza.
En la zona del Chaco Paraguayo, la deforestación alcanza un volumen de mil hectáreas de bosques talados en forma diaria, como revela una investigación de la organización no gubernamental Guyra Paraguay.
Paralelamente, el Paraguay se convirtió en sexto productor mundial de soja y cuarto exportador de esta oleaginosa. Además ha tenido un acelerado crecimiento en la ganadería. En el 2015 había 14.216.256 cabezas de ganado bovino y en 2014 exportó carne por 1.386.242.384 dólares, ubicándose como sexto exportador mundial de carne, desplazando al Uruguay.
Estas cifras han sido exhibidas por los últimos Gobiernos y por la clase empresarial como pruebas del gran crecimiento macroeconómico del país. Habría que preguntar qué opinan de eso los yaguaretés en fuga.
Hasta ahora, las expediciones de los cazadores no han logrado hallarlos. Afortunadamente también hay otras expediciones de guardaparques y ambientalistas que los buscan para protegerlos.

¿Quiénes los encontrarán primero...?



Mi primer “dealer” de libros

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Muchos de los libros más viejos y queridos, de los que tengo atesorados en la biblioteca, me los vendió mi primer proveedor traficante de literatura, alguien a quien yo llamaba cariñosamente “el dealerde los libros”: el querido Alejo Pesoa.
Alejo fue esencialmente un actor y hombre de teatro, uno de los más grandes y a la vez uno de los más humildes, solidarios, traviesos y generosos.
Provenía de esa genuina cultura popular que solamente te da el barrio, la calle, el vivir intensamente junto a la gente que sufre, lucha y sueña.
Alejo nació en el barrio Tembetary de Asunción y en su vida hizo de todo: fue albañil, cosechero de algodón, mozo de restaurante, croupier de casino y traficante de libros… pero su gran pasión era el teatro, donde hacía desde utilero y acomodador, hasta llegar a entrenarse como director en 2014 con la obra Disparate, disparate y no tan disparate.
Había comenzado su carrera en los años 60, con el Grupo Independiente Jesús el Redentor. Había estudiado en la Escuela Municipal de Arte Escénico con el gran Roque Centurión Miranda. Posteriormente formó parte del Teatro Popular de Vanguardia, y algunos elencos legendarios como Aty Ñe’e y Piriri Teatro. Fue uno de los fundadores del Centro Paraguayo de Teatro (CEPATE) y participó en casi un centenar de obras teatrales.
Su gran admirador y director en varias obras, el también ya fallecido dramaturgo Miguel Gómez, con un grupo de colaboradores, le puso su nombre a la sala de teatro que durante años mantuvo en su local La Móvil Teatro, sobre la calle Estrella casi Colón.
Generalmente, a las salas se les pone nombres de meritorias personas que ya han fallecido, como una manera de homenajearlas en el recuerdo, pero Miguel y sus amigos quisieron homenajear en vida a uno de sus actores más admirados y lo llamaron así: Sala Alejo Pesoa.
“¡Andáte pues a ver la obra, muy linda es…! Van a dar allí, en la sala que lleva mi nombre…”, me decía en esos años Alejo, con una inocultable chispa de vanidad y picardía, cuando nos encontrábamos en cualquier esquina de Asunción, y nos quedábamos a conversar un buen rato.
Yo había conocido a Alejo en los años 80, cuando para ganarse la vida él traficaba libros prohibidos por la dictadura.
Buscaba un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano y una amiga me dijo: “Alejo te va a conseguir”, y me puso en contacto. Así me convertí en uno de los principales clientes de ese duende risueño e inocentón, que cargaba un maletín oscuro en donde guardaba los textos proscriptos, cuya simple posesión en esos años podían costarte la cárcel.
Alejo ya había adivinado mis gustos literarios y cada semana me proveía ejemplares ajados o nuevos de mis autores favoritos, en alguna transacción secreta, como si fueran vitales moñitos de cocaína.
A veces la atractiva colección de títulos que me ofrecía, rebasaba largamente mi presupuesto mensual de escriba asalariado, y entonces, con el dolor de mi alma, le confesaba que no me los podía quedar.
“No importa, llevá nomás. Cuando puedas, pagame…”, concedía.
Cuando llegaron épocas de mayor libertad o tolerancia, Alejo pudo montar un puesto más permanente de libros en la Plaza O’Leary.
Hace poco más de un año, lo vi sonriente en una foto, cuando la Junta Municipal lo designó “Hijo dilecto de Asunción”. Con su gorra eterna y sus bigotes a lo Pancho Villa, se parecía más que nunca a un duende travieso. Me dije que le debía un gran abrazo, pero las esquinas de esta azarosa ciudad nunca volvieron a cruzarnos.
En la noche de este jueves leí que acababa de fallecer. Algo pasa, cuando varios de los referentes principales que alumbraron los años más intensos de la construcción de nuestros caminos, se nos van yendo, uno por uno. Quizás sea un ciclo de vida que cumple su etapa inexorable. O quizás sea simplemente que les ha llegado el momento de decir adiós y no nos queda otra que extender ese abrazo pendiente más allá del tiempo y del espacio, para decirles: sinceramente gracias, por tanto.

¡Buen viaje, Alejo, mi querido primer dealerde libros…!

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(La foto es de Dani González).

El valiente aventurero que inició la estirpe de los Colmán en Paraguay

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Con solo 17 años de edad, el inglés Nicholas Colman se embarcó en 1535 con Don Pedro de Mendoza a la conquista del Nuevo Mundo. Participó de las fundaciones de Buenos Aires y Asunción, perdió el brazo derecho en una pelea, ayudó a fundar Villa Ontiveros y Ciudad Real, dirigió una revuelta en la provincia del Guayrá, de la cual llegó a ser gobernador por breve tiempo, además de regidor de Ciudad Real.
Es el primer Colman que llegó a América e inició la estirpe de los Colmán (con acento sobre la “a”) en el Paraguay.
Con una mujer indígena tuvo un hijo, Juan Colmán, quien fue religioso de la orden franciscana, Fray Juan de San Bernardo, discípulo de Fray Luis de Bolaños, murió asesinado por los indios paranaes en un ritual antropofágico guaraní y es considerado un mártir de la Iglesia paraguaya.
En nuestra larga genealogía tuvimos a hombres ilustres como el poeta guaraní Narciso R. Colmán, el gran Rosicrán, autor de “Ñande ypykuéra” y también personas infames, como el tristemente célebre general Patricio Colmán, gran represor de la dictadura stronista.
Esta es la historia de aquel valiente aventurero que fue nuestro primer ancestro. Un homenaje a mi familia paterna.

Andrés Colmán Gutiérrez
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Tenía solo 17 años de edad y todos los sueños del mundo. El adolescente inglés Nicholas Colman había dejado atrás a su Hampton natal, al sur de Londres, Inglaterra, en compañía de un grupo de jóvenes marinos ingleses, para llegar hasta el puerto de Sanlúcar de Barrameda, donde la armada española estaba organizando una expedición para conquistar el sur de ese lejano territorio al otro lado del mar, todavía denominado Las Indias, el desconocido Nuevo Mundo hallado por el genovés Cristóbal Colón.
Era el 24 de agosto de 1535. Más de una decena de naves, con unos 3.000 hombres a bordo, zarpaban rumbo a la aventura.
El comandante de la expedición era el caballero Pedro de Mendoza y Luján, nombrado Primer Adelantado del Río de la Plata por el emperador Carlos V.
Había organizado el viaje con los fondos de su propio patrimonio, con el compromiso de fundar tres fuertes y construir un camino real desde el Río de la Plata hasta el Océano Pacífico, reservándose la ventaja de ser gobernador de las tierras conquistadas y quedarse con la mitad de los tesoros que secuestre a los aborígenes y el 90% de los rescates de los prisioneros.
Nacido en Hampton, en 1518, Nicholas Colman era uno de los pocos extranjeros en esa legión de españoles, junto a otros ingleses como él, entre ellos John Ruter, Richarte Limon y Robert Briche. Ya había castellanizado su nombre inglés Nicholas por Nicolás, aunque su apellido seguía sonando sajón.
Varias décadas después, el apellido Colman -que se pronuncia originalmente con un acento sobre la o- también sería transformado fonéticamente en el Paraguay, ganando una tilde pintada sobre la a: Colmán.

El manco inglés

En el grupo de conquistadores expedicionarios, el joven inglés era temido por su carácter irascible y peleador.
“Nicolás era de espíritu aventurero, se destacó siempre por su valentía, su arrojo ante el peligro y su liderazgo, a pesar de ser extranjero y no contar con ninguna hidalguía que lo ayudara a sobresalir entre sus pares”, relatan los historiadores paraguayos Margarita Durán Estragó y José Luis Salas en el libro Testimonio Indígena 1594-1627 (Servilibro, Asunción, 2015).
Aquel viaje inicial fue largo y azaroso. La flota de Mendoza fue dispersada por una fuerte tormenta frente a la costa de Brasil y el adelantado tuvo que desembarcar con las naves y hombres que logró recuperar en las playas de Santa Catalina, donde permaneció largas semanas gravemente enfermo. Su lugarteniente Juan de Osorio se hizo cargo del mando, pero cuando Mendoza se puso mejor lo sorprendió robando y lo hizo ajusticiar.
La expedición llegó finalmente al río de la Plata en enero de 1536. Nicolás Colman participó de la fundación del Fuerte del Buen Ayre, considerada la primera creación de Buenos Aires, en febrero de 1536.
Al año siguiente, Colman formó parte de la expedición del capitán Juan de Salazar de Espinoza, que partió en busca de otra anterior expedición, comandada por Juan de Ayolas, navegando aguas arriba por los cauces de los ríos Paraná y Paraguay, en busca de la  mítica Sierra de la Plata, un lugar que según las leyendas indígenas estaba lleno de metal precioso.
El 15 de agosto de 1537, Colman participó de la fundación del fuerte de Nuestra Señora Santa María de la Asunción. Era la segunda ciudad importante que ayudaba a nacer, la que sería su principal base de operaciones para numerosas expediciones aventureras, en las que fundaría además una genealogía en el Paraguay.   
En una de esas noches de campamento, Nicolás se vio envuelto en una pelea con varios otros conquistadores. En pleno duelo, uno de ellos le cortó y le arrancó el brazo derecho con un fuerte golpe de espada. Resistiendo el dolor, Nicolás tomó otro puñal con la izquierda y lo hundió en el corazón de su adversario, antes de caer mal herido. Desde ese momento quedó manco, pero no perdió la destreza ni la rebeldía, ganándose el apodo de “El manco inglés”.

El gobernador del Guayrá

No hay muchos registros históricos sobre la vida y aventuras de Nicolás Colman, pero se sabe que se quedó a vivir un tiempo en Asunción y participó activamente en la vida política y militar, especialmente en la revuelta que causó la destitución del entonces teniente de gobernador interino Francisco de Mendoza, ante las falsas versiones de que el gobernador Domingo Martínez de Irala había sido asesinado por los indios durante una expedición.
Nicolás fue uno de los líderes de esa revuelta, que depuso a Mendoza y organizó una votación popular en la que el capitán Diego Gonzalo de Abreu resultó electo en el cargo de teniente de gobernador, en 1548.
Pero el intrépido inglés no se quedaba mucho tiempo en un solo lugar. Muy pronto se unió a otras expediciones hacia el corazón de la selva y participó de las fundaciones de nuevas ciudades.
El primer historiador paraguayo, Ruy Díaz de Guzmán, cuenta que su abuelo, el gobernador Domingo Martínez de Irala, había llegado a la zona de las Siete Cascadas del río Paraná, acudiendo al auxilio de algunos caciques guaraníes, entre ellos el cacique Guayrá y el cacique Canindeyú, quienes pedían protección ante el ataque de los pueblos tupíes, empujados por los portugueses a ocupar nuevos territorios hacia el Sur.
La mejor opción para frenar el avance fue fundar nuevos pueblos en la región. Siguiendo la orden de Martínez de Irala, en 1554 partió desde Asunción una expedición con 60 hombres al mando del capitán García Rodríguez de Vergara, con la misión de establecer un poblado en la agreste región. Nicolás Colman era de nuevo de los expedicionarios.
La Villa de Ontiveros fue fundada en 1554, en las tierras del cacique Canindeyú, a una legua de las siete cascadas del Paraná, que desde entonces fueron conocidos como los Saltos del Guairá, en honor a otro gran cacique guaraní, en lo que es actualmente la zona norte del estado brasileño de Paraná.
Con la instauración de la Villa de Ontiveros, nacía también la llamada Provincia de la Guayra, o territorio del Guairá, como parte de la tenencia de gobierno general de Asunción, que se mantuvo hasta 1638.
La segunda población que se instaló en la misma región fue Ciudad Real, fundada en 1557 por Ruy Díaz de Melgarejo en la margen izquierda del río Paraná, junto a la desembocadura del río Piquirí, tres leguas más al norte de Ontiveros, en inmediaciones de la actual ciudad de Maringá, también en el norte del estado brasileño de Paraná. Es considerada la base previa de la que luego sería la ciudad de Villarrica del Espíritu Santo, también fundada por Díaz de Melgarejo en la misma región del Guayrá, y que luego se mudaría varias veces de lugar, ante los constantes ataques de pueblos indígenas y portugueses, hasta estalecerse en el lugar que actualmente ocupa, como capital del Departamento de Guairá.
Nicolás Colman participó de la fundación de ambas ciudades, Ontiveros y Ciudad Real, y tuvo una activa presencia en el destino de ambas localidades.   
Alonso Riquelme de Guzmán, padre del historiador Ruy Díaz de Guzmán, era el gobernador de Ciudad Real y en la práctica también de la Provincia de la Guayra.
En su obra “Anales del Descubrimiento, Población y Conquista del Río de la Plata”, Ruy Díaz de Guzmán narra que precisamente Nicolás Colman fue el líder de una sublevación contra su padre, Alonso Riquelme de Guzmán, en Ciudad Real, porque el gobernador se había negado a enviar a España unas muestras de piedras que los pobladores creían eran de gran valor.
“De todos estos que descaradamente se revelaron fue cabeza un inglés llamado Nicolás Colman, que aunque tenía sola la mano izquierda, por haber perdido en una pendencia la derecha, era el más resuelto y atrevido soldado de cuantos allí estaban, como siempre lo mostró, de modo que viendo el capitán Pedro Segura la insolencia y libertad de esta gente, determinó pasar una noche secretamente en unas balsas que hizo de madera, trozos y tablas”, narra Ruy Diaz de Guzmán.
“Estando en efecto ya a punto de hacerse a medio río, salieron de la isla más de 100 canoas grandes y llenas de indios, con que los acometieron estando ya embarcados en las balsas y les dieron una rociada de arcabuces y flechas, y respondiéndoles los de las balsas, que luego se echaron a tierra, mataron a un soldado y algunos indios de los contrarios. Habiéndose prevenido de los necesario, salieron de la ciudad por el río y por tierra, bajo de la conducta de un inglés llamado Nicolás Colman…”, agrega.
En su libro Descripcion e historia del Paraguay y del Rio de la Plata”, el historiador Félix de Azara cuenta la historia de otro modo, pero poniendo también a Nicolás Colman al frente de la sublevación, aunque en la Villa de Ontiveros.
Este es el relato de Azara:
“Los pobladores de la villa de Ontiveros del Guairá, que se componían de muchos partidarios del difunto Abreu y de otros descartados por Irala, viendo que no se les dio parte en la expedición de Irala ni aun noticia estando ellos en la provincia del Guairá, creyeron que no serían comprendidos en el reparto de encomiendas, y con este motivo se alborotaron”. 
“Noticioso, Irala llamó a su comandante García Rodríguez de Vergara, bajo el pretexto de tratar asuntos del servicio del rey, y envió a otro en su lugar, para que mandase interinamente, pero los de la villa no le quisieron admitir. En consecuencia despachó por abril de 1556 a Pedro Segura, con cincuenta españoles e indios auxiliares, para que apaciguase a los de Ontiveros y recogiese algunos que andaban descarriados entre los indios”.
“Llegó Segura al Paraná enfrente de la villa e hizo humareda, que era la señal para que le enviasen canoas en que pasar, pero lejos de esto, tomaron las armas para impedirle el paso; y situándose con sus canoas al abrigo de una isla distante un tiro de arcabuz de otra largar catorce o más leguas, requirieron a Segura que se volviese sin entrar en el Guairá, que era provincia suya”.
“La cabeza principal que dirigía a los de Ontiveros era el inglés Nicolás Colman, manco de la mano derecha y hombre que en esta ocasión y en otras precedentes manifestó mucho valor. Viendo Segura la firme resolución de no dejarle pasar el Paraná, intentó hacerlo de noche con jangadas; pero apenas había embarcado su gente le acometieron muchas canoas tirándole flechas y arcabuzazos, y obligándoles a desembarcar y a retirarse a la Asunción”.
Tras esta rebelión, Nicolás Colman habría asumido el cargo de gobernador del Guairá durante un breve tiempo, hasta que llegó el capitán Ruy Díaz de Melgarejo y se hizo cargo del gobierno de la región.
No hay muchos datos sobre otras andanzas de aquel primer Colman, ni cuántos hijos tuvo. Solo se sabe que uno de ellos, de madre india, se llamaba Juan Colmán y tuvo su propia célebre historia.

Fray Juan Bernardo Colmán, según dibujo de José Luis Iriondo ofm.
Juan Colmán, el franciscano mártir

Juan Colmán, hijo del aventurero inglés Nicolás Colman y de una madre india guaraní, nació probablemente en 1569.
Juan ingresó en la Orden de San Francisco, junto con su amigo Gabriel de Guzmán, hijo del gobernador del Guayrá, Alonso Riquelme Guzmán, contra quien su padre Nicolás Colman se había sublevado.
Como era costumbre, durante la ceremonia de toma de hábito, Juan recibió un nombre religioso, en este caso San Bernardo, y pasó a ser conocido como Fray Juan de San Bernardoo simplemente Juan Bernardo, relatan Margarita Durán Estragó y José Luis Salas, en su obra de investigación histórica sobre este mártir de la Iglesia paraguaya.
Juan Bernardo Colman fue alumno del célebre religioso también mártir Fray Luis Bolaños.
En 1594, en medio de una cruenta y prolongada rebelión indígena contra la conquista española, Juan Bernardo pidió autorización para ir junto a los indios paranáes para intentar salvar a un religioso dominico que había caído prisionero con documentos muy valiosos.
“Cuando Juan Bernardo llegó a los paranáes, estos ya habían sacrificado al dominico. Juan Bernardo cayó prisionero como espía de los españoles, y los indios de Itá y Yaguarón, que fueron con él, huyeron por los montes, regresando a sus pueblos. Según sus ritos y costumbres, los paranáes sacrificaron a Juan Bernardo; murió mártir en un ritual antropofágico guaraní, el 2 de junio de 1594. La cruz de urunde’y que colocaron en el sitio al encontrar sus restos, después de tres décadas, aunque carcomida por los años, se venera en un relicario de acrílico, en el Museo de la ciudad de Caazapá que lleva su nombre”, relatan Durán Estragó y Salas.

Otros Colmán en la historia

Este es el origen de la estirpe de los Colmán en el Paraguay, iniciada por aquel inglés adolescente que con tan solo 17 años subió a un barco en España, dispuesto a vivir aventuras inolvidables y hacer fortuna en el Nuevo Mundo.
En nuestra larga genealogía hemos tenido a varios hombres ilustres, que dieron brillo a nuestro apellido en la historia, como el poeta guaraní Narciso R. Colmán, el gran Rosicrán, autor de Ñande ypykuéra, la obra publicada en 1937 que rescata la gran riqueza de la mitología guaraní.
Hemos tenido a grandes artistas, como el compositor y músico Ramón Vargas Colmán, autor de la música de grandes temas del folklore paraguayo como 13 Tuyutí (sobre poema de Emiliano R. Fernández), Tupasy del campo y Mokoi kogoe, quien junto a su amigo Andrés Cuenca Saldívar integró el legendario dúo folklórico Vargas-Saldívar.
Hemos tenido a heroicos luchadores sociales, como el dirigente sindical Egmidio Colmán Nuñez, un gran líder obrero gráfico de destacada actuación en la histórica huelga general de 1958, en los inicios de la dictadura stronista, que sufrió persecución, prisión y tortura, pero nunca renunció a sus ideales. Fue fundador de la Juventud Obrero Católica (JOC) y presidió la antigua Confederación Paraguaya de Trabajadores (CPT). Una calle de Asunción lleva su nombre.
Pero también hemos tenido a personas infames portando nuestro apellido, como el tristemente célebre general Patricio Colmán Martínez, gran represor de la dictadura stronista, a quien se adjudican diversos crímenes, asesinatos y desapariciones de perseguidos políticos durante las décadas de 1960 y 1970, principalmente.
También hemos tenido –y seguimos teniendo- a muchos héroes y heroínas, hombres y mujeres de gran dignidad y virtud, de perfil silencioso y anónimo, que nos dejan su gran testimonio de vida a seguir. Entre ellos, mi padre Andrés Chi’ito Colmán Robertti, mi mejor ejemplo de laboriosidad, honestidad y rectitud humana.
Por ellos y ellas, es un orgullo llevar el apellido Colman o Colmán que nos dejó aquel aventurero inglés que se embarcó a América en 1535.

María Edith: Hace 15 años ocurrió el primer secuestro que dio origen al EPP

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El 16 de noviembre de 2001, Maria Edith Bordón de Debernardi fue secuestrada en el Parque Ñu Guasu de Asunción y sería mantenida 64 días en cautiverio, hasta ser liberada en la madrugada del 19 de enero de 2002.
Era el inicio de lo que pronto se consideraría “la industria del secuestro” y marcó en escena la aparición de un grupo armado que recién 7 años después, en 2008, reivindicaría para sí el nombre de una presunta guerrilla, el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).
A 15 años de aquel hecho delictivo que conmovió a la sociedad paraguaya, ofrecemos la reconstrucción de lo ocurrido, tal como la hemos publicado originalmente en el libro “EPP: La verdadera historia”, que apareció en 2011, en una colección de 12 fascículos con el diario Última Hora.


Por Andrés Colmán Gutiérrez

Ella iba prácticamente todos los días, de lunes a viernes, a realizar caminatas al Parque Ñu Guazú, el mayor espacio verde habilitado para realizar ejercicios aeróbicos, en un amplio campo cercano al Aeropuerto Internacional Silvio Pettirossi, en los límites entre Asunción  y Luque.
Maria Edith Bordón de Debernardi, apodada Nika, a pesar de ser la esposa del Ingeniero Antonio Debernardi, hijo de uno de los hombres más acaudalados y poderosos durante la dictadura stronista y el posterior periodo de transición, se movilizaba sin custodia, manejando ella misma su camioneta todoterreno, una Jeep Grand Cherokee, color gris metálico, chapa ABA 890.
Ese viernes 16 de noviembre de 2001, Nika se había levantado antes que su marido. Tras compartir desayuno con sus hijos, como a las 8:30, Antonio se dirigió a su oficina, y Maria Edith pasó a buscar a su amiga, Elizabeth Gunther de Niedhammer, para ir juntas a Ñu Guazú.
Se detuvieron en un supermercado a comprar botellas de agua mineral. Ninguna percibió que un automóvil, presumiblemente un Volkswagen Santana, también color gris metálico, las seguía a distancia.
“Al terminar de caminar, fuimos a mi auto y nos pusimos a conversar. Las dos estuvimos con las puertas abiertas. Repentinamente se acercaron tres muchachos a la mano izquierda”, relata Maria Edith, en su posterior declaración testifical ante la Fiscalía.
-Vamos a usar un ratito tu camioneta–le dijo uno de ellos, imperativo- ¡Esto es un secuestro!
Nika no opuso resistencia. A su amiga Elizabeth la bajaron del vehículo a empujones, mientras a ella la hicieron pasar al asiento de atrás, tapándole la boca para que no grite.
Uno de los desconocidos subió a su lado, los otros dos adelante, y el que ocupó el lugar del chofer puso en marcha el motor.
“Me hicieron agachar para que no vea el camino, y la persona que viajó a mi lado me estuvo atajando para que no me levante”, rememora.
Tres años más tarde, durante el juicio, Nika identificaría al hombre que la inmovilizó en el asiento trasero como Aldo Meza, miembro del grupo, también acusado de participar en el posterior secuestro y asesinato de Cecilia Cubas.
El vehículo iba a gran velocidad y ella sintió que en algún momento casi se volcó al girar. Los giros eran a la izquierda, en dirección a Luque.
Se detuvieron a pocos minutos y el que iba a su lado le colocó una capucha en la cabeza. Le unieron las manos atrás y las inmovilizaron con esposas. Le sacaron los calzados deportivos y le ataron las piernas con una cuerda. La metieron en una gran bolsa de plástico y la alzaron para depositarla acostada en un lugar que ella adivinó como la valijera de un auto.
El viaje continuó, con otras dos paradas, donde la sacaron y la volvieron a meter a la valijera de otros vehículos.  La música de la radio sonaba muy fuerte.
“Recuerdo que no podía respirar y pedí auxilio. Entonces uno de ellos se me acercó y me amenazó, me apuntó (con el arma) por la cabeza. Me dijo que me callara o si no me iban a reventar la cabeza, hasta que uno de ellos me abrió la capucha para poder respirar”, cuenta.
Entonces Maria Edith sintió que una mano le tocaba el muslo y después el pinchazo de una aguja.
Le habían inyectado un sedante.

La camioneta de Maria Edith, abandonada cerca del lugar donde la secuestraron.,
Conmoción en la ciudadanía

El ingeniero Antonio Debernardi llegó a su oficina, sobre la calle General Garay, poco antes de las 9:00, donde lo esperaban el arquitecto Julio Mendoza y los ingenieros Ricardo Levi y Jorge Moreno, para una reunión de trabajo.
Cerca de las 9:20, su teléfono celular empezó a sonar con insistencia, pero él no hizo caso, para no interrumpir la reunión.
A los pocos minutos, su secretaria, María Graciela Castillo, entró llorando a la sala.
“Me contó que la señora Gunther la había llamado por la línea baja y le había contado que habían robado la camioneta de mi señora, y que habían llevado también a mi señora…”, relata Debernardi, en su declaración testifical.
La reunión empresarial se interrumpió bruscamente. El esposo se puso en contacto con la policía para denunciar lo ocurrido, y en seguida empezó a movilizar por teléfono a varios amigos.
Uno de sus contactos con influencia en el Gobierno, el ingeniero Juan Manuel Cano Fleitas, logró que el Ministerio de Defensa Nacional ordene una rápida patrulla aérea con un helicóptero de la Armada, en busca del vehículo de María Edith.
Antes del mediodía, Cano Fleitas llamó para informar que la camioneta había sido encontrada, vacía y abandonada, en las inmediaciones del Club Internacional de Tenis, a poca distancia de la avenida Madame Lynch (Calle Última), no muy lejos del lugar en que se inició el secuestro.
No había rastros de María Edith.
Para entonces, voceros de la Policía ya habían filtrado la información a los medios de prensa. Las radio emisoras y canales de televisión emitían boletines especiales urgentes acerca del posible secuestro de la esposa de uno de los considerados “magnates de Itaipú”, nuera del ex presidente de la ANDE (Administración Nacional de Electricidad) y ex director paraguayo de la hidroeléctrica Itaipú durante la dictadura de Stroessner, y luego ministro de Hacienda durante el Gobierno de transición del general Andrés Rodríguez, el ingeniero Enzo Debernardi.
Pasadas las 10:00, el comandante de la Policía Nacional, Blas Chamorro, ordenó realizar los primeros rastrillajes y barreras de control en Luque, Limpio, Emboscada y otras zonas del Área Metropolitana, buscando cortar una posible huida de los secuestradores, sin obtener resultados. También se difundió un aviso de alerta máxima a todos los puestos fronterizos.
Era el primer secuestro que se producía luego de varios años en Paraguay.
Los anteriores casos conocidos fueron el del niño Mario Luis Palmieri, secuestrado y asesinado sin solicitud de pago de rescate, en marzo de 1982, y el del médico Wenceslao Meza, secuestrado y asesinado sin pago de rescate, en junio de 1992. El secuestro extorsivo como práctica criminal era entonces algo casi inusual en el país.
Las víctimas, los involucrados directos, los investigadores, las autoridades y el resto de la sociedad, no podían imaginar siquiera que estaban ante el inicio de una serie de más secuestros, ataques a establecimientos ganaderos, puestos policiales y militares, con pérdidas de vidas humanas… marcando la irrupción y la evolución de un grupo armado con un proyecto político de tipo guerrillero, y que con los años iba a reivindicar para sí el nombre de Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).

La celda en que Maria Edith estuvo cautiva.
 Encerrada en un sótano, entre cucarachas y alacranes

“Llegamos a una casa, y uno de ellos me bajó y sentó en el piso. Después me llevaron a una cama. Entre ellos murmuraban, pero no podía escuchar lo que decían. Me daba cuenta de que se comunicaban por señas. Era solo murmullo lo que escuchaba, y tuve mucho miedo…”, sigue el relato de María Edith de Debernardi, acerca de lo ocurrido en esa primera mañana del 16 de noviembre.
Solo tres años después, los investigadores descubrirían que la casa en que la mantuvieron secuestrada estaba en el populoso barrio Palomar, de Asunción, sobre la calle Mencia de Sanabria Nº 313, casi Yataity Corá, a pocas cuadras de la confluencia de las avenidas General Santos y Fernando de la Mora, y había sido alquilada del propietario, Tito Cáceres Buena, por un miembro del grupo armado, Melanio Mencia Esteche.
Ella sintió que la cargaban hasta un lugar que al principio pensó era el interior de un ropero o un armario. Finalmente, cuando le sacaron la capucha, descubrió que estaba en un sótano, donde había una estrecha celda con paredes de hormigón y una puerta de metal con rejas. Allí la encerraron, tras liberarla de ataduras y esposas.
“No había luz, había mucho olor a humedad, las paredes estaban con revoque, había paredes con pinturas negras. El piso era de tierra. Había muchos bichos, alacranes, cucarachas. Mi cama era muy angostita, era de cemento, tenía un colchón de espuma, finito. Me acuerdo que la cama llegaba hasta mi rodilla, pero había un agujero dentro de la pared, en que podía meter mis piernas hasta la rodilla”,describe.
Al lado de su celda, del otro lado de los barrotes, dos hombres con el rostro cubierto por pasamontañas montaban guardia.
“Estaban armados, tenían cuchillos, granadas, pistolas y chichoneras. Uno de ellos me pasó un papel para que lea. Decía que no le tenía que hablar al guardia, no le tenía que mirar, y si necesitaba algo, tenía que pedirlo por escrito. Me comentó que había explosivos”, relata Maria Edith.
Para hacer sus necesidades fisiológicas le dieron un baldecito y una bolsa de basura. Además le dejaron un termo con agua.
La primera noche, uno de los guardias le avisó que el jefe del grupo iba a bajar a hablar con ella. El descenso era por un hueco, a través de una precaria escalera, como la que usan los pintores.
“La persona que se me acercó tenía un antifaz, con una camisa celeste tirando más al azul, mangas cortas y no un pasamontañas. No puedo precisar la edad que tenía. Era de cutis blanco, estatura mediana, como 1,75 metros aproximadamente, flaco. Se expresaba muy bien en castellano, y me explicó que era un secuestro, pero primero me preguntó cómo me llamaba, si yo era la señora María Edith. Me dijo que si yo cooperaba con ellos, no me iban a hacer daño, y que iban a pedir un rescate por mí, y que en ese momento se retiraba para hacer las tratativas con mi marido”, relata Nika.
Años después, durante el juicio oral, ella aseguró que el jefe que la visitó esa noche era el dirigente del Partido Patria Libre, Juan Arrom, quien además era pariente político suyo, ya que una hermana de Juan, Marina Arrom, estaba entonces casada con un hermano de Maria Edith, el médico Guillermo Bordón.

Una de las cartas que Maria Edith escribió desde su celda.
 Empiezan las negociaciones

Tras 48 horas de la desaparición de su esposa, sin haber recibido comunicación o noticia de ella, el ingeniero Antonio Debernardi tuvo la certeza de que no se trataba de un simple robo de vehículo, sino de un caso de secuestro extorsivo, y se preparó para afrontarlo. Contrató a la empresa inglesa Control Risck Group, consultora internacional en seguridad, que envió a un grupo de expertos a asesorarlo en las negociaciones.
Para entonces, la noticia se había instalado como tema central en los medios de comunicación. La sociedad paraguaya seguía con gran conmoción cualquier información sobre la suerte de Maria Edith.
La Policía Nacional destinó en forma exclusiva a 300 efectivos para ocuparse del caso, pero todo el cuerpo estaba en alerta máxima. Al frente de las operaciones se designó al jefe de Investigación de Delitos, comisario Roberto González Cuquejo, y como principal asistente al jefe de Represión a Robos de Automotores, sub comisario Antonio Saturnino Gamarra. Desde el Ministerio Público, se puso a cargo de la investigación a los agentes fiscales Hugo Velázquez, Cynthia Lovera y Sandra Quiñonez.
El 3 de diciembre de 2001, 17 días después de la desaparición de María Edith, se produjo el primer contacto con los secuestradores. Un sobre cerrado, dirigido al doctor Guillermo Bordón, hermano de la secuestrada, fue dejado en una clínica donde el médico cumplía labores. Adentro estaba otro sobre para Antonio Debernardi.
“Había una carta manuscrita de mi esposa, que supongo era del 30 de noviembre de 2001, porque hacía alusiones a publicaciones periodísticas de esa fecha. Incluía una carta hecha a máquina de escribir, donde lo resaltante es que me informaban que tenían secuestrada a mi esposa, y me pedían para su liberación la suma de 12 millones de dólares”, narra el esposo.
La carta estaba firmada con el seudónimo El Abuelo, que se mantendría en las once cartas que recibió el marido: nueve le llegaron en forma directa o a través de familiares y amigos cercanos, mientras una fue dejada en el local del diario ABC Color y otra en Radio Ñandutí. 
En la primera carta pidieron que responda con un texto publicado en la sección de avisos fúnebres de los diarios argentinos Clarín y La Nación. Debernardi insertó en el aviso que “el rezo se hará en la casa número 10 y no en la casa 120”, dando a entender que podía pagar 1 millón de dólares, pero no 12 millones.
El 11 de diciembre, un segundo sobre fue dejado en casa del ingeniero Roberto Nagy, socio comercial de Debernardi. Además de otra carta manuscrita de Nika, esta vez había una fotografía tomada con una cámara instantánea Polaroid, en la que ella aparece sosteniendo un ejemplar del diario Clarín, edición del 7 de diciembre de 2001. Acompañaba una nueva carta de El abuelo, en la que aceptaba bajar el rescate a 10 millones de dólares.
Un tercer sobre, dejado el 19 de diciembre también en casa de Nagy, aceptó bajar el monto del rescate a 5 millones. Pedía que Debernardi confirme su aceptación a través de Radio Ñandutí. El marido respondió que antes necesitaba escuchar la voz de su esposa por teléfono, para certificar que estaba viva, y en caso positivo redoblaba su oferta, aunque no habló de cifras.
El cuarto sobre fue dejado en casa del político colorado Eduardo Venialgo, el 21 de diciembre. Incluía un micro casete con un mensaje grabado con la voz de María Edith. El precio del rescate se mantenía en los 5 millones.
Se aproximaban las fiestas de Navidad y Año Nuevo, y todo hacía presagiar que las negociaciones iban a resultar mucho más largas de lo que la familia esperaba.

Tras su liberación, Maria Edith reconoce el túnel por el que la bajaron a su celda.

El juego del guardia bueno y el guardia malo

Al tercer día de su cautiverio en el sótano, Maria Edith fue alzada algunas horas a una habitación pequeña pero más ventilada, para luego ser devuelta a la celda.
Al cabo de una semana, la dejaron quedarse en esa pieza de modo más permanente. Luego la mudaron a otra, más cómoda. Manejaban los cambios de lugares de reclusión como un sistema de premios o castigos, según la actitud de docilidad o resistencia que ella asumía.
“Esa primera semana no comía, vivía a base de líquidos, no quería comer. Por el olor en el sótano, era imposible comer y no podía ni siquiera oler comida”, recuerda.
Una noche recibió la visita de una muchacha, delgada y morena, con el rostro cubierto por un pasamontañas, quien le proveyó medicamentos y tranquilizantes. Le llamó la atención que tenía cajas de Flexicamin B 12, comprimidos que ella debía tomar por una afección de tiroides. “Ella hablaba en castellano y su acento era de una paraguaya. Me ponía sedantes en la comida”, relata.
Entre las personas que se movían por la casa, Maria Edith contabilizó a unas ocho personas, incluyendo a una mujer que se encargaba de preparar la comida, y que estaba en ocasiones en compañía de un niño pequeño. A ella la identificaría luego como Carmen Villalba.
Dos hombres se turnaban en vigilarla y asumían roles distintos. Uno de ellos, al que llamó el guardia bueno y a quien durante el juicio identificó como Alcides Oviedo, era quien mejor la trataba.
“Solíamos conversar con este guardia, leíamos la Biblia, que me habían facilitado, le preguntaba por qué me hacían eso, respondiéndome que era por ambición, por dinero y por aventuras”, relató.
Nika lo describe como joven, de estatura mediana, muchos vellos, pelo corto de color negro, delgado, de cutis moreno, con una verruga cerca del ojo, en el pómulo izquierdo, cerca de la nariz. (Varias de estas descripciones físicas no coinciden con las de Oviedo, pero el Tribunal consideró esos datos como irrelevantes).
En cuanto al otro, a quien ella denomina el guardia malo, lo describe como muy petiso, muy flaco y muy nervioso, siempre con guantes y pasamontañas, con voz fina y con un trato muy despectivo e imperativo.
Durante el juicio, Maria Edith identificó como el guardia maloal periodista, poeta popular y dirigente de Patria Libre, Anuncio Martí. Para muchos que conocían a Martí, la acusación resultó difícil de creer, ya que el comunicador y activista siempre se caracterizó por un trato suave y afable con las personas con quienes se relacionaba, pero el Tribunal aceptó como válidas todas las evidencias.
“Con relación a las cartas que escribí, debía escribir lo que ellos me indicaban, y luego ellos las controlaban, obligándome a reescribirlas, si incluía algo que no era del agrado de ellos”, recuerda.
Le obligaron a tomarse fotos en dos oportunidades, sosteniendo un ejemplar del diario argentino Clarín, y otro del diario paraguayo Vanguardia, de Ciudad del Este, apuntándole con una ametralladora. Le colocaron vendas en el rostro, para simular que tenía heridas. 
“Para sacarme las fotografías, el guardia más agresivo me descompuso el peinado, lo cual me asustó mucho”, confiesa.
La mujer recuerda momentos críticos durante el largo cautiverio, que se prolongó durante 64 días. En una ocasión, escuchó que cavaban un pozo en el patio, y un escalofrío le recorrió la espina dorsal, al pensar que estaban ya preparando su tumba, pero el guardia bueno la tranquilizó. Eran solamente tareas de refacción en el jardín.


Una de las cartas que envió el jefe de los secuestradores, con la firma "El abuelo".
Caen los primeros implicados y se inicia el pago del rescate

Tras varios arrestos de delincuentes comunes, que no arrojaron pistas concretas, el 24 de diciembre, en vísperas de Navidad, la policía encuentra su primer eslabón, al detener en Luque a José Tomás Rosa, un hombre con antecedentes de asaltos a bancos, y a su esposa Nidia Estigarribia. El mismo día, en Ciudad del Este, es detenido De los Santos Saldívar, con antecedentes de robo y tráfico ilegal de vehículos.
Mientras José Tomás y su esposa negaron toda vinculación, Saldívar admitió que los tres fueron contratados para participar en el secuestro de María Edith. La mujer habría trabajado en vigilancia previa a la víctima durante un mes, y los dos hombres intervinieron en el plagio en Ñu Guazú.
Paralelamente, con participación de la fiscalía, Antonio Debernardi avanzaba en las negociaciones con los secuestradores. En la carta número 9, dejada el 5 de enero de 2002 en casa de Guillermo Bordón, se estableció 2.250.000 dólares como cifra final para el rescate y se dio instrucciones para el pago.
La carta 11, última en llegar el 9 de enero, estableció como día de pago el 14 de enero. Debernardi propuso como entregadores del dinero a Guillermo y Carlos Bordón, hermanos de María Edith.
En la noche del 13 de enero, Debernardi se reunió con los fiscales del caso, con quienes –según su declaración testifical-, procedieron a fotocopiar un millón de dólares, todo en billetes de a cien, certificando cada copia.
El lunes 14, según relata, decidió distribuir solo 400.000 dólares en dos bolsos deportivos, y completó el volumen con hojas de diario. En cada bolso puso una nota en la que aclaraba que era solo una primera entrega, ya que aún no había completado el monto requerido.
A las 12:30 recibió una primera llamada al número de teléfono celular habilitado (0971-126939), de una voz femenina “con acento colombiano, peruano o venezolano”. Las restantes llamadas fueron de otra mujer, con acento paraguayo, que adoptó el nombre Obdulio.
A las 18:30 se inició el proceso. Guillermo y Carlos Bordón partieron a bordo de un vehículo Zuzuki Maruti, color rojo, hasta frente al hospital central del Instituto de Previsión Social (IPS), en el barrio Trinidad. Debajo de una piedra hallaron una hoja de papel que marcaba el paso siguiente.
Tras un periplo que los llevó por toda la ciudad, recorriendo 6 estaciones más durante casi dos horas, llegaron a la última escala, sobre la avenida Ita Ybaté (21 proyectada) casi Estados Unidos, Barrio Obrero, donde tres hombres  jóvenes interceptaron al vehículo. Al grito del santo y seña convenido (“¡Obdulio! ¡Obdulio!”), se llevaron los dos bolsos de dinero, caminando por Estados Unidos hasta la calle 19 proyectadas, donde los esperaba un automóvil Kia Pride, color gris metalizado.
Debernardi y su compadre, el ingeniero Francisco Griñó, observaron la escena desde el interior de otro vehículo y pudieron anotar la chapa del auto Kia: 198174, del Municipio de Asunción.
Una posterior verificación permitió comprobar que la placa fue expedida a nombre de Gilberto Chamil Setrini Cardozo, uno de los seis miembros del grupo arrestados en Choré, en 1997, cuando pretendían robar el banco local, a través de un túnel cavado desde una casa vecina.

El entonces fiscal Hugo Velazquez muestra la foto de Maria Edith cautiva, que enviaron los secuestradores.

María Edith libre: De caso policial a escándalo político

Tras el primer pago, Antonio Debernardi asegura haber mantenido nuevos contactos telefónicos con Obdulio, a quien explicó que no podía reunir más de 1 millón de dólares, y propuso cerrar la negociación entregando los restantes 600 mil.
“Después de consultar, me resolvió afirmativamente, siempre y cuando la entrega fuese al día siguiente, a más tardar, que yo acepté”, relata.
El 18 de enero, tras coordinar detalles por teléfono, se preparó la entrega, en el mismo vehículo y con los mismos emisarios: Carlos y Guillermo Bordón.
El operativo comenzó a las 19:31. El santo y seña escogido fue “cuarenta y cinco”. 
Tras un largo periplo, a las 21:00 llegaron a la plazoleta Sagrado Corazón de Jesús, detrás de la Parroquia Medalla Milagrosa, en la ciudad de Fernando de la Mora, donde esperaron unos 40 minutos, hasta que dos jóvenes se aproximaron.
-¡Cuarenta y siete…! –dijo uno de ellos, y al percatarse del error, corrigió- ¡Disculpe, cuarenta y cinco! ¡No miren…! ¡Cuarenta y cinco!
Guillermo Bordón les pasó los bolsos con el resto del dinero, y los dos se marcharon caminando.
En la casa del secuestro, María Edith recibió instrucciones de vestir ropas de hombre. Le taparon los oídos con algodón y los ojos con curitas, le pusieron un kepis y lentes oscuros, y la alzaron a un vehículo en marcha.
“Sentí que la calle era accidentada, parecía ser de tierra y luego me dieron muchas vueltas, por aproximadamente una hora y media”, recuerda.
Pasada la hora cero del sábado 19 de enero, Antonio Debernardi recibió una llamada de Obdulio, pidiéndole que vaya a buscar a su esposa en Aviadores del Chaco y Santísima Trinidad.
Salió a gran velocidad en una Toyota Land Cruiser, color verde, acompañado de su padre, Enzo Debernardi, su hijo también llamado Enzo y su cuñado Guillermo Bordón, hasta la dirección indicada, donde aguardaron con impaciencia durante más de una hora. Otra llamada de Obdulio los dirigió a otra dirección, Santa Teresa y Denis Roa, y de allí, nuevamente a Coronel Cabrera y Santa Teresa.
A María Edith la habían bajado del auto y la hicieron sentar en la vereda, ordenándole que no se mueva hasta que vengan a buscarla. Cuando sintió que el vehículo se marchó, ella  se sacó los lentes y las vendas de los ojos. Se encontró sola, en medio de una calle desierta y oscura.
Antonio vio desde la distancia a la figura vestida con ropas masculinas y encendió la luz alta del vehículo. Su hijo abrió la puerta y bajó corriendo a abrazar a su madre.
Maria Edith sintió entonces que regresaba a la vida, después de 64 días en el infierno.
Esa misma madrugada, en medio de la celebración por el retorno de Nika en casa de los Debernardi, el jefe de Investigación y Delitos de la Policía Nacional, comisario Roberto González Cuquejo, hacia una revelación que dejó perplejo a los periodistas, y que en pocas horas convertiría lo que hasta entonces era un extraordinario caso policial, en un verdadero escándalo político: “Se trató de un desenlace exitoso de un plan de un grupo de izquierda, con intenciones de promover la desestabilización del Gobierno”.
A pocos minutos, en las redacciones ya circulaba la copia de una orden de captura contra Juan Arrom Suhurt y Anuncio Martí, dirigentes del Partido Patria Libre, y contra los seis ex miembros de la llamada “Banda de Choré”: Alcides Oviedo, Carmen Villalba, Gilberto Setrini Cardozo, Pedro Maciel Cardozo, Lucio Silva y Francisco Espínola Lezcano.

El traje de Rodríguez y el uniforme de Fidel

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Sucedió a inicios de los años 90, en uno de las primeras cumbres de presidentes latinoamericanos al cual el entonces flamante presidente paraguayo, general Andrés Rodríguez, asistió tras haber derrocado a su consuegro, el dictador Alfredo Stroessner.
Los mandatarios caminaban juntos hacia uno de los centros de eventos, mientras conversaban, en medio de una nube de guardias de seguridad.
Rodríguez, de impecable traje azul y corbata, se ufanaba de estar allí, entre sus varios colegas latinoamericanos. El único que desentonaba en el grupo con su vestimenta era el presidente cubano, Fidel Castro, quien iba con su estridente uniforme verde militar, su gorra de comandante y su eterna barba.
Rodríguez no quiso dejar pasar la oportunidad de sacar a relucir su condición de recién converso al sistema democrático, y entonces, alzando la voz con su estilo paraguayo campechano, interpeló a Fidel.

-¡Comandante…! ¿No le parece que ya es hora de sacarse el traje militar y ponerse un traje democrático, igual que nosotros?

Los demás mandatarios festejaron la exhortación del paraguayo, palmeando al comandante. “Si, Fidel, ya es hora”. “¿Para cuándo...?”.
Fidel simplemente sonrió y guardó silencio.
Disminuyó los pasos y se fue quedando más atrás del grupo en que estaba Rodríguez.
Entonces, desde atrás, con su potente y estentórea voz, gritó:

-¡General…!

Del grupo que iba adelante, Andrés Rodríguez fue el único que se paró y volteó la mirada hacia atrás.
Fidel Castro, con una amplia sonrisa, abrió los brazos y le dijo:

-Ya ve, general. Uno puede cambiarse de traje, pero sigue siendo el mismo. Por algo dicen que el hábito no hace al monje.

***

Con esta anécdota real sobre Fidel y Rodríguez nos divertimos mucho en aquellos años que siguieron a la caída de la dictadura.
Cuba y Castro se abrían en las páginas de la prensa paraguaya como un misterio a develar, luego de haber permanecido durante décadas como un retrato del infierno, cueva de comunistas salvajes comedores de niños, según la propaganda de la dictadura stronista.
Finalmente pudimos ver a Fidel de cerca cuando estuvo por única vez en Paraguay, en agosto de 2003, para la asunción al gobierno de Nicanor Duarte Frutos y mantuvo aquel encuentro multitudinario y lleno de anécdotas en el estadio del Consejo Nacional de Deportes.
Su gesto más significativo, entonces, fue visitar a nuestro gran escritor Augusto Roa Bastos en su departamento de Manora, y llevárselo con él a Cuba para someterlo a un chequeo y tratamiento médico intensivo, en medio de un cúmulo de homenajes literarios y de cariño. Fue probablemente una de las grandes alegrías que el autor de Yo El Supremo recibió en sus últimos años de vida.
Ahora que parece que finalmente se ha muerto el guerrero de Sierra Maestra, al que la CIA intentó asesinar infructuosamente en centenas de atentados y los internautas mataron en miles de posteos falsos, se escribirán millones de líneas de texto, llamándolo gran héroe revolucionario o perverso dictador sanguinario.
Fidel fue todo eso y mucho más. 
Al igual que el Che, que Kennedy, que Martin Luther King, que Hitler, fue una de las grandes figuras que marcó la historia del mundo en el Siglo XX. 
Hace mucho que Fidel está en las páginas de la Historia, con mayúsculas. 
De allí nadie nunca lo podrá borrar.

Paraguay, el paraíso perdido

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Por Andrés Colmán Gutiérrez

“…ese Paraguay que el diccionario Larousse, de acuerdo con Le Bottín, califica de Paraíso Terrestre, pero bien sé que no he terminado de buscarlo, que lo buscaré siempre, que buscaré siempre esa ruta perdida, borrada de la memoria de los hombres”.

Esto escribía el novelista francés Georges Bernanos, en un artículo aparecido en la revista Sur, en Buenos Aires, en 1938.
Augusto Roa Bastos asegura que el autor de Los grandes cementerios bajo la luna, quien vivió un tiempo en Brasil, estuvo en el Paraguay buscando su propia “ruta perdida”, “borrada de la memoria de los hombres”.
Otras grandes figuras de la historia o de la intelectualidad universal también anduvieron por el Paraguay buscando su propia Isla de la Utopía: Aimé Bonpland, José Gervasio Artigas, Rafael Barrett, Viriato Díaz Pérez, Guido Boggiani, Josefina Plá, Branislava Susnik…
Pero las experiencias más fascinantes fueron las de grupos humanos que se embarcaron en verdadera odiseas, soñando con encontrar en este rincón del corazón sudamericano su aldea utópica, su paraíso terrenal.

***

Existen sobre todo dos experiencias históricas que se desarrollaron casi en la misma época, al final de la Guerra de la Triple Alianza, marcada por utopías de signos ideológicos muy distintos, pero con características muy similares y con parecidos resultados.

** La primera experiencia utópica es la de Nueva Germania, en el actual Departamento de San Pedro, hasta donde llegó en agosto de 1887 una expedición de unas 15 familias alemanas, lideradas por el docente y escritor antisemita Bernhard Förster, junto con su esposa Elisabeth Förster-Nietzsche, hermana del gran filósofo alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche. El sueño de la pareja era crear la primera comunidad puramente aria fuera de Alemania, no contaminada por la influencia judía, para demostrar la supremacía blanca, un proyecto considerado pre-nazi, que se anticipaba a los del propio Adolf Hitler.
La experiencia no pudo cuajar, por varias razones: la dureza de la naturaleza que encontraron, los rigores del clima, la resistencia de la mayoría de los demás colonos a cumplir las prohibiciones de Förster de integrarse con los nativos, el despotismo del principal líder… Elizabeth regresó a Alemania y Bernhard acabó suicidándose en San Bernardino. Los demás colonos acabaron integrándose con los paraguayos…

** La segunda experiencia utópica es la de Nueva Australia, en la zona de la actual Nueva Londres, muy cerca de Coronel Oviedo, Departamento de Caaguazú, hasta donde llegó en octubre de 1893 (apenas 6 años después de la llegada de los alemanes a Nueva Germania), una expedición de 220 australianos y algunos británicos, liderados por el periodista y dirigente laborista William Lane, que viajaron hasta Montevideo en el buque Royal Tar, de donde siguieron por otros medios hasta el Paraguay. El sueño de Lane y sus seguidores era crear la primera comunidad puramente socialista en América Latina, una sociedad igualitaria de propiedad en común.
La experiencia no pudo cuajar, por varias razones: la dureza de la naturaleza que encontraron, los rigores del clima, la resistencia de la mayoría de los demás colonos a cumplir las prohibiciones de Lane de integrarse con los nativos, el despotismo del principal líder… Finalmente, tras varios conflictos, Lane y un grupo de 64 personas se separaron y formaron otra comunidad, Colonia Cosme, en Caazapá. En el segundo grupo de pioneros que llegó a Cosme estaba la poetisa Mary Cameron, quien se casó en Paraguay con unos de los colonos, de apellido Gilmore, y tras regresar a Australia se volvió una de las mayores escritoras de dicha nación, toda una celebridad conocida como Dame Mary Gilmore, cuyo rostro está estampado por los billetes de diez dólares australianos. De los descendientes de ese grupo inmigrante surgieron grandes intelectuales paraguayos, como el antropólogo León Cadogan y el escritor de cómics Robin Wood.

Entrada a Nueva Australia, en el distrito de Nueva Londres, Caaguazú.

***

En estos días, aprovechando nuestras vacaciones en el diario, estuvimos recorriendo de nuevo lo que quedó de aquellos proyectos utópicos (tan diferentes, pero tan iguales) en Nueva Germania y en las actuales Nueva Australia/Nueva Londres, recabando datos para un proyecto periodístico en libro que se titulará Los perseguidores del Paraíso, que además unirá en un mismo hilo conductor el mito guaraní de la búsqueda del Yvy Maraney (la Tierra sin Mal), el proyecto del entonces agitador social y botánico suizo Moisés Santiago Bertoni, junto a su propia familia y otras 40 familias de agricultores suizos, que el 3 de marzo de 1884 (antes que los alemanes y australianos) se embarcaron en el vapor “Nord América”, impulsado por dos de los mayores pensadores del socialismo anarquista, Elisée Reclús y Piotr Kropotkin, para establecer la primera colonia anarquista en América Latina, en unas tierras obtenidas en Santa Ana, en la actual pronvicia de Misiones Argentina.
La dureza de la naturaleza, los rigores del clima y el continuo ataque de bandoleros frustraron también ese proyecto y Bertoni se quedó solo con su familia, se refugió en Paraguay y acabó transformando su utopía en una gesta científica y familiar en la Colonia Guillermo Tell, en la actual Puerto Bertoni, a orillas del río Paraná, al sur de Ciudad del Este.

***

También incluiremos la odisea de los colonos menonitas que llegaron como refugiados al Paraguay en 1927, tras huir del régimen soviético y se establecieron en el entonces inhóspito Chaco Central, donde establecieron una verdadera isla utópica, con sistemas de trabajo, producción y convivencia basados en sus ideas religiosas, que durante varias décadas permanecieron cerradas al resto del país. Aunque actualmente se han integrado mucho más, han perdido parte de su esencia utópica, pero han logrado un gran potencial económico y productivo.

***

Finalmente, en un plano más cercano en la historia, contaremos la historia de la colonia San Isidro de Jejuí, fundada bajo inspiración de las Ligas Agrarias Cristianas, en los años 70, en plena época de la dictadura stronista. La comunidad tenía el proyecto utópico de “vivir como hermanos” y producir en común, compartir la propiedad colectiva de la tierra y poner en práctica la caridad cristiana, en la línea de la Teología de la Liberación y de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs). Fue asaltada por un escuadrón militar el 8 de febrero de 1975, los pobladores fueron apresados y torturados, y las tierras entregadas a un primo del dictador. Cuatro décadas después, los propietarios recuperaron su tierra y retomaron el truncado proyecto social.

***

Primeros colonos en Nueva Germania.
La idea de este libro en gestación es establecer un contraste entre lo que fue y lo que es.
Buscar qué quedó de todo aquello, ¿qué ha muerto y qué permanece vivo en la memoria de quienes descienden de los protagonistas?
De alguna manera quizás podamos descubrir o demostrar juntos que las utopías pueden ser también de distintos colores y pensamientos: pre-nazis, socialistas, anarquistas, protestantes, cristianas, políticas, religiosas… pero siempre resultan movilizadoras.
Las utopías pueden estar equivocadas, pueden fracasar, pueden transformarse por el contraste entre teoría y realidad, pueden reinventarse… pero siempre son necesarias, y son las que nos construyen y sostienen a lo largo del tiempo, de la geografía y de la historia.
Y este Paraguay nuestro, aún con todos los signos del infortunio y la desesperanza, ha sido y sigue siendo un territorio fértil para la construcción de las muchas “Islas de la Utopía”, a través de esa “ruta perdida”, “borrada de la memoria de los hombres”, que decía Bernanos, pero que sin embargo sigue aquí… aún en estos tiempos que parecen tan confusos o retardatarios.
Así que… Los perseguidores del Paraíso estará muy pronto con ustedes, también acompañado con algunos documentales en video que Desireé Esquivel me está ayudando a componer.

¡Nos vemos…!

Las mujeres y el periodismo

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Cuando ingresé por primera vez como practicante a la Redacción del Diario Última Hora, en junio de 1979, las mujeres eran muy pocas y estaban arrinconadas en las páginas dedicadas a modas y cocina, sociales, arte y espectáculos, pero el resto del mundo: política, economía, interior, policiales y judiciales… era cosa de machos.
Había una sola mujer en la sección deportes. Era la pionera y llanera solitaria Estela Mareco, que les demostró a todos que las coberturas en las canchas y los relatos en vivo de los partidos no tenían por qué hacerse solamente con voz varonil.
Desde 1977 se había creado el Suplemento Femenino, que aparecía los martes, y en la edición diaria había un par de páginas dedicadas a la mujer, donde todo tenía que ser moda, peinados, recetas de cocina, consejos hogareños. Las páginas y el suplemento estaban a cargo de las colegas Eve Baez y Juanita Carracela, que naturalmente no se conformaron con ese destino manifiesto y de a poco, casi sin que los jefes machos se den cuenta, fueron metiendo los grandes temas que de veras interesaban desde la óptica femenina: educación sexual, derechos civiles, historias de violencia y discriminación, las luchas por la igualdad… Desde la sección cultural las acompañaba la gran Ana Iris Chávez de Ferreiro.
Eve Báez, a quien conocíamos como “la Margaret Thatcher de Última Hora”, se metió una noche con un fotógrafo al entonces conocido nigth club Playboy y logró entrevistar a varias de las mujeres que trabajaban en el lugar. Fue la primera vez que el periodismo desnudaba un tema hasta entonces considerado tabú, y la repercusión en los lectores fue enorme.

Así, ÚH fue probablemente el primer medio en cambiar el enfoque de un periodismo tradicionalmente esquemático y ligth para mujeres a un periodismo feminista, que abrió valiosos espacios para el avance en la lucha a favor de la igualdad, algo muy importante para las organizaciones de mujeres, especialmente en los años 80 y 90. Es una tarea que fue continuada con mayor claridad y firmeza por la combativa Maria Lis Rodriguez Alcala, quien sustituyó a Eve como editora, con un equipo al que se fueron sumando varias compañeras, entre ellas Cara Ravera. Esa tónica pronto se reflejó en los demás medios y en las demás redacciones, que también fueron elevando el tono y rompiendo esquemas.
En el resto de la Redacción de ÚH, las cosas también fueron cambiando, paulatinamente. Las chicas iban llegando y se iban sumando a espacios en los que antes nunca hubo presencia femenina, causando toda una revolución.
Recuerdo una anécdota muy ilustrativa, ocurrida a finales de los 80, aún en épocas de la dictadura stronista. Uno de los editores había dispuesto que la compañera Gloria Rolón, quien entonces acababa de sumarse a la sección País, viaje con un móvil y un fotógrafo para cubrir un conflicto de tierras en Caaguazú, donde se estaba produciendo un desalojo de campesinos y se temía que se produzcan situaciones de violencia.
El secretario del diario, el famoso dibujante Fiorello Botti, quien autorizaba los viáticos, se opuso tenazmente, con un enfoque entre machista y paternal: “¿Cómo le van a enviar a una pobre jovencita indefensa? ¿Y si después los policías o los campesinos la maltratan, o la violan?”, cuestionaba. Varios lo enfrentamos, le retrucamos y finalmente logramos que autorice el viaje. Con su muy buena y valiente cobertura del conflicto, Gloria les demostró que no era ninguna “pobre jovencita indefensa”.

Hoy las cosas han cambiado, mucho y positivamente. El Suplemento Femenino y las "páginas dedicadas a mujeres" desaparecieron un buen día, para que la temática pueda impregnar todo el resto del diario.Ahora miro a la Redacción y veo una gran mayoría de mujeres. No solo eso. Nuestra directora periodística, Miriam Morán, es la primera mujer que dese hace año dirige un diario de gran tirada nacional. La editora general de ULTIMAHORA.COM es Liliana Pesoa Rumich. La secretaria de Redacción es Lupe Galiano. Y varias de las editoras de secciones importantes, como Carmen Domínguez, de Política; Zunny Echagüe, de País; son mujeres. También hay mujeres cubriendo secciones antes impensables, como Sucesos Policiales y Judiciales. Es decir, entre aquella primera impresión, de una Redacción casi sin mujeres, a esta, en que estamos no solo invadidos, sino manejados por ellas, hay un tremendo salto.
Probablemente todavía hay machismo y desigualdades. En vísperas del #8M, las compañeras mujeres convocaron a una asamblea en la Redacción y reiteraron sus reclamos de contar con una guardería y con otras justas reivindicaciones. Las apoyamos y las acompañamos, pero es bueno sentirse parte de una Redacción y de un gremio que ayudó a abrir camino para que este país vaya avanzando un poco más hacia una sociedad menos violenta y menos discriminadora.
¡Un gran abrazo, un feliz y solidario día a todas las mujeres, y especialmente a las colegas mujeres periodistas...!


(La foto en blanco y negro muestra a la compañera Mary Ramos, en los años 80, cuando trabajaba como armadora de páginas en la sección Montaje, luego se hizo periodista, destacada docente del oficio y actualmente está felizmente jubilada. La foto en colores la tomamos en apoyo a #UNAnotecalles en la Redacción de ÚH, mostrando la composición actual).

¿Amor por los animales o xenofobia…?

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Ya había ocurrido algo similar en la noche del domingo 10 de junio de 2012, cuando varias personas que se presentaban como miembros de un grupo dedicado al rescate de animales en situación de riesgo, atropellaron el domicilio de Hoon Ki Baek, un ciudadano migrante de origen coreano, dueño de una despensa sobre la calle Herminio Giménez, casi Irrazábal, en la zona del Mercado 4, en un violento, arbitrario e ilegal “operativo” para rescatar a tres perros que estaban en el patio, acusando que el comerciante los tenía cautivos, con la intención de “faenarlos para luego comerlos”.
Aquel fue un espectáculo bochornoso, en que los “rescatistas de animales”, con mucha pasión y adrenalina encima, presentaron primero una denuncia en la Comisaría 3ª Metropolitana, exigiendo que los policías vayan a allanar el local del coreano y liberar a los perros.
Cuando los agentes les explicaron que no podían actuar en una propiedad privada sin una orden judicial, los “rescatistas” decidieron actuar por su propia cuenta y acompañados por algunos periodistas que cubren los sucesos policiales nocturnos, llegaron hasta la casa del coreano, exigieron a gritos que se abra la puerta, y al no obtener respuestas de los dueños de la casa, tumbaron a golpes uno de los portones e ingresaron al patio, donde estaban tres perros atados, a quienes procedieron a liberar.
Las cámaras de televisión registraron las airadas acusaciones de una chica, llamada Anahí, que encaraba al hijo del dueño, reprochándole: “¡Comés perro, hijo de puta! ¡Sos una mierda de persona, andá a tu país a comer perro! ¡A tu papá hay que ponerle encadenado en el piso durante cuatro días, sin agua y sin comida!”. Y la mayoría de las personas que se habían unido al grupo repetían con tono acusatorio: “¡Coreanos de mierda…!”.
Tras el incidente, divulgado ampliamente por la prensa, hubo intervención fiscal y policial, incuso intervención diplomática. Hubo lo que no había habido hasta entonces: oportunidad de diálogo. Y entonces se aclararon muchas cosas: los tres perros eran mascotas de la familia coreana desde hacía tiempo y nunca habían estado contemplados en ninguna hipotética dieta gastronómica.
Simplemente alguien los había visto atados en el patio, había visto a los coreanos, se había acordado de la leyenda urbana “los coreanos comen perros” y había hecho sus propias suposiciones.
Sung Baek, la nieta del dueño, ella de nacionalidad paraguaya aunque de ascendencia oriental, explicó: “Hay muchos prejuicios acerca de que los coreanos comen perros. Eso ocurría durante la guerra en Corea, por la precariedad, pero ya no es así, y menos en Paraguay. Estos animales eran mascotas que estaban bajo cuidado, y esta gente entró a atropellar nuestra propiedad…”.
Elena Gómez, una de las vecinas que había apoyado al grupo rescatista, se acercó a pedir disculpas a la familia coreana. “Nos movilizamos por una denuncia, fue una denuncia que no estaba sustentada en nada. Nos dijeron que había pruebas, pero nunca nos las presentaron y sucedió el hecho lamentable”, explicó la mujer.
La fiscala Sonia Mora acabó imputando por “perturbación de la paz pública y hurto agravado” a cuatro de los integrantes del grupo rescatista de animales y los perros “rescatados” tuvieron que ser devueltos a sus dueños.


LA HISTORIA SE REPITE…

Aquel suceso de hace cinco años quedó como un lamentable episodio de xenofobia contra una comunidad oriental asentada desde hace varios años en el Paraguay, con hijos y nietos paraguayos, pero que se siguen sintiendo discriminados por algunos habitantes del país que los acogió generosamente, quizás solo por tener rasgos, piel, idioma y cultura diferentes.
Pero como en el Paraguay nos cuesta mucho aprender de nuestros propios errores, o nos cuesta vencer nuestros prejuicios, en estos días ha vuelto a ocurrir algo muy parecido.
Esta vez, incluso, han sido algunos concejales municipales de Asunción, de quienes uno espera un mínimo de seriedad, quienes rápida e irresponsablemente dieron alas a una supuesta denuncia de un grupo de rescate denominado “Narices Frías”, que según afirmaban, habrían rescatado a un perro que estaba a punto de ser echado a una olla de agua hirviendo, para ser cocinado en un exclusivo restaurante chino del coqueto barrio Villa Morra.
No había más pruebas que una foto del perro atado y sentado, que supuestamente había sido “pelado”, pero a los concejales José Alvarenga y Rodrigo Buongermini les bastó para anunciar que iban a presentar una minuta “para fiscalizar y verificar todos los restaurantes de gastronomía oriental”.
¿De pronto, todos los restaurantes orientales se han vuelto “sospechosos” de cocinar perros…?
¿Qué atribuciones puede tener la Junta Municipal de Asunción para iniciar una especie de “cacería de brujas” contra locales gastronómicos orientales, cuando no controlan tantos puestos de comida paraguaya insalubre, tantos edificios que siguen sin sistemas de prevención de incendios, tantas carencias mucho más graves…?
Lamentablemente, también varios medios de comunicación publicaron la noticia, tomando como base y principal fuente a la versión de los concejales, sin confirmar si la información era real, dando por hecho que el perro iba a ser comido y servido en el restaurante…
Sin embargo, una foto difundida en Facebook por el dueño del perro demostró que el mismo ya estaba “pelado” desde mucho antes, y que solo se había extraviado.
Ahora la mujer que realmente encontró al perro, llamado Rubio, asegura que este no fué rescatado de ningún restaurant, sino de la vía pública, y que tras contactar con gente de la organización "Narices Frías", por estar el animal rapado, surgió la versión de que los perros son preparados así por los orientales para ser cocinados: (Léanlo aquí
Es decir, nuevamente fue solo una especulación. No un hecho comprobado.
Esta nueva versión hace que se considere aún mucho más irresponsables las intervenciones de los concejales municipales, difundidas por los medios de comunicación, ya que al asumir que lo que simplemente se presumía o se especulaba, era real, despertó toda una corriente de discriminación, prejuicios y xenofobia.
Ante las muchas versiones que corrían, el conocido y concurrido restaurante especializado en comida china Shangri-la emitió un comunicado, negando absolutamente la versión.
“Respetamos la cultura paraguaya de la cual somos parte y repudiamos cualquier tipo de maltrato animal. Lamentamos estas falsas acusaciones que denotan xenofobia, que no se compadece con la cultura paraguaya de hospitalidad y solidaridad”, sostiene la versión del directorio del local gastronómico.
Y así acaba otro bochornoso caso que denota una lamentable actitud de xenofobia… que debe mover a reflexión a mucha gente: incluyendo directamente a varios medios y periodistas.

¿Será que esta vez aprenderemos la lección…?


¿Quién ordenó matar al vicepresidente?

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El vicepresidente Luis María Argaña, uno de los últimos grandes caudillos del Partido Colorado, fue asesinado el 23 de marzo de 1999 en Asunción, generando la mayor movilización ciudadana, conocida como el Marzo Paraguayo, que terminó ocasionando la caída del gobierno de Raúl Cubas. Fue el mayor crimen político en la era democrática. El general Lino Oviedo, principal adversario de Argaña, fue acusado como presunto autor moral pero resultó absuelto por la Justicia, que no pudo -o no quiso- determinar quién fue el responsable del ajusticiamiento. 18 años después, recordamos una densa historia de intrigas y violencia política que dejó su marca en la vida política del Paraguay.


Por Andrés Colmán Gutiérrez
@andrescolman

Luis María Argaña Ferraro, vicepresidente de la República del Paraguay, se despertó de buen ánimo en la mañana del martes 23 de marzo de 1999, según recordaría su hijo mayor, el arquitecto Félix Argaña.
Poco después de desayunar con su esposa Marilyn, subió al asiento trasero de la camioneta Nissan Patrol, color rojo, que debía conducirlo desde su residencia en el barrio de Las Carmelitas hasta su despacho en el centro de la ciudad de Asunción, en la sede de la Vicepresidencia.
Adelante iban el chofer, Víctor Barrios Rey, y su custodio asignado, el suboficial de policía Francisco Barrios González. Aunque posteriormente varias versiones buscaron sostener que Argaña ya había muerto la noche anterior y que en la camioneta solo viajaba el cadáver, Félix Argaña asegura que su padre llegó a realizar varias llamadas desde su teléfono celular esa mañana, una de ellas a su hijo Jesús, a quien le dejó un mensaje grabado, ya que el mismo no pudo atender.
Según declaraciones recogidas después por la policía, por la Justicia y por la Comisión Bicameral de Investigación, el conductor siguió el trayecto habitual que tomaba todos los días. Al avanzar por la calle Diagonal Molas, a unos  40 metros antes de alcanzar Venezuela, un auto Fiat Tempra, de color verde oscuro, se ubicó al costado izquierdo y empezó a adelantarlo. Eran cerca de las 8.35 de la mañana.
Al llegar a una lomada, el auto se interpuso bruscamente frente a la camioneta y le cerró el paso. El chofer Barrios Rey se vio obligado a frenar de golpe, para no chocar. Entonces, según la versión de la mayoría de los testigos, dos hombres descendieron del interior del Fiat, mientras un tercero permanecía al volante, con el vehículo en marcha. Hay testigos que mencionan a un cuarto hombre, pero la mayoría coinciden en que los que descendieron eran dos.
El que bajó del asiento del acompañante es descrito como un hombre fornido, quien portaba una escopeta calibre 12. Del mismo lado, pero por la puerta trasera, descendió otro hombre, con armas cortas y granada de mano colgadas del cinto. Ambos tenían el pelo corto, iban vestidos con ropas militares de estilo camuflaje o para’i.
“Eran uniformes para para’i, tenían camisas de mangas largas, desprendidas, tenían la remera larga debajo, botas, cinturón verde, las granadas de mano colgaban de su cintura. Eso me llamó la atención, la forma en que se bajaron, porque se bajaron rápido y ya corrieron hacia la camioneta y comenzaron a disparar los dos…”, declaró Aurelio Arguello Enríquez, copropietario de una carpintería en el lugar del crimen, ante la Comisión Bicameral de Investigación.
Mientras el segundo hombre avanzó por la vereda hacia la parte trasera de la camioneta, el que llevaba la escopeta  se colocó en frente, levantó el arma y apuntó directamente al parabrisas, realizando los primeros disparos. Los perdigones atravesaron el vidrio y parte del fuselaje del capó, dejando varios agujeros, pero el parabrisas permaneció entero. El otro atacante disparó con la pistola automática. Los proyectiles impactaron de lleno en el cuerpo del guardaespaldas Francisco Barrios González, quien había tenido tiempo de extraer su arma, pero ya no alcanzó a contraatacar. El chofer Barrios Rey resultó herido en el rostro, pero no perdió el sentido.
-¡Agáchense, hay que salir de acá…! -gritó Luis María Argaña desde el asiento trasero, según relató el chofer Barrios.
El chofer reaccionó por instinto, poniendo la palanca de cambios en reversa y oprimiendo el acelerador. La camioneta retrocedió algunos metros a gran velocidad, giró en forma lateral y se incrustó contra la muralla de una casa vecina, quedando varada, con una de las ruedas reventadas y el motor todavía en marcha.
Los atacantes se aproximaron disparando contra el vehículo. El chofer abrió la portezuela y agachándose pudo correr hacia atrás, metiéndose al patio de una vivienda vecina.
El segundo atacante se aproximó hasta la ventanilla trasera, que ya estaba rota, donde encontró a Argaña agachado sobre el asiento. Hasta entonces, el vicepresidente aún no había recibido un solo balazo. Según se detalla en la reconstrucción del ataque, el sicario metió la mano con el revólver 38 por el agujero de la ventanilla y apuntó al cuerpo. Argaña levantó el brazo como para intentar proteger su rostro. La primera bala lo golpeó en el antebrazo. Otros dos proyectiles le alcanzaron en el pecho. El vicepresidente cayó tendido sobre el asiento. Allí recibió el cuarto y último disparo, la bala mortal que le ingresó en la espalda, le destrozó un riñón y llegó hasta el corazón.
Eran las 8.45 cuando el asesinato del vicepresidente fue consumado.
Mientras varios vecinos salían de sus casas a mirar lo que sucedía y otros vehículos que circulaban por la calle se habían detenido a la distancia, ocasionando un gran congestionamiento.
Los atacantes arrojaron una granada junto a la camioneta y subieron al automóvil, para alejarse rápidamente del lugar. La granada no llegó a explotar y luego fue desactivada por la Policía.
Posteriormente, el auto Fiat Tempra de los atacantes fue encontrado a pocas cuadras del lugar, totalmente incendiado para borrar pistas.


 Conmoción en la ciudadanía

Tras la huida de los asesinos, el chofer Víctor Barrios Rey salió de la vivienda vecina donde había buscado refugio y llamó por teléfono a la sede de la vicepresidencia, informando acerca del ataque que habían sufrido.
El dirigente político colorado José Alberto Planás, integrante del Movimiento de Reconciliación Colorada -organización interna del Partido Colorado que había fundado Argaña-, fue uno de los primeros en llegar al lugar. En una comunicación telefónica al aire con la periodista Mina Feliciángeli, directora de Radio Mil, confirmó que el vicepresidente acababa de ser asesinado. La comunicadora estalló en gritos y acusó directamente al general retirado Lino Oviedo y al presidente Raúl Cubas de ser los responsables del crimen. Rápidamente, la noticia fue retransmitida por las demás radioemisoras y los canales de televisión. Las agencias noticiosas internacionales empezaron a emitir cables urgentes.
Varios agentes de policías llegaron al lugar del crimen, pero parecían no saber demasiado cómo proceder. Rogelio Giménez, camarógrafo de Canal 9 Cerro Corá, vecino del lugar, llegó a los pocos minutos al sitio con su cámara, y pudo grabar las primeras escenas. Uno de los detalles absurdos mostrados en la televisión fue que un policía insistía en reclamar su cédula de identidad al chofer Barrios Rey, quien tenía el rostro sangrante y estaba en estado de shock, en lugar de prestarle auxilio.
Tras descubrir que había una granada de mano sin explotar debajo de la camioneta de Argaña, pasaron varios tensos minutos, hasta que expertos policiales realizaron una detonación controlada.
El cuerpo del vicepresidente Argaña fue sacado del vehículo y trasladado en una ambulancia hasta el Sanatorio Americano, sobre la avenida España casi Washington, donde los médicos confirmaron su deceso.
Varios familiares, dirigentes y militantes del Movimiento de Reconciliación Colorada comenzaron a juntarse frente al local del Sanatorio Americano, con la presencia cada vez mayor de periodistas, que emitían reportes en vivo por radios y canales de televisión.
En el lugar se produjeron llamativos incidentes, cuando dos prominentes políticos opositores, Guillermo Caballero Vargas, del Partido Encuentro Nacional, y Domingo Laíno, del Partido Liberal Radical Auténtico, se acercaron para dar sus pésames por la muerte del vicepresidente, pero fueron echados con gritos, insultos y empujones por los seguidores de Argaña, acusados de haber mantenido “una postura cómplice” ante las actos de violencia atribuidos al oviedismo. También un edecán, enviado del presidente  Raúl Cubas, fue expulsado del lugar.
Eran las 11.30 de la mañana cuando Adrián Castillo, dirigente de la juventud argañista y uno de los líderes de la organización Jóvenes por la Democracia (que reunía a las juventudes de los principales partidos opositores al oviedismo), acompañado de Fernando Camacho, de la juventud del Encuentro Nacional, propusieron realizar una marcha desde el local del Sanatorio Americano hasta el Palacio de Gobierno, aproximadamente unas 40 cuadras, para protestar contra el crimen.
Empezó a marchar un reducido grupo, que al inicio se componía solamente de una docena de personas, pero se iban sumando más personas por el camino. Cuando llegaron hasta las calles El Paraguayo Independiente y 15 de Agosto, casi en la misma esquina de la Casa de Gobierno, una barrera de policías les cerró el paso.
El número de manifestantes era cada vez mayor. Cantaban la canción “Patria querida” y coreaban consignas, exigiendo la renuncia del presidente Raúl Cubas y cárcel para Lino Oviedo.



La reacción gubernamental

Cerca del mediodía, el presidente de la República, Raúl Cubas Grau, leyó un comunicado condenando el crimen, prometiendo investigar y descubrir a los culpables. Ordenó el cierre de las fronteras y declaró duelo oficial por tres días. Dijo que tenía la conciencia tranquila y convocó a la paz y la tranquilidad.
El político colorado José Alberto “Icho” Planás revelaría posteriormente que el presidente Cubas Grau le llamó por teléfono esa mañana, cuando estaba aún en el Sanatorio Americano, consultándole si podía ir a llevar personalmente sus condolencias a la familia Argaña. Planás asegura que él le respondió: “Ni se te ocurra venir, porque te van a linchar acá. Lo que podés hacer es apresarlo ahora mismo a Oviedo, dale tu golpe vos, porque si no él te va a terminar golpeando”.  Icho dijo que Cubas se puso nervioso y cortó el teléfono.
Esa misma mañana se conoció un hecho muy llamativo, ocurrido en la sede del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE), sobre la avenida Eusebio Ayala, cuando varios periodistas informaron que a pocos minutos de confirmarse el asesinato de Argaña, dos de los tres miembros del Tribunal, Expedito Rojas y Carlos Mojoli, ya tenían lista una resolución convocando a elecciones para elegir a un nuevo vicepresidente para el 10 de septiembre.
La periodista Dolly Olmedo, de Radio Cardinal, declaró ante la Comisión Bicameral de Investigación que a las 9 de la mañana, apenas a 15 minutos de que se consumara el atentado contra Argaña, Raúl Mojoli, hijo de Carlos Mojoli, le reveló que su padre estaba preparando la resolución para elegir al nuevo vicepresidente.
El periodista Miguel Almada Tatter, de Radio Uno, quien realizaba coberturas en temas electorales, declaró ante el juez Jorge Bogarín: “A través de funcionarios de la Justicia Electoral, empezó a circular lo que sería un proyecto de resolución judicial, que aparentemente tenía la firma de los doctores Expedito Rojas y Carlos Mojoli. Recuerdo que ese proyecto fue acercado a las oficinas del doctor Ramírez Zambonini y quedó allí ese documento. Todo es fue alrededor de las 10:00 horas del 23 de marzo del año en curso. Esa resolución hablaba de que por haberse producido la vacancia de la vicepresidencia de la República, en su efecto se procedía al llamado para elecciones a fin de cubrir ese cargo. Este hecho llamó mi atención y el de los numerosos periodistas que en ese momento cubrían la Justicia Electoral”.
En horas de la tarde se conoció la noticia de que el ministro del Interior, comisario Rubén Arias, había renunciado a su cargo. En su lugar, el presidente nombra a su propio hermano, el capitán retirado Carlos Cubas, quien se comprometió públicamente a aclarar el asesinato de Argaña.
Carlos Cubas ya había sido ministro de Industria en el gabinete de su hermano, al inicio de su periodo presidencial, pero renunció el mismo día en que Raúl Cubas firmó el cuestionado decreto liberando al ex general que permanecía detenido, condenado por un intento de Golpe de Estado en abril de 1996.
El capitán Cubas relató después que su hermano lo convoco y lo enfrentó con mirada adusta  en el solitario despacho del viejo Palacio de López.
–Carlos, la situación que vive el país es muy grave–le dijo–. Te pido que olvidemos nuestras diferencias y que me ayudes. Quiero que dirijas personalmente la investigación del asesinato de Argaña.
Carlos Cubas observó a su hermano con cautela. Lo vio envejecido y desolado. Tuvo la impresión de que el sillón presidencial le quedaba más grande que nunca. El capitán era un viejo y experimentado político, pero Raúl no. Había sido corredor de rally, ingeniero civil de profesión, dueño de varias empresas. Ocupaba la presidencia por un azar de la política, ya que se había embarcado como segundo de Lino Oviedo en el proyecto electoral del general retirado, y cuando Oviedo fue inhabilitado como candidato, debido a la condena judicial, Raúl ocupó su lugar y conquistó la presidencia con el juramento de que, apenas asumiera el mando, liberaría inmediatamente a Oviedo. En ese momento parecía arrepentido de su temeridad.
–¿Querés que investigue el asesinato de Argaña... sea quien sea el responsable?–le preguntó Carlos, con cautela.
–Sea quien sea–respondió Raúl.
–¿Aunque el responsable pueda ser tu querido amigo... el general Oviedo?–insistió Carlos.
–Sea quien sea–repitió el presidente.

Un polvorín político, listo para estallar

El magnicidio fue la mecha que terminó de encender el polvorín político en que se había convertido el país, con la emergencia del general Lino Oviedo como aspirante a la presidencia de la República.
Condenado a diez años de cárcel por un intento de golpe de Estado contra el presidente Juan Carlos Wasmosy, en abril de 1996, Oviedo había sido liberado por su socio político, el presidente Raúl Cubas, en agosto de 1998, con un decreto que fue desautorizado por la Corte Suprema de Justicia. Un pedido de juicio político contra el mandatario aguardaba su tratamiento en la Cámara de Diputados, cuando se produjo el asesinato.
La indignación ante el crimen motivó la concentración de miles de ciudadanos en las plazas del Congreso, exigiendo la renuncia de Cubas y cárcel para Oviedo. Los oviedistas también movilizaron a sus partidarios y se produjeron enfrentamientos durante seis días, que mantuvieron en vilo al país.
En la noche del 26 de marzo, francotiradores dispararon con armas de fuego desde las sombras, dejando un saldo de 8 jóvenes muertos y más de 700 heridos. La conmoción provocó la renuncia del presidente Raúl Cubas y la huida de Lino Oviedo fuera del país. Asumió la presidencia el titular del Congreso, Luis González Macchi.


Incidentado proceso judicial

La investigación sobre el asesinato del vicepresidente Argaña adquirió desde el principio un fuerte tinte político, que echó sombras sobre la eficacia de la Justicia. La aparición de un testigo falso, Gumercindo Aguilar, que incriminó a diversas personas sin muchos fundamentos, arrastró el caso hacia un pantanal jurídico.
Pero aparecieron algunas pruebas concretas: Héctor Rudi Monges, el vendedor del auto Fiat Tempra usado por los sicarios, permitió dar con el comprador, Costantino Rodas.
Un cruce de las llamadas hechas desde el teléfono celular de Rodas a los pocos minutos tras el asesinato de Argaña, permitió conectar con otros sospechosos: Pablo Vera Esteche, Luis Rojas, Fidencio Vega y el mayor Reinaldo Servín, conocido dirigente oviedista, quien también se comunicó con el dirigente Víctor Galeano Perrone y el líder máximo de Unace, Lino Oviedo.
Como autores materiales, Rodas, Rojas y Servín fueron condenados a 25 años de carcel, y Vera Esteche a 22. Galeano Perrone y Vega permanecieron prófugos por mucho tiempo. En donde la Justicia no pudo avanzar mucho fue en la determinación de quien quién fue el autor moral.
Lino Oviedo seguía siendo investigado como el principal sospechoso.  Tras asumir la presidencia el entonces presidente del Congreso, Luis Angel González Macchi, se encomendó la búsqueda y captura internacional del líder de Unace, quien tras su huida de Paraguay fue acogido por el mandatario argentino Carlos Saúl Menem, quien lo protegió y le permitió moverse entre Buenos Aires y la región sureña de Ushuaia. Pero cuando se sintió muy acosado por los reclamos de  captura internacional, prefirió trasladarse al Brasil.
El 12 de junio de 2000, Oviedo fue capturado en Foz de Yguazú, Brasil, donde presuntamente se movía con un disfraz. Apelando a la Justicia brasileña, obtuvo la condición de asilado. En todo ese tiempo, siguió manteniendo vínculos con sus seguidores, dirigiendo acciones políticas y dando entrevistas "desde la clandestinidad", presuntamente oculto por momentos en territorio paraguayo.
El ex presidente Raúl Cubas Grau se mantuvo asilado en Curitiba, Brasil, hasta que sorpresivamente regresó al Paraguay en el año 2002, e inmediatamente fue arrestado y procesado por cargos de corrupción y por conspirar para el asesinato del vicepresidente Argaña, de los cuales resultó absuelto en su totalidad. Anunció que se retiraba de toda actividad política. Su esposa, Mirta Gusinky, quien se separó de Raúl, siguió activando en la ANR.
El 21 de septiembre del 2004, su hija Cecilia Cubas (de 30 años de edad en ese entonces) fue secuestrada, y aunque Cubas pagó un rescate de 800.000 dólares estadounidenses, en febrero del 2005, el cuerpo de la mujer fue encontrado enterrado en una casa abandonada en la ciudad de Ñemby a las afueras de Asunción.
En el otro caso, investigado por separado, el de los asesinatos de los manifestante en la plaza, durante el Marzo Paraguayo, tampoco hubo significativos avances. Hubo 39 procesados inicialmente, pero solo el tirador que fue filmado disparando a la multitud, Walter Gamarra, fue condenado a 25 años de cárcel. En una entrevista concedida al diario Última Hora desde la prisión, en marzo de 2009, Gamarra reconoció haber disparado “a causa del fanatismo y el alcohol” y acusó de haber sido tomado como un chivo expiatorio, ya que no fue el único que disparó esa noche. “Mucha otra gente estaba allí disparando, pero siempre hay un chivo expiatorio”, recalcó.
El 28 de junio de 2004, Oviedo retornó al Paraguay y decidió someterse por propia voluntad a la Justicia, para enfrentar los cargos acumulados en contra suya, tanto los del intento de golpe del 96 como por las muertes del Marzo Paraguayo. Fue detenido y trasladado a la Prisión Militar en Viñas Cué, en las afueras de Asunción.
El 23 de julio de 2007, Oviedo logró que un recurso de Habeas Corpus sea admitido ante la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia paraguaya, y obtuvo su libertad provisional en el proceso por el asesinato de Argaña.
Otro Habeas Corpus fue admitido en julio de 2007, logrando su libertad provisional en el proceso por la masacre de jóvenes del Marzo Paraguayo. En este caso, los abogados de Oviedo pretendieron cobrar las costas del proceso a los familiares de las víctimas, unos 785 millones de guaraníes. Los familiares de las víctimas del Marzo Paraguayo sostienen que la Justicia cedió a los lazos de corrupción que protegen a Oviedo y sus seguidores, favoreciendo la impunidad.
El 30 de octubre de 2007, la Corte también absolvió a Oviedo y dejó sin efecto la condena de 10 años por el intento de golpe de 1996.
Uno por uno, utilizando sus fuertes influencias en la Justicia Paraguaya y el poderoso aparato de abogados que siempre supo manejar, Oviedo logró desvincularse de todas las acusaciones y procesos en su contra y recuperar su plena libertad.
La mayoría de las últimas resoluciones a favor se obtuvieron durante la presidencia de Nicanor Duarte Frutos, por lo cual se habló de una alianza entre el último presidente colorado y el exmilitar.
Lino Oviedo falleció trágicamente en la noche del 2 de febrero de 2013, cuando regresaba a la Capital de una gira proselitista por la zona de Concepción. El helicóptero Robinson 44 que lo transportaba, en compañía del piloto y su guardaespaldas, se precipitó a tierra, falleciendo los tres tripulantes.
Llamativamente, la muerte del considerado último caudillo militar en la política paraguaya, ocurrió exactamente a 24 años del golpe que derrocó a la dictadura, de la que Oviedo fue protagonista y donde iniciara su azarosa carrera política.

Odessa en Paraguay: El viaje final del Carnicero de Riga

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Acusado de matar a 30.000 judíos, Eduard Roschmann, El carnicero de Riga, llegó en julio de 1977 a Asunción, huyendo de un intento de extradición desde la Argentinaa, portando la identidad falsa de Federico Wegener. No pudo obtener la ayuda de los nazis paraguayos, como si la tuvo anteriormente su colega Josef Mengele, el Ángel de la Muerte. Roschmann murió en Clínicas, el hospital de los pobres, solo y desamparado. El destino final de su cadáver sigue siendo un misterio.

Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

El hombre que bajó del ómnibus de La Internacional, en la terminal de la empresa Brújula Turismo, sobre la calle Presidente Franco casi Colón, en la zona portuaria de Asunción, no se parecía en nada al actor suizo-austriaco Maximilian Schell, quien tres años antes lo había encarnado en la aclamada película Odessa, dirigida por Ronald Neame.
Al contrario del apuesto y despiadado oficial nazi que aparece en la pantalla, el recién llegado parecía un abuelo cansado y obeso, con poco pelo y grueso bigote, que sudaba copiosamente ante el calor de la siesta paraguaya y rengueaba con dificultad, arrastrando una ajada maleta.
Era el 7 de julio de 1977, cerca de las 15.00. El hombre que llegaba huyendo desde Argentina con una identidad falsa no era otro que el buscado criminal nazi Eduard Roschmann, apodado El Carnicero de Riga, a quien el  novelista inglés Frederick Forsyth había puesto en el foco mundial con su libro The Odessa files (o simplemente Odessa, en que se basó la película), relatando las atrocidades que cometió como comandante del gueto de Riga, en Letonia, durante la Segunda Guerra Mundial, donde se le acusa de haber asesinado a 30.000 judíos.
En las inmediaciones de la terminal de Brújula estaba el bar copetín Pez Mar, donde Roschmann entró a beber una gaseosa. Con su dificultoso español preguntó al dependiente si conocía un hotel “que no sea muy caro”.
El encargado del bar era un ciudadano chino, quien le contó que él vivía en una pensión familiar donde había camas disponibles. Roschmann se mostró interesado y el chino le anotó la dirección en una servilleta.

Foto en portada del diario Ultima Hora, en la edición del jueves 11 de agosto de 1977.

La vieja pensión de la calle Iturbe

Alrededor de las 16.00, un taxi lo dejó frente a una casona de la calle Iturbe 859, casi Manuel Domínguez, donde funcionaba la Pensión Ríos, propiedad de Juana Echagüe viuda de Ríos. Cuarenta años después, la fachada sigue igual, pero ahora el local pertenece al Estudio Jurídico Riera Abogados, que integra el  ministro de Educación, Enrique Riera, junto a otros socios.
El costo del alojamiento era 400 guaraníes por día, que incluía la cama en una habitación compartida y las comidas. Roschmann pagó diez días de permanencia.
“Vino recomendado por uno de los chinos que eran nuestros pensionistas, por eso no hubo problemas en alojarlo. Tenía una cédula de identidad argentina, a nombre de Federico Wegener y con ese nombre se registró en la pensión”, relató Aníbal Ríos, uno de los dueños del local, en una entrevista con Última Hora, semanas después de la llegada del criminal nazi.
“Era un pensionista normal. Incluso mi madre le comentó a uno de mis hermanos: ‘Ojalá que todos fuesen como Wegener… ¡si hasta para ir al baño pide permiso!”, describió Ríos.
Hablaba español, no fluidamente, pero se hacía entender sin dificultades. Salía poco a la calle y se pasaba gran parte del tiempo leyendo en la habitación. La dueña de la pensión le preguntó a qué se dedicaba y el huésped le dijo que era comerciante, que había venido al Paraguay a buscar a una familiar suya, de ascendencia alemana.
Roschmann trataba de hacer contacto con la misma organización local, vinculada a Odessa (la red secreta internacional que ayudaba a los nazis a escapar de la Justicia),  que había brindado protección a otro criminal de guerra, el médico Joseph Mengele, el Ángel de la Muerte, que entre 1959 y 1963 vivió oculto en Paraguay, pero en los años 70 la acción del grupo se había vuelto mucho más hermética, ante la fuerte vigilancia y presión internacional que ejercían los “cazadores de nazis” como Simon Wiesenthal y Beate Klarsfeld, que tenían al país bajo la lupa.  

La identidad falsa de Roschmann, con ciudadanía argentina.

Orden de captura y extradición

Nacido en Graz, Austria-Hungría, en 1908, Eduard Roschmann se afilió al Partido Nazi de su país en 1938. Fue integrante de las SS de Adolf Hitler y enviado como comandante al Campo de Concentración de la ciudad portuaria de Riga, en Letonia, y del gueto judío, donde se mantuvo hasta 1944. Se le acusa de ser responsable de la muerte de la mayoría de los más de 30.000 judíos que vivían en el lugar, a quienes mandaba fusilar o ahorcar en los bosques cercanos. Por sus métodos crueles, su nombre inspiraba terror entre sus víctimas.
Tras huir ante la avanzada soviética al final de la guerra, Roschmann fue arrestado por los británicos en 1947.  A pedido de los norteamericanos, fue evacuado a Alemania. Durante el viaje en tren pidió ir al baño y aprovechó para saltar por la ventanilla. En su travesía a través de los campos nevados se le congelaron los pies, por lo cual debieron amputarle cuatro dedos, lo cual años más tarde ayudaría a que su cadáver pueda ser identificado en Asunción.
Roschmann había llegado a la Argentina en 1948, huyendo con un pasaporte de la Cruz Roja, a nombre de Federico Wegener.
Allí pudo montar un negocio de venta de maderas, con ayuda de una fundación nazi. A pesar de que había dejado a su primera esposa en Graz, se casó en Argentina con su secretaria y fue acusado de bígamo por su anterior mujer. En 1957 decidió volver a Austria y, al llegar, fue procesado hasta que se anuló su segundo matrimonio. Al año siguiente viajó por varios países de Sudamérica, vivió un tiempo en Brasil y nuevamente se radicó en la Argentina, donde en los años 60 obtuvo la nacionalidad argentina, con su nombre falso Federico Wegener.
En 1963, un tribunal de Hamburgo emitió una orden de arresto en su contra, pero recién en 1976 el Gobierno argentino aceptó conceder la extradición. Para entonces, Frederick Forsyth ya había publicado su novela The Odessa files (1974) y en 1976 se estrenaba la película Odessa, con John Voigt como protagonista, y Maximilian Schell encarnaba en la pantalla a un Roschmann perverso y cruel. La literatura y el cine acababan de convertirlo en un personaje famoso, a quien ya le iba a resultar difícil pasar inadvertido,
Alarmado ante el riesgo de ser capturado, Roschmann hizo apuradamente una maleta y abordó el primer ómnibus rumbo al Paraguay.
Tenía 63 años de edad, sufría de una afección cardiaca y caminaba dificultosamente porque le habían amputado cuatro dedos de los pies, pero confiaba en que Odessa y los nazis paraguayos le iban a brindar ayuda y protección.
Leyendo una vieja novela en idioma alemán, el único libro que había logrado traer consigo en la maleta, en la soledad de la vieja pensión, Roschmann esperó en vano el contacto con los nazis paraguayos y la angustia de la espera afectó a su enfermo corazón.

El informe de la autopsia a Federico Wegener (Roschmann) en Clínicas.

Los últimos días en Clínicas

El día 26 de julio de 1977, el criminal nazi había amanecido con la cara roja, sin poder respirar, lo cual alarmó a los dueños de la pensión.
“Mi mamá fue a verlo y reconoció que era un ataque cardiaco. Mi padre había muerto de una enfermedad similar. Así que llamó un taxi y mi hermano, Epifanio Ríos, con una empleada, Mirtha González, lo llevaron urgente al Hospital de Clínicas”, había relatado Aníbal Ríos, hijo de la dueña de la pensión.
Con el mismo nombre falso de Federico Wegener, Roschmann fue admitido prácticamente en estado de coma e internado en la cama 16,  sala B, de la Primera Cátedra de Clínica Médica.
No había nadie que se hiciera cargo del paciente, salvo los dueños de la pensión, que llamaban por teléfono a conocer su estado, y en más de una oportunidad le compraron los medicamentos que necesitaba.
“Nadie vino a visitarle, nadie se interesó por su salud. Solamente la persona que le trajo (Epifanio Ríos, hijo de la dueña de la pensión), dejó un número telefónico, 45082, indicó que allí debíamos recurrir si pasaba algo peor”, relató el entonces director del Hospital de Clínicas, doctor Alberto Echeverría.
Al no tener parientes, Roschman fue considerado uno más de los muchos pacientes indigentes y abandonados que eran remitidos diariamente al llamado “hospital de los pobres”.
La atención que le brindaron, sin embargo, le permitió al pacien te tener una considerable recuperación.
“En la evolución el paciente mejora, recupera la lucidez, los signos de neumopatía mejoran paulatinamente. Tratado con digitálicos, diuréticos, traquetomía, penicilina cristalina y clorafenicol. Presentó además diarrea, que cedió con medicación”, escribieron en su historia clínica.
Tanta fue la mejoría, que Roschman pudo levantarse y dar paseos por el hospital, hasta que en una ocasión, el día 4 de agosto, con acuerdo de una de las enfermeras, pudo salir por unas horas del hospital, abordar un taxi y retornar a la pensión de la calle Iturbe para retirar su maleta y sus pertenencias.
“Cuando llegó, le dio un susto a mi gente, porque todavía estaba abierta su herida con la traquetomía, pero podía movilizarse bien y le ayudamos a juntar todas sus cosas y a volver en un taxi al hospital”, relató Anibal Ríos, de la Pensión Ríos.
En los días siguientes, la salud del criminal nazi volvió a deteriorarse.
“Como era previsible, la situación del paciente fue empeorando, hasta que le resultaba sumamente difícil respirar. Es por eso que se le sometió a un electrocardiograma. Esa operación tuvo a su cargo la señora Magdalena de Oliveira. Posteriormente, su muerte fue inevitable”, relató el director de Clínicas, Alberto Echeverría.

El registro de la muerte de Roschmann, en su historia clínica,

 La muerte que se volvió un escándalo político

“En la madrugada del 10 de agosto de 1977, el paciente tiene convulsiones toniclocónicas, está cianótico, pulso indeterminado, presión arterial 0”, indicaba el registro de la historia clínica de Eduard Roschmann, entonces todavía identificado como Federico Wegener, en el Hospital de Clínicas de Asunción.
En seguida se registraba escuetamente su momento final: “Al cabo de 15 a 20 minutos, paro respiratorio”.
Hasta entonces, el anciano con cédula argentina era un paciente indigente más que había fallecido, de los muchos pacientes que llegan diariamente al “hospital de los pobres” y en muchos casos se mueren.
Así que con él también se aplicó el trámite de rutina: se lo trasladó a la morgue, que quedaba detrás del hospital.
Si nadie reclamase el cadáver en algunos días, sería destinado para la práctica de los estudiantes de medicina.
Pero alguien en Paraguay sabía que Federico Wegener era en realidad Eduard Roschmann, “el carnicero de Riga”, uno de los criminales nazis más buscados internacionalmente, y ese dato se lo transmitió a un periodista del diario ABC Color, que en la edición del día siguiente, 11 de agosto de 1977, sorprendió con una auténtica primicia periodística, con un gran título a seis columnas en su portada: “Un criminal de guerra nazi murió ayer en el Hospital de Clínicas”.
En su edición de esa misma tarde, el diario Última Hora (que en esa época era vespertino), trajo en portada la foto de la pensión de la calle Iturbe, en la que Roschmann estuvo alojado durante 15 días y en su página interior una entrevista con la dueña, Juana Echague, y con su hijo, Anibal Ríos. Además, un informe acerca de cómo había muerto el criminal, con versiones de los médicos y enfermeras que lo atendieron.
La revelación generó un gran impacto y atrajo el interés de la prensa internacional, convirtiéndose en un gran escándalo político.
Se fortalecía la imagen de que el Paraguay se había convertido en un refugio para criminales internacionales, aunque en este caso no existen indicios de que Roschmann haya recibido algún tipo de protección del régimen.
Al principio surgió la duda de que el hombre que había muerto en Clínicas realmente fuera Roschmann, cuando el célebre cazador de nazis, Simon Wiesenthal, dijo en diálogo telefónico con los medios de comunicación que podía tratarse de una treta para ocultar el paradero del verdadero criminal. Finalmente, tras comprobarse que le faltaban cuatro dedos en los pies, Wiesenthal aceptó que el muerto era realmente Roschmann. La Interpol también ayudó a confirmar la identidad.
La Cátedra de Anatomía Patológica de la Facultad de Ciencias Médicas dispuso que un equipo médico practique una autopsia al cadáver de Wegener-Roschmann. Fueron designados para ello los médicos José Bellasai, Pedro Rolón y Hernán Godoy.
“Fue una autopsia rutinaria, que se hacía habitualmente a muchos pacientes que fallecían. En ese momento aún no teníamos la dimensión de quien era Roschmann, hubiéramos hecho un examen mucho más detallado”, recuerda el doctor José Bellasai.

El ataque a la Fiambrería Alemana, en represalia contra quien identificó a Roschmann.

 La identificación de Emilio Wolff

Emilio Wolff, empresario judío, dueño de la Fiambrería Alemana en Asunción, fue un sobreviviente de campos de concentración durante la Segunda guerra Mundial y conoció personalmente la crueldad de Eduard Roschmann, cuando estuvo prisionero en el campo de concentración de Auschwitz II-Birkenau.
Wolff fue uno de los primeros en afirmar que la persona que murió en Clínicas como Federico Wegener era el Carnicero de Riga. Incluso, una de las versiones más insistentes sostienen que fue el propio Wolff el informante anónimo que pasó el dato a los periodistas del diario ABC Color, lo cual lleva a suponer que el empresario judío ya conocía de la presencia del criminal nazi en el país, con identidad falsa.
“¿Cómo no lo voy a conocer? A Roschmann lo he visto en varias ocasiones en Birkenau, Polonia, en donde estaba otro de los campos de concentraciones, o en otros términos, otro sitio de carnicería humana. Fui testigo de sus crueldades, de la horrible matanza de decenas de prisioneros. Por eso, cuando miré el cadáver, dije: ¡Exacto! Es el mismo Roschman. No me cabe ninguna duda”, aseguró Wolff a Última Hora en agosto de 1977.
El empresario judío contó que estuvo prisionero de los nazis por siete años y nueve meses. “En el campo de concentración y en mi presencia mataron a mi padre, mataron a mi madre y mataron también a mi hermana, que tenía un mellizo”, relató.
“Este Roschmann fue uno de los sanguinarios nazis, que no en balde recibe el sobrenombre de ‘Carnicero de Riga’, merecía peor muerte”, indicó.
Tras la publicación de la entrevista, el local comercial de Emilio Wolff, la Fiambreria Alemana, que quedaba sobre la calle Luis Alberto de Herrera, en la esquina con Independencia Nacional, fue atacado a balazos por dos desconocidos, en la madrugada del sábado 13 de agosto de 1977.
El periodista César Insfrán, entonces integrante de la Redacción de ÚH, fue un testigo presencial del ataque. Describió que un automóvil Ford, de color azul y techo blanco, paró frente al local y uno de los dos ocupantes, el que estaba en el lugar del acompañante, “descendió y sin pérdida de tiempo abrió fuego contra la fiambrería. Se escucharon tres disparos y luego otros tres”.
Posteriormente, los atacantes huyeron del sitio, uno de ellos a pie y el otro con el vehículo Ford.
“Presumimos que el atentado habrá sido por las declaraciones de mi padre a los diarios, acerca de la identidad de Roschman”, dijo uno de los hijos de Emilio Wolf, tras el incidente.
El ataque  causó aún mayor conmoción en el ambiente político asunceno, en torno a la muerte del criminal de guerra. “¿Actúan nazis en Paraguay”, era el título de otro artículo publicado por ÚH, en el cual se aseguraba que la comunidad judía esperaba nuevos ataques tras la muerte del criminal de guerra en Asunción.

El antiguo "hospital de los pobres" en Asunción, donde acabó el criminal nazi su largo viaje.

¿Qué pasó con el cadáver de Roschmann?

“El cadáver de Roschmann estuvo en la morgue del Hospital de Clínicas, hasta que unas semanas después desapareció misteriosamente”, sostiene el médico e investigador Alfredo Boccia Paz, quien también ejerció durante muchos años la medicina en el Hospital y es docente en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNA.
El destino del cuerpo del criminal nazi es uno de los misterios que hasta ahora no se han podido desentrañar, ya que no existen registros ni testimonios públicos conocidos acerca de quién retiró el cadáver, ni a donde se lo llevó.
El periodista argentino Alfredo Serra, quien en esa época escribía para la revista Gente, estuvo en Paraguay siguiendo las huellas de Roschmann a días de su muerte, en un reciente artículo publicado en el diario digital Infobae asegura que el cadáver del criminal acabó bajo el bisturí de prácticas de los estudiantes de medicina de la UNA.
El patólogo y forense José Bellasai, quien participó de la autopsia de Roschmann, asegura que el dato brindado por Serra es falso.
“No se destinaban los cadáveres sometidos previamente a autopsia a prácticas de estudiantes, y menos aún se hubiera procedido de ese modo cuando ya existía certeza de que era un criminal nazi buscado internacionalmente”, sostiene Bellasai, quien también conoce la versión de que el cuerpo fue retirado del lugar, pero no se conoce la identidad de quienes lo hicieron.
Hasta ahora hay algunas versiones que fueron compartidas con el autor de esta nota, por parte de fuentes que pidieron permanecer en el anonimato, por lo cual no daremos los nombres de las personas a las que mencionan, ya no que estos datos aún no han podido ser confirmados.
La primera versión es que un conocido empresario, ya fallecido, muy vinculado al entonces dictador Alfredo Stroessner, fue quien ordenó a un grupo de hombres de su confianza a que retiren el cadáver de la morgue de Clínicas “sin dejar rastros” y lo sepulten en una fosa anónima, en un cementerio de la capital, para “evitar que los judíos tomen revancha con el cuerpo”.
La otra versión es que un grupo comando de nazis paraguayos, a quienes Roschman no pudo contactar en vida, fueron quienes rescataron su cuerpo, valiéndose de altas influencias con la gente del régimen stronista, y lo sepultaron en lugar que es una especie de mausoleo nazi, donde acostumbraban realizar ceremonias rituales secretas. Esta versión sostiene que fueron miembros de este grupo los que balearon la Fiambrería Alemana, en la madrugada del sábado 13 de agosto de 1977.
Una tercera versión sostiene que las propias autoridades de la dictadura dispusieron que el cadáver sea retirado y entregado en secreto a familiares de Roschman, presumiblemente a su segunda esposa en Argentina, una mujer llamada Edith Redemacher, que vivía en una casa sobre la calle Guiraldes 824, en Buenos Aires, para quien Roschman dejó una nota final entre sus pertenencias.
Sea cual sea la versión real, es parte de los interrogantes que aún faltan esclarecer, a 40 años del viaje final del Carnicero de Riga, que concluyó en el “hospital de los pobres”, en Asunción. 

Periodismo y enmienda: ni criminalización, ni caza de brujas

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 Andrés Colmán Gutiérrez– Tw: @andrescolman

En este critico abril, los comunicadores nos aproximamos a la conmemoración del Día del Periodista Paraguayo (26 de abril) y a la recordación del asesinato aún impune de nuestro colega Santiago Leguizamón, en medio de una sorda guerra política que no solamente nos divide en una grieta cada vez más profunda, como al resto de la sociedad, sino que nos sitúa especialmente como protagonistas de la información y la propaganda, nos pone como blanco de críticas, ataques, odios, amores, rencores y pasiones.
Inevitablemente, como siempre ocurre en los grandes conflictos históricos (lucha contra la dictadura; intento de golpe abril 1996, Marzo Paraguayo…), a los periodistas nos cuesta mantenernos neutrales y acabamos casi inevitablemente tomando partido. Aunque lo ideal es que no perdamos una óptica profesional, también somos ciudadanos y compartimos las angustias y esperanzas, los dolores y los ideales del resto de la gente.
En esta ocasión, cuando desde el primer momento el oficialismo colorado cartista planteó el plan de forzar la enmienda de la Constitución para lograr la reelección de Horacio Cartes, con la posterior alianza con los sectores políticos aliados por Fernando Lugo y Blas Llano, la mayoría de los periodistas de los principales medios de comunicación entendimos que esa acción llevaría a violar la Constitución y por tanto asumimos posturas en contra, en nuestras respectivas columnas de opinión, en nuestras opiniones personales en redes sociales y en entrevistas que nos solicitan en otros medios, aunque en un importante número hemos tratado de que nuestra tarea informativa no deje de ser plural y recoja todas las aristas y todas las voces del conflicto. Quizás no siempre lo hayamos conseguido.

Coincidentemente, nuestras posturas de muchos en el gremio han coincidido con las líneas editoriales de los principales medios, lo cual ha llevado a que desde el sector oficialista nos acusen de expresarnos siguiendo los dictados de nuestros empleadores, principalmente los empresarios Zuccolillo y Vierci, como si en nuestra larga trayectoria profesional no hayamos demostrado de modo suficiente que podemos pensar por cabeza propia y tener nuestras propias ideas.
A partir de esta postura, en la medida en que se radicalizaban las posiciones, hemos sido acusados de ser “ratas de la oligarquía”, “sicarios mediáticos”, “empleaditos de Vierci y Zuccolilo”, etc.
En el gremio han existido y existen también colegas más identificados con la izquierda, específicamente más próximos al Frente Guasu, que han sostenido libre y públicamente sus posturas a favor de la enmienda, argumentando que el referéndum sobre la enmienda permitirá una participación democrática del pueblo, y sobre todo defendiendo la opción de que Fernando Lugo sea habilitado, por creer ellos que es el único candidato “con una opción progresista”, capaz de vencer a los colorados. Por esta posición hoy se los acusa de ser “cómplices de los violadores de la Constitución”, “títeres de Lugo y Cartes”, y también son víctimas de ataques mediáticos, escraches y amenazas…
En otro sector se encuentran muchos colegas que trabajan para los medios del Grupo Cartes, donde hay que distinguir muy bien a los pocos y conocidos mercenarios que se ocupan de lo que en el ambiente denominamos TS (trabajo sucio), manipulando la información para defender al Gobierno, propagar mentiras y atacar a los adversarios… de una gran cantidad de colegas que cumplen una tarea informativa digna, y para quienes el periodismo es una auténtica vocación de servicio a la sociedad, además de un elemental medio de subsistencia.

Hay dos ejemplos últimos de la situación a la que hemos llegado.

-Uno de ellos es el que afecta la querida colega y amiga Mercedes Menchi Barriocanal, a quien -junto a su marido Oscar Acosta y a otros colegas- los cartistas, luguistas y llanistas han acusado de haber sido los instigadores de los hechos de violencia que desembocaron en el incendio del Congreso y en el asesinato de un joven liberal en manos de la Policía, en la noche del viernes 31 de marzo.
Cualquiera que conozca a Menchi, a Oscar, a Santula… y que haya seguido de cerca sus trabajos, saben que eso es mentira. La quizás recargada pasión ciudadana que ponen en informar y opinar desde sus respectivas posturas cívicas o políticas jamás puede asociarse a nada de violencia. Es lo que el propio Oscar calificó como “la criminalización de la labor periodística”.
Casi todos hemos escuchado la voz quebrada de Menchi ante las amenazas proferidas contra ella y su familia, como también su firme determinación de no renunciar a sus convicciones (me hizo recordar una dura etapa de las investigaciones del programa televisivo El Ojo, en los años 90, cuando sicarios del narcotráfico también la amenazaron y persiguieron a ella y a su productor Augusto Barreto, incluso con un grave intento de secuestrar a una de sus hijas).

-El otro ejemplo más reciente y sonado es el de la también querida amiga y colega Yolanda Yota Park, quien este martes 4 de abril renunció a las dos emisoras de radio del Grupo Cartes, Montecarlo y 970, de la que era una de las figuras principales como comunicadora. En los últimos días, Yota fue blanco de fuertes críticas y ataques, principalmente en las redes sociales, solamente por trabajar para las empresas de la familia del presidente, y por acompañar en las programaciones a dos periodistas que si asumían abiertamente la defensa de los intereses del sector cartista.
Fiel a su estilo, Yota trató de permanecer neutral en un conflicto que cada vez polariza más a los paraguayos… pero aparentemente no lo consiguió. Su renuncia fue un gesto digno y aunque uno pueda no estar de acuerdo con algunos términos de su carta manuscrita de despedida, en donde expresa “esta no es mi lucha, nunca lo fue”, su gesto de renuncia indica otra cosa: Desde ese momento, con ese gesto, también –incluso en contra de su propia visión- ha acabado tomando partido, porque tiene un efecto político: Su salida priva a los medios del Grupo Cartes de una de las últimas figuras con buena credibilidad y alta empatía con el público.

Este momento crítico que los periodistas estamos viviendo, junto con toda la ciudadanía, lo debemos asumir como un gran desafío para nuestro oficio.
Es el momento en que debemos salir a pedir y exigir: ¡No a la criminalización del trabajo periodístico! ¡No a la “cacería de brujas” contra los colegas que piensen de modo diferente!
Una buena comunicación, transparente, responsable, investigativa, analítica, es necesaria… ¡más que nunca!
No renunciemos a nuestras pasiones, a nuestras convicciones cívicas o políticas… pero tratemos de preservar la profesionalidad de nuestro trabajo, pensando en la utilidad que este puede seguir teniendo para la ciudadanía.

Que este mes de abril, mes de los periodistas paraguayos, nos sirva como espacio de reflexión y reafirmación de nuestras convicciones.

Paraguay, el luminoso espejo roto

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“El Paraguay es como un gran espejo muy luminoso, que se ha roto en muchos fragmentos…”. 
(Augusto Roa Bastos).
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(Una re-elaboración de artículos escritos para medios de prensa internacional…)


Por Andrés Colmán Gutiérrez  - @andrescolman

Habíamos visto tantas cosas en este país, pero nunca se nos ocurrió que veríamos arder al edificio del Congreso Nacional en medio de la noche, rodeado de personas enfurecidas arrojando piedras, rompiendo vidrios, destruyendo documentos, arrancando placas de senadores y quebrándolas ante la llamativa ausencia de policías y la tardía llegada de los bomberos.
Ese simbólico edificio de la República, habitado por una clase política cada vez más desprestigiada, envuelto en llamas ante las cámaras en vivo de la televisión, era a su vez un símbolo fuerte e impactante, al que cada uno le otorgaba su propio particular significado.
¿Fue acaso el incendio del Congreso un caso de vandalismo prefabricado y dirigido como una maquiavélica maniobra política, o fue solamente un espontáneo acto de indignación popular desbordada…?
¿Fue una obra de patoteros infiltrados en medio de una manifestación  que buscaba ser pacífica, un operativo perversamente planificado por los líderes de la oposición para golpear al Gobierno, o un hecho estimulado por el propio líder del Ejecutivo para perjudicar a su hoy principal aliado y su mañana probable principal adversario en una hipotética reelección…?
Más allá de las muchas teorías sobre conspiraciones reales o imaginadas, el Paraguay vuelve a sufrir uno de los momentos más críticos de su endeble y golpeada democracia, con las escenas de una criminal y violenta represión estatal, solo comparable a la peores épocas de la dictadura, con agentes de la Policía tomando por asalto y sin orden judicial la sede del segundo partido político más importante del país y asesinando a sangre fría a un joven dirigente liberal.
El Paraguay se encuentra otra vez fragmentado, pero esta vez con una grieta distinta, más desgarradora. La crisis divide y enfrenta a amistades de toda una vida, a compañeros y compañeras de causa, a militantes de izquierda y de derecha, a colegas y parientes.
Personas que han compartido luchas históricas y que arrastran solidarios lazos afectivos, hoy se atacan unas a otras con insultos y amenazas en las redes sociales de internet y en los grupos de Messenger o WhatsApp, se borran o se bloquean mutuamente en sus cuentas de Twitter o en sus perfiles de Facebook, según cuál sea la postura que asumen, en contra o a favor del proyecto de enmienda de la Constitución para habilitar la reelección  presidencial.
Violadores de la Constitución, ratas de la oligarquía,  asesinos, narcoterroristas, cómplices de Cartes y Lugo, empleaditos de Zuccolillo y Vierci, sicarios mediáticos… son algunos de los epítetos que se intercambian desde uno y otro bando, en una pelea que no solo provoca rupturas afectivas o ideológicas, sino que levanta muros de intolerancia cada vez más altos, cerrando las posibilidades a la reflexión o el diálogo.
¿Cómo diablos hemos llegado a este punto…?
O como diría un personaje de novela de Vargas Llosa: ¿En qué momento se jodió el Paraguay…?
Intentemos buscar juntos algunas respuestas, tratemos de entender lo que hemos vivido y sufrido en estos días y, por sobre todo, busquemos responder la esencial pregunta que nos desvela: ¿Y ahora, qué…?

Panorama tras la primera represión en la tarde del viernes 31. (Foto: Fernando Calistro, ÚH).
El ADN de Caín y Abel

Entre la magia y la maravilla, el Paraguay también arrastra una larga historia de rencillas entre hermanos y compatriotas, como si los habitantes de este territorio mediterráneo lleváramos en nuestro metabolismo el ADN de Caín y Abel.
Veamos una breve lista incompleta: Los lopistas y los legionarios durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Las revueltas entre los saco puku y los saco mbykyliberales en 1922. La Guerra Civil de 1947. Los que apoyaban a la dictadura de Stroessner (1954-1989) y los que estábamos en la resistencia. Los argañistas y los oviedistas en la década del 90. El Marzo Paraguayo de 1999, con dos países enfrentados a muerte en las plazas del Congreso.
Muchos de estos enfrentamientos eran quizás peleas de grandes caudillos, pero también eran choques de proyectos políticos y hasta de modelos distintos de país.
Ante la incapacidad de confrontar con las ideas y con la participación popular democrática, se optaba –se sigue optando- por recurrir a la fuerza, a la ilegalidad y hasta a las armas, dejando casi siempre un lamentable saldo de pérdidas de vidas humanas.
Una gran responsabilidad política en esta larga historia de autoritarismo y violencia la tuvo, y la sigue teniendo, el principal partido político del Paraguay, el de la Asociación Nacional Republicana, Partido Colorado, que sostuvo por 35 años a la dictadura de Stroessner y que siguió gobernando en democracia, con apenas una cosmética reconversión, manteniendo el aparato represivo y la corrupción, además de sumar en las últimas décadas la activa participación de la narcopolítica.
Esa responsabilidad en las prácticas violentas también es compartida por el otro gran partido centenario, el Partido Liberal, que junto a su heroica tradición de resistencia ante la dictaduras también promovió, a través de la historia, varios golpes de Estado, revoluciones y guerrillas.
Tampoco hay que olvidar a las fuerzas políticas de izquierda, que en su clásica concepción de la toma del poder, hasta hace poco tiempo seguían incluyendo la opción por la lucha armada.

El diputado liberal Edgar Acosta, herido por policias, el viernes 31. (Foto Última Hora).

El quiebre de Lugo y el caso Curuguaty

Gran parte de la crisis que hoy padecemos tiene sus raíces en el cambio político ocurrido en abril de 2008, cuando el ex obispo Fernando Lugo, al frente de una alianza entre el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y agrupaciones de izquierda, ganó las elecciones y puso fin a seis décadas de permanencia del Partido Colorado en el poder.
El gobierno de Lugo cumplió poco de lo prometido en su campaña electoral, pero le dio un sentido de gratuidad a la salud pública, mejoró las políticas de asistencia a sectores humiles y vulnerables de la población y otorgó una proyección popular a la cultura desde el Estado. Se desgastó en rencillas internas, sufrió los escándalos de las revelaciones sobre sus hijos presuntos o verdaderos y su mayor error fue descuidar la alianza con sus socios liberales, creyendo quizás que la izquierda tendría la fuerza suficiente para sostenerlo.
La masacre de Curuguaty, el 15 de junio de 2012, que dejó 11 campesinos y 6 policías muertos, fue maquiavélicamente aprovechada por una mayoría de legisladores colorados y liberales, junto a otros aliados, para expulsarlo del poder, con un golpe parlamentario revestido de juicio político express, dejando la presidencia al liberal Federico Franco, cuyo gobierno fue un festín de corrupción que abrió las puertas  para que el Partido Colorado retorne al gobierno en el 2013, de la mano del controvertido y multimillonario empresario outsiderHoracio Cartes. 
Aquel golpe a la institucionalidad democrática, además de ocasionar sanciones internacionales al Paraguay, dejó heridas profundas en la sociedad. Se instaló una nueva división entre golpistas y anti-golpistas, se replanteó una cultura de la resistencia ante un reinventado gobierno colorado que avanzaba como aplanadora con su imagen de modernidad, eficiencia empresarial y macroeconomía neoliberal exitosa, logrando aprobar leyes de militarización y alianzas público privadas, mientras se criminalizaba la lucha social y se intentaba frenar y perseguir todo proyecto con olor a socialismo.
Uno de los conflictos más traumáticos en esta etapa fue la farsa del juicio sobre la masacre de Curuguaty, totalmente parcial y politizada, que solo investigó la muerte de los 6 policías y no de los 11 campesinos, condenando a los labriegos a altas penas carcelarias, reafirmando la imagen de una Justicia totalmente sometida al mismo poder político y económico que había dado el golpe contra Lugo.
En todos estos años, las piezas del ajedrez político se fueron moviendo con pintorescas e insólitas variantes:
-Un sector importante los liberales, liderados por Blas Llano, se volvió aliado del oficialismo colorado, mientras otro sector, liderado por Efraín Alegre, se declaró opositor.
-Un sector importante de los colorados, liderados por Marito Abdo, rompió su alianza con el cartismo y se convirtió en la principal disidencia interna.
-La izquierda que acompañó a Lugo en el gobierno se fue fragmentando, esencialmente en dos bloques: el Frente Guasu, donde Lugo continua como líder, y Avanza País, en donde emergió como principal figura el actual intendente de Asunción, Mario Ferreiro. Los partidos más pequeños, como UNACE,  PDP, Encuentro Nacional, Patria Querida y el febrerismo, se fueron posicionando en distintos bandos.
En este singular Juego de Tronos o House of Cards“a la guaraní”, Horacio Cartes perdió su mayoría en el Senado pero la conservó en Diputados, instaurándose una sorda guerra política que fue creciendo en intensidad, hasta que a mediados de 2016, el oficialismo colorado se dio cuenta de que Cartes debía continuar en el poder, por lo cual decidió impulsar contra viento y marea la enmienda de la Carta Magna, a fin de introducir la figura de la reelección.
La Constitución redactada en 1992, a pocos años de la caída de la dictadura, estableció en su artículo 229 que la reelección presidencial no podría ocurrir “en ningún caso”. El espíritu de este artículo era impedir que el entonces presidente militar, el general Andrés Rodríguez, sucumbiera a la tentación de ser reelecto y eternizarse en el poder, emulando a su consuegro Alfredo Stroessner, a quien él había derrocado tras 35 años de dictadura. 
Se suponía que cuando se instaure plenamente la democracia y solo hubiese presidentes civiles, ese especial artículo sería modificado, habilitando sin problemas la reelección.
Pero, en 27 años, eso no llegó a suceder…

El conflicto paraguayo en las pantallas de la televisión mundial.

La obsesión por el poder

Lo irónico es que la mayoría de los actores políticos paraguayos, así como los propios ciudadanos, no estamos en contra de la reelección. 
Es más, coincidimos plenamente en que la Constitución debe ser reformada, incorporando no solo a esta figura, sino a varias otras: revocatoria de mandato, ballotage, exclusión de listas sábanas, limitar periodos legislativos, etc. Solo que esta modificación debe hacerse en forma debida y sin violentar las normas.
Es decir, si el señor Horacio Cartes hubiese convocado en los primeros años de su gobierno a una Convención Nacional Constituyente para reformar la Constitución, tras un consenso con todos los partidos y sectores organizados de la sociedad, no hubiera hallado mucha resistencia, y él –al igual que los demás ex presidentes-, hubieran podido competir libre y democráticamente en las elecciones generales del 2018.
Pero lamentablemente no ocurrió así. El tema no le importó, ni a él ni al resto de la clase política. Todas las veces en que grupos de ciudadanos presentaron iniciativas para que se reforme la Constitución, éstas simplemente fueron enviadas al congelador. El propio Cartes, en las ocasiones en que los periodistas le consultaron, aseguró que no le interesaba para nada ser reelecto, ya que “la Constitución no lo permite”.
Pero aparentemente hay un bichito que inocula la obsesión por el poder y acostumbra picar a los mandatarios en su tercer o cuarto año de mandato. Es probablemente lo que le ocurrió al presidente Nicanor Duarte Frutos (2003-2008), recordado por un relativo buen gobierno en sus dos primeros años, pero al tercero empezó a derrapar y atropellar con todo, en su delirio por ser reelecto, lo cual le costó quedar en la historia como “el mariscal de la derrota”, al haber precipitado la caída electoral del partido colorado.
Picado por el mismo bichito, Horacio Cartes al principio trató de ocultar sus ganas, dejando que sus bases reclamen su reelección en cada acto de gobierno, en una campaña que fue subiendo de tono, hasta que la propia Convención Colorada de octubre de 2016 oficializó la campaña en busca del rekutu (en lengua guaraní significa literalmente: volver a clavar, hincar, apuñalar).
En el proceso, Cartes encontró a un inesperado aliado: el ex presidente Fernando Lugo, a quien él ayudó a derrocar por un golpe parlamentario en 2012, actual senador electo, quien tras ver que la mayoría de las encuestas le daban una alta intención de votos, también se encarameló con la posibilidad de retornar al poder. A la cruzada se sumó un tercer mosquetero, Blas Llano, ex presidente del PLRA, quien tras quedar relegado electoralmente como oposición interna en su partido, se embarcó en el proyecto Lugo 2018.
Un manifestante observa el incendio del Congreso desde un sillón robado del interior. (Foro: José Molinas, ÚH). 
Durmiendo con el enemigo.

El caso de Fernando Lugo resulta algo esquizofrénico, desde el punto de vista político.
El ex obispo siempre mantuvo una postura crítica contra la reelección, ya que fue precisamente su participación en una campaña contra el rekutudel colorado Duarte Frutos la que lo catapultó a la presidencia, en 2008. Como senador, tras ser destituido de la presidencia, su voto también ha sido constante en contra de la enmienda.
Entonces, ¿cómo respaldar una campaña a favor de su propia reelección, cuando él siempre estuvo en contra de esa posibilidad? ¿No sería demasiada incoherencia…? 
La estrategia fue que Lugo siga sosteniendo no estar de acuerdo con la enmienda de la Constitución, mientras sus cuatro senadores del Frente Guasu se aliaban con el cartismo y el llanismo para operar a favor de dicha enmienda, con el argumento de que el ex obispo es el único líder con una opción socialista, capaz de enfrentar y de vencer al modelo neoliberal de los colorados.
En el segundo semestre de 2016, Lugo empezó una gira por el interior del país, realizando actos políticos en varios lugares, “para hablar con la gente”, acción que el Partido Colorado denunció en noviembre de 2016 ante la Justicia Electoral como “campaña electoral engañosa”. Después, cuando se consumó la alianza con el Frente Guasu, se olvidaron de la denuncia.
Al principio, el abogado Marcos Fariña, asesor jurídico de Fernando Lugo, sostuvo la tesis de que el ex obispo no necesitaba de ninguna enmienda de la Constitución para presentarse a elecciones, ya que al haber sido derrocado antes de culminar su mandato, no entraba en la categoría de los demás ex presidentes y estaba habilitado para competir electoralmente. Esta peculiar interpretación de la Constitución despertó la burla de la mayoría de los juristas y hasta se inventó el término “fariñear” como sinónimo de distorsionar la Ley.
Al parecer, aunque la mayoría de los seguidores de Lugo repetían el mismo argumento, no estaban tan convencidos de su validez y “para asegurar” se embarcaron en la alianza con el cartismo y el llanismo, al principio en forma oculta y casi vergonzosa, pero luego ya abiertamente asumida.
Cartes y Llano fueron dos de los principales políticos que impulsaron el golpe parlamentario que destituyó a Lugo en 2012, pero ante los insistentes reclamos por la incoherencia de asociarse con sus ex verdugos, el ex obispo respondió católicamente que había llegado “el tiempo de perdonar”.

Huellas de la noche en que ardió el Congreso. (Foto: Andrés Colmán Gutiérrez).

¿Violamos las reglas…?

El proyecto de la enmienda tuvo un largo proceso de incubación, mientras se negociaban términos y condiciones entre los tres sectores aliados.
Desde el frente opositor, en el que coincidían la disidencia colorada, el oficialismo liberal y legisladores de partidos más pequeños, también se fueron diseñando estrategias para intentar frenar el proyecto reeleccionista.
En esta pulseada política, los opositores y disidentes dieron un golpe maquiavélico en agosto de 2016, cuando en una sesión extraordinaria del Senado madrugaron al oficialismo y a sus aliados, presentando ellos mismos un proyecto de Ley de enmienda de la Constitución para introducir la reelección, lo votaron y lo rechazaron en la misma sesión. De este modo buscaron evitar que se pueda presentar otro proyecto hasta agosto de 2017, ya que el reglamento legislativo dispone que no es posible dar entrada a algo similar hasta dentro de un año. Los oficialistas sostienen que aquella jugada fue ilegal.
Desde ese momento, el oficialismo y sus aliados amenazaron que presentarían igual el proyecto de enmienda, aunque las normas ya no lo permitían. Para ello empezó una verdadera “cacería de votos”, con alzas de cotizaciones en la bolsa política, para tratar de alcanzar los 23 votos que precisaban en el Senado y buscar imponer la aprobación del proyecto por la vía de los hechos consumados.
Se trató de dar legitimidad con una campaña de recolección de firmas a favor de la enmienda. En abril de 2017, el vicepresidente de la República, Juan Afara, junto a varias autoridades del Gobierno y del Partido Colorado, entregaron a la Justicia Electoral planillas con las firmas de más de 340.000 ciudadanos solicitando la enmienda. Sin embargo, tras un minucioso examen, se descubrió que 1.142 firmas eran de personas que ya murieron, 19.000 de no inscriptos en el Registro Cívico Permanente, más de 27.000 eran dobles firmas y 13.000 firmas coincidían con el nombre y apellido. Se sumaron denuncias de personas asegurando que se les obligó a firmar con engaño o bajo coacción, por tratarse de funcionarios públicos o de pobladores humiles que reciben subsidios. El caso acabó en un gran escándalo y en una denuncia formal ante la Justicia, que hasta ahora no resolvió la cuestión.

El edificio del Congreso, al día siguiente del incendio. (Foto: Andrpés Colmán Gutiérrez).

El estallido de la crisis

La crisis estalló el martes 28 de marzo de 2012, cuando los 25 senadores que responden a la alianza de Cartes, Lugo y Llano violaron las normas legislativas y en la práctica instalaron un “Senado paralelo”.
Para ello, ante la resistencia del presidente del Senado, Robert Acevedo, y el vicepresidente primero, Eduardo Petta, ambos del sector opositor, de declarar una sesión extraordinaria y admitir un proyecto de modificación de reglamento interno de la Cámara, el vicepresidente segundo, el colorado Julio César Velázquez, que en ese momento respondía al sector cartista, elevó la voz y declaró abierta la sesión extraordinaria, en medio de un escándalo de gritos y acusaciones. En seguida dio entrada al proyecto y lo giró a comisiones.
El incidente fue transmitido en vivo por la televisión y pudimos ver perfectamente que la argucia empleada por Velázquez era claramente  ilegal, ya que ni el presidente, ni el vicepresidente primero se habían ausentado del recinto, por lo tanto él no tenía atribuciones para sustituirlo, pero ese “detalle” no les importó a ninguno de los 25 senadores “pro-enmienda”, que luego se reunieron a puertas cerradas en la bancada del Frente Guasu y realizaron otra sesión paralela, en la que aprobaron con mucha rapidez su propio proyecto metido por la ventana, modificando el reglamento del Senado en tres artículos; los que ellos necesitaban para dar entrada y para aprobar el proyecto de la enmienda de la Constitución.
Esa acción abiertamente violatoria del martes 28 generó mucha indignación ciudadana, que se cristalizó en una gran marcha que reunió a unas 4.000 personas en la noche del jueves 30, con una caminata desde la Plaza Uruguaya hasta la Plaza de Armas, frente al Congreso. Allí, los principales líderes de la oposición y la disidencia llamaron a estar alertas, ante otra inminente maniobra para aprobar la enmienda.

Una imagen que recorrió el mundo: (Foto: José Molinas, ÚH).

La  noche en que ardió el Congreso

En la tarde del viernes 31 de marzo, los 25 senadores de la alianza Cartes-Lugo-Llano volvieron a reunirse en una pretendida “sesión extraordinaria” del Congreso, excluyendo a los otros 18 senadores opositores y disidentes, desconociendo la autoridad del presidente. A velocidad vertiginosa, aprobaron el proyecto de enmienda.
Tras conocerse la maniobra, grupos de ciudadanos acudieron a protestar ante la sede del Congreso, pero una fuerte dotación de policías cerró el paso. Al intentar cruzar las barreras, los agentes dispararon balines de goma a los cuerpos y rostros de los manifestantes, destrozando la mandíbula del diputado liberal Edgar Acosta, hiriendo al presidente del PLRA, Efraín Alegre y a un custodio que protegía al presidente del Senado, Robert Acevedo.
La salvaje represión fue observada en directo por televisión, motivando que más personas acudan a la plaza. La policía comenzó a replegarse cuando un grupo de manifestantes atropelló las vallas del Congreso, y tras romper las puertas ingresó al local, provocando serios destrozos y arrojando bombas molotov. En pocos minutos brotaron llamaradas de fuego en toda la primera planta.
“Se incendia el Congreso, parece toda una obra de arte de alta belleza estética”, comparó el músico Luis Szarán, director de la Orquesta Sinfónica Nacional de Asunción. En medio de la preocupación generalizada, muchas personalidades, en sus posteos en las redes sociales, consideraron que se estaba cumpliendo una especie de “justicia poética” contra una clase política caída en el desprestigio.
Al otro lado de la ciudad, un fastuoso escenario estaba listo para recibir al presidente Horacio Cartes a inaugurar el flamante mayor viaducto de Asunción, construido con una inversión de 22 millones de dólares. 
“Presidente: No nos abandones, queremos que continúes. El pueblo pide la reelección”, rezaban los carteles, que iban a coronar el lanzamiento de la campaña por un nuevo mandato. Ante el escándalo generado, Cartes prefirió no asistir y mandó al vicepresidente Juan Afara. El impacto propagandístico del “súperviaducto” quedó opacado por el incendio del Congreso y por las trágicas consecuencias que le siguieron.

El flamante viaducto iba a marcar el lanzamiento de la reelección, No pudo ser. (Foto: ÚH).
Policía en el local del PLRA tras disparar a Rodrigo Quintana. (Foto captura de video de seguridad).

La policía sale de cacería

-¡Han incendiado el Congreso…! ¿Cuántos detenidos hay?-, preguntó un asesor del presidente Cartes al comandante de la Policía Nacional, Críspulo Sotelo, poco antes de la medianoche del viernes.
-Todavía, ninguno…-, fue la respuesta del jefe policial. La enérgica orden que sobrevino fue salir a cazar prisioneros.
En una de las noches más negras que se recuerdan en los últimos años del Paraguay, los diversos cuerpos policiales efectuaron una redada indiscriminada por las calles céntricas, ignorando los más elementales derechos cívicos.
Además de capturar a muchos manifestantes en los alrededores del Congreso, procedieron a arrestar a personas que caminaban por las calles o que estaban cenando en bares céntricos. También varios automovilistas fueron interceptados por las patrullas policiales, obligados a descender y tumbarse cuerpo a tierra. Muchos fueron golpeados, esposados y conducidos a las comisarías. En total, 211 personas resultaron detenidas, muchas sin haber participado de la manifestación. Varios denunciaron haber sido torturados y que durante los agentes policiales les robaron sus pertenencias, especialmente dinero y teléfonos móviles celulares.
El episodio más criminal ocurrió a las 0.22 de la madrugada del sábado 1 de abril, en la sede del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), uno de los dos partidos más antiguos e importantes en la historia del Paraguay. Más de 30 policías ingresaron al local, sobre la calle Iturbe, sin portar orden judicial, rompiendo la puerta a golpes y efectuando disparos, provocando una corrida generalizada de quienes se hallaban adentro, principalmente jóvenes militantes de la organización política.
Rodrigo Quintana, un dirigente de 26 años de edad, presidente de un comité político del interior del país, fue alcanzado por un disparo de escopeta con balines de plomo, que le dejó 8 impactos en el cuerpo y lo dejó tendido en el piso. Las grabaciones de la cámara de vigilancia del local muestran que uno de los policías, luego identificado como el suboficial Gustavo Florentín, de la Agrupación de Seguridad, es quien dispara a Rodrigo y, tras verlo caído, lo pisa y lo deja agonizante. Los demás ocupantes son detenidos y arrojados cuerpo a tierra, a ninguno se le permite ayudar al compañero herido, hasta que el mismo muere irremediablemente, sin recibir auxilio.
Nunca, ni en las peores épocas de la dictadura, en el directorio de nuestro partido fuimos víctimas de una acción tan salvaje y arbitraria, totalmente fuera de la Ley”, asegura el presidente del PLRA, Efraín Alegre.
El escándalo del crimen provocó la destitución del ministro del Interior, Tadeo Rojas, y del comandante policial, Críspulo Sotelo. El Gobierno trató de presentar como único culpable al suboficial Florentin, pero diversas grabaciones en video demuestran que toda la cúpula policial estuvo involucrada en el ilegal operativo represivo.

Una versión más breve de este artículo, publicado en el semanario uruguayo Brecha.

El diálogo que no fue posible

En medio de una creciente indignación ciudadana, tras recibir una exhortación del Papa Francisco y de la embajada de Estados Unidos, el presidente Horacio Cartes se vio obligado a convocar a una mesa de diálogo con los titulares de ambas cámaras del Congreso y  los presidentes de partidos políticos, con la mediación del arzobispo de Asunción, monseñor Edmundo Valenzuela.
La primera reunión se realizó el miércoles 5, tras lo cual los opositores y disidentes comunicaron que no iban a continuar, debido a que Cartes y sus aliados no están dispuestos a echarse atrás con su plan de aprobar la enmienda y convocar al referendo para decidir la reelección. El viernes 7 hubo una segunda reunión, pero solo acudieron a la mesa los oficialistas.
La tensión en las calles ha vuelto a cobrar intensidad. Las manifestaciones ciudadanas y los escraches contra los pro-enmienda se suceden en Asunción y en diversas ciudades del interior, pero también el Frente Guasú y los partidarios del Gobierno realizan sus propias movilizaciones para apoyar la enmienda. Mientras, se espera que la Corte Suprema de Justicia –generalmente muy servil al Gobierno- resuelva una acción de inconstitucionalidad presentada por los opositores y disidentes, pidiendo de declare ilegal las sesiones del “Senado paralelo”.

Las grietas en la fachada del edificio del Congreso paraguayo.
Lo que habrá que reconstruir…

Lo que está sucediendo no es solamente una crisis política, sino una crisis de los políticos en general, especialmente de los partidos con representación parlamentaria.
Si en el Congreso todavía existían unos pocos referentes que podían encender ideales de cambio, con actitudes éticas distintas a las de los políticos tradicionales, esta vez acabaron por confundirse todos en la misma debacle. Seguramente tendrán caudal electoral y conquistarán votos en las próximas elecciones, pero lo harán bajo la cada vez más clara percepción ciudadana de que son parte de la misma podredumbre que alguna vez prometieron combatir y erradicar.
Lo que ocurre ya no es solo una maquiavélica pelea entre dos grupos políticos, por el botín del poder. Ya no importa tanto si se viola o no (una vez más) la Constitución. La grieta se nos ha metido en el alma del Paraguay, y nos afecta a todos, incluyendo a quienes optan por no involucrarse, a quienes creen que esta no es su lucha.
Gane quien gane esta pelea, el que pierda será el Paraguay. 
Nos dejarán la inmensa tarea de cerrar la grieta, de reconstruir entre las ruinas del incendio. 
La única ventaja es que esta no será la primera vez que lo hacemos, a lo largo de nuestra desgarrada historia.
La buena noticia es que cuando todo se deshace, se puede construir de nuevo. Llevará más tiempo, pero hay mucha buena semilla sembrada en experiencias dispersas que deben juntarse, superar divisiones y prejuicios, encontrar puntos de coincidencia.
Hay una generación por fuera de la vieja política que demostró ideales y coraje cívico en las revueltas universitarias, en las tomas de los colegios secundarios por una mejor educación, o en la colorida última movilización de las mujeres por el 8M.
Hay testimonios de organización, construcción de proyectos alternativos y valores igualitarios expresados dignamente en la reciente marcha campesina, aun entre el show de la crisis legislativa.
Hay ideas nuevas abriéndose campo en muchos sectores del arte y la cultura, de emprendedores juveniles y empresariales.
¿Cómo hacer para que se encuentren, dialoguen, tengan una representación política diferente con real fuerza para transformar la sociedad...?
Ese es el desafío…

La renuncia…

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(Algunas elucubraciones tras la salida del juego del namber uan...).

Por Andrés Colmán Gutiérrez

Tengo el mismo escepticismo que un gran sector de la ciudadanía: No le creo al presidente Horacio Cartes con respecto a su renuncia a la reelección… ni tampoco dejo de creerle.
Como periodista he aprendido a creer en los hechos comprobables. Y en este caso está el hecho concreto de que existe una carta -que se comprobó que es auténtica-, dirigida al arzobispo de Asunción y entregada personalmente el lunes 17 de abril en horas de la siesta, en el que Cartes comunica su decisión de no presentarse “en ningún caso, como candidato a presidente de la República, para el periodo constitucional 2018-2023”. También existe un mensaje grabado, dirigido a toda la Nación, difundido en la noche del lunes, en el que ratifica el mismo compromiso.
Es cierto: no es la primera vez que Cartes asegura públicamente que no le interesa la reelección, y que en las ocasiones anteriores ha pisoteado su propia palabra. Sin embargo, se podría decir que el contexto actual es diferente. Hubo una suma de presiones e intervenciones a nivel local e internacional, que evidentemente le obligaron escribir esa carta, como todo el escándalo generado con el incendio del local del Congreso y el asesinato del joven liberal Rodrigo Quintana, la creciente indignación ciudadana que fue capitalizada por el bando político opositor, pero principalmente el apriete que provino desde El Vaticano y desde el gobierno de Estados Unidos.
Obviamente, la carta en la que comunica su renuncia a la aspiración reeleccionista, Horacio Cartes no la escribió desde su fuero íntimo, sino desde el contexto de quien siente que se le han acabado todas las opciones para seguir con un plan cada vez más resistido. Es por eso que la carta fue dirigida al arzobispo de Asunción, porque desde su siquis de gobernante autoritario, es a este sector y a esta línea de la Iglesia Católica –que llega hasta al Papa Francisco- a quienes reconoce más autoridad en este momento, y a quienes siente que debe dar señales, aunque ello implique echar por tierra al supuesto Estado laico y (una vez más) a las endebles instituciones democráticas del país. Pero esa misma situación hace que, en esta ocasión, lo que ha escrito en la carta, lo exponga y lo comprometa aún más ante la historia política actual. Esta vez no le resultará tan fácil, ni tan impune, volver a pisar eventualmente su propia palabra.
Una observación de las reacciones que produjo entre sus propios colaboradores inmediatos (el entorno del oficialismo de la ANR) y entre sus aliados circunstanciales (Lugo, Llano y sus respectivos entornos), revela que la decisión del presidente los sorprendió a casi todos. Es decir, Cartes ni siquiera se tomó la molestia de avisarles con cierta antelación a quienes estaban jugándose el todo por el todo por la aventura reeleccionista, a quienes los dejó en el aire.
Los senadores Lilian Samaniego y Juan Darío Monges, obviamente, fueron algunos de los pocos que se enteraron minutos antes, tras ser convocados a Mburuvicha Róga, y no les quedó otra opción que salir a improvisar una conferencia de prensa y emitir señales de que el plan de la enmienda supuestamente sigue en pie, para tratar de evitar que se les desbande la tropa, aunque les haya costado explicar para qué seguir arremetiendo con la reelección, si Cartes ya no será candidato. Con ello, solamente lograron instalar la desconfianza en la ciudadanía y desvalorizar el gesto de renuncia de su líder.
El presidente del Partido Colorado, Pedro Alliana, fue mucho más honesto en su apreciación: Sin Cartes, el proyecto de la enmienda ya no tiene mucho sentido. Dejó entrever que se acabará cayendo por su propio peso.
A quienes la sorpresa sorprendió todavía mucho más, es a los hasta hace algunas horas aliados cartistas del Frente Guasu. Probablemente temían que ocurra algo así, pero no se lo esperaban. Eso se vio reflejado en el rostro y hasta en el tono de voz de los senadores Esperanza Martinez, Hugo Richer y Carlos Filizzola, quienes salieron a afrontar la situación ante los medios. No les queda otra que seguir batallando para que su líder, el ex presidente Fernando Lugo, pueda competir en las próximas elecciones, pero saben que no quedan muchas chances de que eso pueda ocurrir. Y saben que es poco lo que les queda, tras esta deserción de su ex socio, que ni siquiera se dignó en avisarles antes sobre lo que iba a hacer.
En las carpas de la oposición a la enmienda, se sintió el mismo boom de la sorpresa. Aunque haya una sensación de victoria en la puja política, persiste el temor de que sea una jugarreta, pero sobre todo hay preocupación, porque de pronto cambiaron totalmente las reglas del juego. Ahora se desvanece el factor que los mantenía unidos y se inicia la verdadera pelea electoral, que será encarnizada y probablemente caníbal.
Un actor clave en este proceso de desactivar la crisis (y de derivar en la renuncia de Cartes a la reelección), fue el presidente de la Cámara de Diputados, el colorado oficialista Hugo Velázquez. Contra todos los pronósticos, demostró ser un político sensato y mesurado, que paró la pelota en el momento más álgido del partido, metió el proyecto de enmienda en el congelador y lo dejó allí, mientras evaluaba los acontecimientos. Fue el único del sector oficialista que salió a dar la cara en un canal de televisión, en la noche del 31 de marzo, cuando todavía ardía el edificio del Congreso, y aportó tranquilidad y prudencia, al prometer que el proyecto no se iba a tratar. Y en medio de toda la desconfianza, en todo este tiempo mantuvo su palabra. Por algo, el emisario del gobierno de Estado Unidos pidió reunirse con él.
¿Qué se viene ahora…?
Primero, terminar de definir el sepelio definitivo de la enmienda. En el oficialismo del Partido Colorado se tiene muy claro que cualquier intento por continuar dándole aire, solo restará un valioso tiempo para el cada vez más corto plazo en la carrera electoral hacia el 2018.
Si Cartes no corre, las posibilidades son muy distintas. Es difícil que se mantenga la unidad del oficialismo, ya que hay varios que pretenden disputar la sucesión, empezando por el vicepresidente, Juan Afara, que con mucha discreción y habilidad ya había inscrito su propio movimiento en la Justicia Electoral para las internas de la ANR, probablemente previendo que esto iba a pasar. Cualquiera diría que el dinero de Cartes impondrá a su delfín o a su Pato Donald, como lo hizo con Alliana en la presidencia de la ANR, pero esta vez el contexto será un poco diferente. Y la sombra de una creciente figura de Marito Abdo en la disidencia colorada, con el padrinazgo del siempre maquiavélico Calé, no es una situación a ignorar.
En la oposición al Partido Colorado, tampoco será muy fácil administrar las diferencias. Se podrá creer que el presidente del Partido Liberal Radical Auténtico, Efraín Alegre, emerge como el principal referente político de la cruzada en contra de la enmienda, pero sería una lectura equivocada. Efraín sigue arrastrando el estigma de haber apoyado el golpe parlamentario contra Lugo en junio de 2012, de haberse visto salpicado por la gran corrupción para respaldar su campaña durante el gobierno de Federico Franco y su estrepitosa derrota electoral ante Cartes, en el 2013. Además, en las internas del PLRA le saldrán rivales hasta debajo de las piedras. Todavía habrá que ver que queda del sector llanista liberal, tras esta debacle.
En las filas de la izquierda y de los partidos pequeños, el panorama es aún más complejo. La división entre el Frente Guasú y Avanza País en torno a la enmienda ha sido profunda y violenta, y ha afectado en oleadas a otras fuerzas más pequeñas: Partido Comunista, Kuña Pyrenda, Convergencia, incluyendo al sector que se ha mantenido al margen de esta disputa, como Paraguay Pyahurá o el Congreso Democrático del Pueblo. Será difícil rejuntar los pedazos para una opción electoralmente potable en el 2018.
El aparente as bajo la manga de la oposición es el actual intendente de Asunción, Mario Ferreiro, que en las últimas encuestas se reveló con gran potencial electoral, en el caso de que Fernando Lugo no pueda competir (y aparentemente, no podrá). ¿Será Mario el gran aglutinador de las dispersas fuerzas no coloradas? ¿Se lo dejaran los liberales, que en su última convención dispusieron que el candidato presidencial sea indefectiblemente un liberal…?

El nuevo “Juego de Tronos” o “House of Cards” a la paraguaya, recién comienza…

Nippur de Lagash cumple 50 años

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Creado en 1967 por el guionista paraguayo Robin Wood y el dibujante argentino Lucho Olivera, el incorruptible guerrero sumerio es uno de los íconos de la historieta latinoamericana.


Andrés Colmán Gutiérrez

Mayo de 1967. Buenos Aires, Argentina. Bajo la fría llovizna, un harapiento obrero paraguayo, oriundo de Caazapá, regresaba caminando desde la fábrica donde se ganaba el sustento hasta la humilde pensión de Martínez, donde debía semanas de alquiler.
Se detuvo frente a un kiosko a mirar tapas de diarios y revistas. Le llamó la atención el álbum de historietas D’artagnan, de la editorial Columba. Era la edición N° 151. En la portada, entre varios títulos, anunciaba: Historia para Lagash; por Robin Wood.
El obrero paraguayo caazapeño lo leyó una y otra vez, sin poder creer. Ignorando las protestas del kioskero, anotó la dirección de la casa editorial y se dirigió hacia allá, caminando largas cuadras.
La chica de la recepción lo miró entrar con actitud desconfiada, pero cuando él le dijo su nombre, se le iluminaron los ojos.
-¡Hace días que le estamos buscando, señor Robin Wood…! El editor quiere hablar con usted.
El obrero paraguayo caazapeño fue llevado hasta la lujosa oficina de un señor con traje y corbata, quien lo radiografió con una mirada de escepticismo, le pidió la cédula de identidad y finalmente esbozó una sonrisa.
-¿Es usted el que escribió esos guiones que publicamos? ¿Puede escribir más…? Se los compramos todos. Especialmente el de ese guerrero, el tal Nippur de Lagash
Aquel día, el obrero paraguayo caazapeño recibió un primer cheque, que duplicaba en varios números el sueldo que cobraba en la fábrica, a la que desde entonces dejó de concurrir. Fue a un restaurante, pidió un plato de comida caliente, una botella de vino, se compró ropa nueva, se mudó de pensión… y empezó a escribir.

La primera página de "Historia para Lagash", de 1967, posteriormente coloreada,
Un guerrero en Sumeria

Así empezó la historia o la leyenda.
Robin Wood tenía 23 años de edad, había llegado desde Paraguay, siguiendo el consejo de su mentor, el docente y político democratacristiano Rómulo Teobaldo Perina, quien un buen día lo alzó en el tren internacional desde Encarnación y le dijo: “Andate a la Argentina, aquí no hay nada que hacer, allá te vas a abrir camino”.
Nacido en Colonia Cosme, Caazapá, en 1944, descendiente de migrantes australianos, Robin había trabajado como mozo y obrajero, logrando apenas culminar la escuela primaria, aunque era un voraz lector de cuanto libro caía en sus manos. Llegó a escribir cuentos y ganó un concurso literario del diario La Tribuna.
En Buenos Aires intentó ser dibujante y se inscribió en la Escuela Panamericana de Arte, donde conoció al ilustrador correntino Luis Olivera. Descubrieron que tenían en común la fascinación por la antigua civilización sumeria. Lucho le dijo a Robin que dibujaba muy mal, pero escribía bien y le tentó a crear algunos guiones de historietas para que él los dibuje.
“Yo nunca había escrito un guion, pero Lucho me enseñó y probé suerte. Hice dos historias bélicas y una de un guerrero en la antigua Sumeria. Había que ponerle un nombre al personaje. Sabía que había dos ciudades importantes en la antigüedad: Nippur y Lagash. Con mucha obviedad le bauticé Nippur e hice que viviera en Lagash”, recuerda Robin.
Le pasó los guiones a su amigo y se olvidó del asunto. La poca plata le impidió seguir en la Panamericana y perdió todo contacto con Lucho... hasta que, aquella tarde gris de marzo de 1967, vio por primera vez a Nippur de Lagash en las páginas de D’artagnan.

Nippur, según el dibujante paraguayo Kike Olmedo, que ahora dibuja Dago.
Nippur, más que Superman

Historia para Lagash iba a durar solo un capítulo, en que el general Nippur, un recto y valiente guerrero, jefe de la guardia del rey Urukagina, fue exiliado debido a que el dictador Luggal-Zagizzi se apoderó de Lagash a sangre y fuego, en complicidad con el sacerdote Sumur.
Aquellas primeras páginas escritas por Wood y dibujadas por Olivera cautivaron a miles de lectores, que pidieron más y más aventuras. Entonces Robin echó a andar a su guerrero por los territorios de la antigüedad, en compañía de su fiel amigo Ur-El, el gigante de Elam.
Los llevó a Egipto, donde Nippur se enamoró de la hija del faraón, Nofretamon, y despreció los cegadores brillos del poder.
Llegaron a Atenas para ayudar a Teseo a vencer al Minotauro. Se metieron en varios entuertos, pelearon junto a pastores y reyes, enfrentaron a míticos monstruos y a bellas amazonas.
En cada aventura, Nippur iba adquiriendo un poco más de sabiduría y de habilidades. Ya se había ganado varios motes, entre ellos el incorruptible y el errante.
En su ensayo La espada y la palabra, el escritor argentino Martín Caparrós cuenta que leía con pasión a Nippur de Lagash en su niñez y lo compara con otro legendario personaje de comics, Superman, concluyendo que el personaje del autor paraguayo era mucho más que el superhéroe norteamericano.
“Superman podía ver y escuchar todo pero, en última instancia, no entendía nada: no aprendía. Nippur de Lagash, en cambio, sabía convertir su experiencia en ideas, conductas, expresiones. Nippur no pasaba intacto por el mundo, no seguía siendo siempre el mismo: sus experiencias lo marcaban, tanto que terminaron por costarle un ojo de la cara. A partir de la mitad de su historia, Nippur fue el tuerto al que una flecha le había arrancado el ojo izquierdo. Eso lo hizo más reflexivo, más interesante: el héroe era falible, dudaba y aprendía”, escribe Caparros.
Se refiere al recordado capítulo Laris sobre el espejo del desierto, publicado originalmente en julio de 1978, en el que Robin Wood decidió arrancarle un ojo a su héroe de un flechazo y dejarlo tuerto para siempre. Un hecho considerado muy revolucionario en la época, en que los héroes de historietas no podían morir, ni siquiera resfriarse.

Nippur, por el paraguayo Roberto Goiriz, en la serie Hiras, que realizó con Wood.

Larga vida, Nippur.

Desde 1967 hasta 1998, Robin Wood escribió en total 445 episodios de aventuras de Nippur de Lagash, que se publicaron en Argentina, Italia y España, principalmente, ilustrado por varios dibujantes, entre ellos Lucho Olvera, Ricardo Villagrán, Sergio Mulko, Jorge Zaffino y Carlos Leopardi.
Nippur vivió mil aventuras, tuvo un hijo, Hiras y una hija, Oona.
En su última aventura, ya anciano y barbudo, Nippur se perdió en el desierto, con apenas una alforja, su espada y una lanza.
Reapareció como personaje invitado en la década del 2000, en la serie Hiras, Hijo de Nippur, que dibujó el paraguayo Roberto Goiriz para las revista de la editorial Eura, de Italia.
Los gobiernos de Argentina y Paraguay le dedicaron estampillas de homenaje y existe el proyecto de una película sobre el personaje, a cargo del cineasta argentino Enrique Piñeiro.
La última vez que se lo vio fue en febrero este año, en la forma de un muñeco gigante, en una de las carrozas del carnaval de Encarnación, cuando el club Radio Parque le rindió un emotivo homenaje a Robin Wood, ante el aplauso de la multitud.
Quedan muchas anécdotas, como la de los padres que decidieron poner el nombre de Nippur a sus hijos y debieron pelear con la burocracia judicial para que sea aceptado en los registros oficiales. Uno de ellos está relatado en el libro El cuaderno de Nippur, de la argentina María Vázquez, quien murió de cáncer y dejó el testimonio escrito de su lucha, para que su bebé lo pueda conocer cuando grande. En el prólogo del libro, Robin Wood escribió: “Coloco una flor en su recuerdo e imagino a mi héroe recibiéndola en otro mundo de valientes y bendecidos”.
Es, probablemente, su aventura más bella.

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(Publicado originalmente en El Correo Semanal de Última Hora, edición del sábado 20 de mayo de 2017).

Nippur, en versión de homenaje por el paraguayo Nicodemus Espinoza.
Nippur, en una carroza del Carnaval de Encarnación 2017.


Iturbe (Manorá), el pueblo donde nació la literatura de Roa Bastos

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Visitar Iturbe (o Manorá) es meterse dentro de los cuentos y novelas de Augusto Roa Bastos. Los escenarios de las mágicas historias que vivió siendo niño y luego las reescribió, todavía están allí, esperando ser recreadas. En el centenario del supremo escritor, viajamos hasta su aldea literaria y conocimos al último de los carpincheros.


Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
Cámaras y edición: Ivonne Velázquez, Ylda R. Miskinich
ITURBE, GUAIRÁ

-Sí, los carpincheros del cuento todavía existen, pero casi ya no quedan carpinchos... -afirma Silvio Rodas, conocido como Piliki, también ex carpinchero, mientras nos conduce en su precaria canoa por las aguas del Tebikuarymi.
Parado y con el torso desnudo, impulsándose con un rústico pértigo, se parece a un personaje fugado del cuento Carpincheros, el primero del libro El trueno entre las hojas de Augusto Roa Bastos, publicado en 1953.
A 120 kilómetros de Asunción, Iturbe es un pueblo de calles polvorientas y antiguas casas dormidas desde que la industria azucarera, que le daba vida económica y social, también quedó paralizada.
Aunque nacido en Asunción, el 13 de junio de 1917, Augusto llegó aquí con 3 años de edad, en brazos de su madre Lucía Bastos. Su padre, Lucio Roa, ya llevaba un par de años trabajando en el ingenio azucarero y la familia habitó en una pequeña casa, sobre un barranco a orillas del río.
La casa original de los Roa ya no está. Solo quedó un desvencijado portón de madera que el escritor encontró en 1994, cuando regresó de visita a Iturbe, luego de casi medio siglo de ausencia. Él lo llamó "el portón de los sueños", que le permitía escapar desde allí a las aventuras infantiles para descubrir el mundo. Ese mismo portón se mantiene como monumento junto a la antigua estación del Ferrocarril, hoy convertida en museo y Casa de la Cultura.

Silvio Rodas, alias Piliki, es el último de los carpincheros en el Tebikuarymi. Al fondo se ve la Azucarera Iturbe.
REALIDAD Y FICCIÓN. Gran parte de lo que el niño Augusto vivió en Iturbe aparece reflejado en varias escenas de sus cuentos y novelas.
"Su papá le prohibía salir, pero él se escapaba a las siestas y a las noches para vivir aventuras con sus amigos, los mita'i campesinos. Fue así como vio a los carpincheros pasar con sus canoas por el río, como describe en su cuento Carpincheros. Con los de su pandilla colocaban obstáculos en las vías del ferrocarril, como se lee en su cuento Pirulí, para que el tren se detenga y ellos puedan subir y viajar gratis", relata la ex maestra de literatura Reina Gallinar, en cuya casa se alojó Roa Bastos cuando regresó a Iturbe.
Aunque Roa no nació en Iturbe, su literatura si nació allí, afirma la docente. A los 13 años, Augusto escribió en ese lugar su primera obra, la pieza teatral La carcajada, junto con su mamá Lucía.
"Iturbe es para Roa Bastos su aldea literaria, a la que llama Manorá, al igual que Aracataca es Macondo para García Márquez. Mucho de lo que él vivió en este lugar aparece en su literatura y muchas cosas que hay en sus cuentos todavía se pueden hallar aquí", destaca la profesora Reina.


El antiguo pupitre en el que se sentó Roa Bastos en la escuela de Iturbe, entre 1924 y 1926.
RELIQUIAS. Un ajado pupitre de madera se guarda celosamente en el museo La Estación de Iturbe.
Un cartelito informa que se trata del mismo pupitre escolar en que se sentaba el niño Augusto, cuando cursaba los primeros grados en la Escuela Rigoberto Caballero, entre 1924 y 1926.
Después, Augusto se fue a seguir sus estudios en Asunción, pero regresaba en las vacaciones y así se puso de novio con Ana Lidia Tota Mascheroni, hija de una de las familias tradicionales de Iturbe, con quién se casó en 1942. La casona y el antiguo almacén de los Mascheroni se mantienen altivos, cerca de la Estación.
Piliki, el último de los carpincheros, nos lleva de paseo en su canoa, por las aguas del río Tebikuarymi.
Desde el lugar se ve la estructura de la Azucarera Iturbe, actualmente parada, y la casa de la Administración, en el mismo lugar donde se alzó la vivienda en que crecieron Augusto y sus hermanas.
En el lugar hay un banco de arena en forma de media luna, el mismo que describe Roa en varios de sus cuentos, especialmente en Carpincherosy El trueno entre las hojas.
"Yo he leído sus obras y está clarísimo que este es el lugar que él cuenta, donde vio pasar a los carpincheros en la noche de San Juan y un poco más allá estaba el lugar por donde pasaba la balsa, antes de que exista el puente. Es probablemente el lugar donde tenía su balsa ese líder sindical de los cañeros, que se quedó ciego y después se hizo balsero", dice Piliki, mientras sigue remando con el pértigo.
A 100 años de su nacimiento, Roa Bastos y su obra siguen vivos en Iturbe.


 La casa de la administración, de la Azucarera Iturbe, en el lugar donde vivían los Roa Bastos.
En Iturbe se conserva la casa de Lidia "Tota" Mascheroni, quien fue  novia de juventud y luego esposa de Roa Bastos.
El portón de los sueños, lo único que quedó de la casa de Roa Bastos, se mantiene en la antigua Estación del Ferrocarril.
___________________

(Publicado originalmente en el diario ÚLTIMA HORA).

Agustín Barrios Mangoré, Roa Bastos y El Principito en la Plaza Uruguaya

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Dicen que ante la negativa del Gobierno paraguayo a que actúe en el Teatro Nacional, el gran guitarrista y compositor Agustín Barrios Mangoré decidió dar su último concierto en la Plaza Uruguaya, en enero de 1925.
“El concierto se realizó al aire libre, en la Plaza Uruguaya, en el que colaboraron amigos y simpatizantes, entre ellos Dionisio Basualdo para la organización. El escenario era un tablado improvisado para la ocasión. Al inicio del concierto la avalancha del público por verlo de cerca hacía peligrar la estabilidad del frágil escenario abandonado por Barrios a tiempo, pues se venía abajo…”, narran Luis Szaran y Sila Godoy, en su obra Mangoré, vida y obra de Agustín Barrios,
Al final del concierto, el músico emocionado, a manera de adiós al Paraguay, leyó el emotivo soneto de su autoría:

¡Cuán raudo es mi girar! Yo soy veleta
que moviéndose a impulsos del destino,
va danzando su loco torbellino
hacia los cuatro vientos del planeta.

Llevo en mí el plasma de una vida inquieta,
y en mi vagar incierto, peregrino,
el arte va alumbrando mi camino
cual si fuera un fantástico cometa.

Yo soy hermano en glorias y dolores
de aquellos medioevales trovadores
que sufrieron románticas locuras.

Como ellos también, cuando haya muerto,
Dios sólo sabe en qué lejano puerto
iré a encontrar mi tosca sepultura.

Fue la última vez que Mangoré actuó en su patria.
Dolido, se alejó para nunca más volver…
Murió en San Salvador, en 1944, donde es un ídolo nacional.
En los primeros días de este culturoso junio de 2017, a pesar de todo, Mangoré regresó a la Plaza Uruguaya.
Está allí, encarnado en una estatua, con su guitarra inmortal.
En frente, sentado en un sillón en actitud pensativa, también desde este junio cuasi invernal, lo contempla otra gran gloria de la cultura paraguaya, el escritor Augusto Roa Bastos.

***

Roa Bastos cuenta que siendo niño llegó por primera vez desde Iturbe a Asunción en compañía de su madre, bajó en la Estación del Ferrocarril y cruzó a la Plaza Uruguaya, donde tuvo una de la visiones más impactantes: era la estatua de una mujer pintada de blanco, en cuya boca abierta bajaban los pajaritos.
En su imaginación febril, él vio que la mujer cerraba la boca y se comía a los pajaritos.
Años después utilizó ese recuerdo para cerrar su relato Estaciones, el tercer capítulo de su novela Hijo de Hombre, en donde el episodio de la estatua que comía pajaritos es contado por el protagonista, el teniente Miguel Vera.
Ahora Roa Bastos también está allí, encarnado en una estatua, no lejos de la mujer de blanco y frente a la del gran músico Mangoré.

***

En un relato autobiográfico de Roa Bastos, divulgado en en el libro de Rubén Bareiro Saguier, Augusto Roa Bastos: Caídas y resurrecciones de un pueblo, se narra que el gran escritor francés Antoine de Saint Exúpery, autor de El Principito, estuvo en Asunción en enero de 1930, como piloto y director de la Aeroposta Argentina.
Se encontró con el poeta paraguayo Hérib Campos Cervera en esa misma plaza.
“Se sentaron a conversar en la Plaza Uruguaya y Hérib, en su mal francés, le relató el último concierto que el guitarrista Agustín Barrios dio allí, tras acarrear él mismo los bancos de la plaza para que la gente pudiera sentarse…", cuenta Roa.
El episodio está recreado en mi cuento El Principito en la Plaza Uruguaya, en el libro homónimo publicado por la editorial Servilibro.

***

Mangoré, Roa Bastos y El Principito en la Plaza Uruguaya.
Senderos que se bifurcan y vuelven a cruzarse.

¿Quién dice que las plazas de Asunción no están tan pobladas de historia y de cultura…?




El boom del cómic paraguayo

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Sin superhéroes con capas, con relatos basados en la historia y la literatura del Paraguay, el cómic nacional vive una explosión de nuevas ediciones, con un renovado interés de los lectores. La obra 1811 se distribuyó en más de 70.000 ejemplares y Carpincheros arrancó su primera edición con 5.000 copias.

 Por Andrés Colmán Gutiérrez

Los cómics más difundidos en el país no han sido los de algún superhéroe con capa, ni la saga de alguna guerra espacial con naves estelares, sino 1811, una novela gráfica de Robin Wood y Roberto Goiriz sobre la Independencia del Paraguay, que llegó a alcanzar más de 70.000 copias en sus distintas versiones, y Carpincheros, un clásico cuento de Augusto Roa Bastos, con guion de Javier Viveros y dibujos de Juan Moreno, que en su primera edición lanzó 5.000 ejemplares.
Cualquiera de las dos cifras es elevada para el mercado de publicaciones en el país. Ni las novelas más exitosas, ni los libros de temas más actuales, alcanzan ese volumen de impresiones.
La obraCarpincheros, que inicia la colección Literatura paraguaya en historietas de la editorial Servilibro, estaba pensada para 1.000 ejemplares, pero cuando la directora, Vidalia Sánchez, vio la impactante portada dibujada y pintada por Juan Moreno, con los legendarios cazadores de carpinchos avanzando en medio de la noche a bordo de primitivos cachiveos, entre el reflejo de fogatas encendidas sobre camalotes flotando a ras del agua, decidió arriesgarse y elevó el tiraje.
No se equivocó. “Apenas el material salió en circulación, varios lectores, principalmente educadores de colegios, se pusieron en contacto para obtenerlo. La colección está teniendo mucho suceso. El cómic ejerce una atracción especial en los jóvenes por la fuerza de las imágenes y el colorido de los dibujos. Es un excelente medio para dar a conocer los temas de la historia y de la literatura de nuestro país”, afirma Vidalia.
Servilibro ha creado un sello alternativo, Servicomics, en donde ya lleva editado cerca de diez títulos y además planea crear una sección especial de comics en su local central de la Plaza Uruguaya, en donde ofertar todas las publicaciones de la historieta nacional, incluyendo obras de otras editoriales y ediciones independientes.

Quimera, la primera revista paraguaya de historietas, aparecida en 1981.

Entre Quimeras y Raudales

Las primeras obras conocidas de historieta en el Paraguay fueron Ivo, el piloto audaz, una serie escrita y dibujada por el arquitecto Aníbal Ferreira Menchaca, alias Tata, publicada por primera vez en la revista infantil Farolito, en octubre de 1964; El niño de Pikysyry, una serie ambientada en la Guerra del 70, realizada por Juresuk, publicada en la misma época; y una serie sobre la vida del presidente Carlos Antonio López, realizada por el escritor y pintor boliviano Gil Coimbra.
En 1967, en Buenos Aires, otro creador paraguayo llamado Robin Wood empezó a publicar sus primeros guiones de historietas en las revistas de la Editorial Columba, principalmente una serie que se volvió leyenda a nivel internacional: Nippur de Lagash, con dibujos del argentino Lucho Olivera. En poco tiempo, Wood llegó a convertirse en uno de mejores escritores de comics del mundo.
A nivel local, el creador Carlos Argüello dio a conocer en 1978 a Avaré, un personaje de historietas ambientado en la época de la conquista española, que se publicó en el suplemento infantil de Última Hora, a razón de una página semanal a todo color. Fue el primer héroe de aventuras en el mundo guaraní.
El propio Argüello, unido a otros dos jóvenes artistas, Juan Moreno y Roberto Goiriz, en 1981 editaron Quimera, la primera revista paraguaya de historietas. Como la mayoría de las publicaciones de la época, era hecha a pulmón por sus autores, vendida de mano en mano entre los amigos, generando ingresos que apenas alcanzaban a pagar los costos de impresión.
Ante esa realidad, Roberto Goiriz, Juan Moreno y Nico Espinoza editaron en 1984 El Raudal, una revista humilde en formato pero revolucionaria en contenido, realizada en blanco y negro y multicopiada en papel oficio para abaratar costos. Fue el espacio de expresión para una generación sofocada por la dictadura, usando el humor y la historieta como forma de rebeldía política. Siete ediciones circularon de mano en mano, subterráneamente, hasta que la octava acabó inevitablemente censurada.


La historia en historietas

“En mi experiencia, la historieta siempre despierta atención. Se trata de un atractivo formato que mezcla arte y literatura de una forma tal que resulta muy fácil acercarse a una revista, un álbum, un libro que contenga ese tipo de historias. Y cuando se da el condimento adicional de un tema interesante, como la historia o la literatura, se suma ese público, el que está interesado en ese tema, sin necesidad de que tenga una lectura previa de cómics”, destaca Roberto Goiriz, considerado uno de los maestros pioneros del cómic paraguayo.
Goiriz es creador de varios personajes clásicos, como el caricaturesco Jopo o el antihéroe Heyulúnex, pero ninguno de ellos tuvo tanto éxito como la novela gráfica 1811, que dibujó sobre guion del gran escritor Robin Wood, para homenajear al bicentenario de la Independencia, en 2011.
Inicialmente, la Fundación El Cabildo imprimió 10.000 ejemplares de 1811. Luego, el diario ABC Color editó 40.000 ejemplares en forma de fascículos. Con apoyo de empresas y cooperativas, hubo otra tirada de 20.000 ejemplares para El Cabildo, más unos 3.000 ejemplares que editó Goiriz, por cuenta propia. “En total salieron unas 73.000 copias de la obra, creo que fue todo un récord”, sostiene el dibujante.
En esa misma trayectoria, en 2015 Goiriz se unió al historiador Jorge Rubbiani para realizar Paraguay Retä Rekove, una serie de 8 fascículos publicados por el diario ABC Color, con relatos de la historia paraguaya en cómic, abarcando desde el final del gobierno del dictador Rodríguez de Francia hasta mitad de la Guerra de la Triple Alianza, involucrando a dibujantes y guionistas paraguayos, argentinos y uruguayos. Una segunda parte del proyecto está actualmente en preparación.


El fenómeno Epopeya

Javier Viveros es un consagrado poeta y cuentista paraguayo, a quien un día la editora Vidalia Sánchez le mostró el álbum de comic Vencer o Morir, sobre la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) realizado por el historietista Enzo Pertile, y le preguntó: “¿Vos podrías escribir historias así?”.
Cautivado por los dibujos, Javier aprendió cómo escribir un guion de comics y empezó a adaptar varios de sus cuentos sobre la Guerra del Chaco (1932-1935), que fueron dibujados por Enzo Pertile y Juan Moreno. Con el título de Pólvora y polvo, las historietas bélicas se publicaron a partir de marzo de 2013 por el diario Última Hora, en una serie de 16 fascículos coleccionables.
En vista a la buena repercusión, Viveros escribió más guiones y preparó una segunda parte, en la que además de Pertile y Moreno involucró a los dibujantes Roberto Goiriz y Kike Olmedo, pero cuando presentó el proyecto de 20 episodios, los directivos del periódico le dijeron que en ese momento no lo iban a poder publicar. Otras editoriales tampoco se mostraron  interesadas.
Ante esa situación, el escritor decidió convertirse él mismo en editor. Pidió presupuestos de impresión para un álbum de 170 páginas a color y convocó a los lectores a través de una página en Facebook para que reserven anticipadamente su ejemplar, llenando un formulario en internet. La respuesta fue positiva y en pocas semanas se comprometieron más de 300 lectores a pagar 100 mil guaraníes por ejemplar, asegurando cubrir los costos.
Así nació el primer álbum gráfico Epopeya y se empezó a gestar Epopeya II, en la que intervinieron varios otros guionistas y dibujantes de Paraguay y Bolivia, los dos países que participaron de la Guerra. El segundo álbum se editó con mucho suceso en abril de 2016.
El fenómeno no se detuvo allí. Historiadores y apasionados por la historia se sumaron al proyecto junto con Viveros y en octubre de 2016 dieron vida a Epopeya Guerra Guasu, un álbum con 20 historias de la Guerra de la Triple Alianza, con participación de 35 guionistas, dibujantes y coloristas de los cuatro países involucrados en la contienda bélica: Paraguay, Brasil, Argentina y Uruguay.
“El cómic, al igual que el cine o la literatura, requiere de historias y tanto nuestro pasado patrio como nuestra literatura las tienen en calidad y cantidad. Son fuentes válidas y muy ricas”, destaca Javier Viveros, al explicar el gran interés que las publicaciones están despertando.
El historiador Fabián Chamorro, quien participó como co-editor y guionista en Epopeya Guerra Guasu, refiere que el cómic “es una herramienta diferente y más atractiva para los jóvenes especialmente. En un país en donde al audiovisual le falta aún caminar mucho, y en donde las herramientas digitales, como las aplicaciones, todavía no encontraron en la historia y la literatura una veta, entonces el cómic se convierte en el mejor camino de difusión”.

"Un problema de volúmenes", de Helio Vera, con guion de Colmán Gutiérrez y dibujos de Juan Moreno.

La literatura llega a través del comic

El más reciente fenómeno, revelado durante las actividades por el centenario del escritor Augusto Roa Bastos, tiene que ver con la adaptación de algunos de sus cuentos clásicos y su biografía en formato de historietas.
Inaugurando la colección Literatura paraguaya en historietas, dirigida por Javier Viveros para la editorial Servilibro, el mismo adaptó tres cuentos de Roa Bastos, Carpincheros (con dibujos de Juan Moreno), Pirulí (dibujado por Ruweman Amarilla) y Audiencia Privada (ilustrado por ADAM), que incluyen una guía de lectura para docentes, elaborado por la escritora Maribel Barreto.
La serie seguirá con adaptaciones de otros narradores paraguayos, como Un problema de volúmenes, de Helio Vera (guion de Andrés Colmán y dibujos de Juan Moreno), El doctor lluvioso, de Josefina Plá (guion de Viveros y dibujos de Moreno), La calesita de Ferreyra, de Gabriel Casaccia (guion de Colmán y dibujos de ADAM), entre otros títulos.
Paralelamente, Servilibro dio a conocer la colección Protagonistas de la historia en Paraguay, con biografías de grandes personajes en historietas. El primer volumen, Augusto Roa Bastos, el supremo escritor, con guion de Andrés Colmán Gutiérrez y dibujos de ADAM, se presentó con mucho éxito durante la Feria Internacional del Libro de Asunción, y seguirán las biografías de figuras como Serafina Dávalos, José Asunción Flores, Carlos Antonio López, Agustín Barrios, Rafael Barrett, Arsenio Erico, Josefina Plá, entre otros.
Como nunca antes, el cómic paraguayo vive un boom editorial.
 
Otra obra de la colección "literatura en historietas".
Construyendo el imaginario

“Los creadores del cómic están logrando lo que hasta ahora, por diversas razones, no estamos pudiendo lograr desde el cine y otras expresiones artísticas: construir un imaginario del Paraguay”, destaca el cineasta Hugo Gamarra, director del documental El portón de los sueños, sobre la vida y obra del escritor Roa Bastos.
Su colega, el cineasta Ray Armele, agrega que las obras en cómic “están contando las historias que la televisión paraguaya no cuenta, al no existir un apoyo para las realizaciones audiovisuales”.
Para el historiador Fabián Chamorro, las historias en cómic constituyen un instrumento pedagógico, una puerta de entrada para que los niños y jóvenes se interesen por temas que desde los libros de textos no atraen mucho. “Es ideal didácticamente hablando para niños y adolescentes, y es entretenida para el adulto”, destaca.
Paraguay tiene aún pocos guionistas, pero sí a excelentes dibujantes que publican a nivel internacional. Roberto Goiriz publicó en Brasil, Estados Unidos y en Italia, y ha dibujado dos series del guionista Robin Wood para revistas europeas: Hiras, hijo de Nippur y la futurista Warrior M. Enzo Pertile publica en la conocida editorial norteamericana Dark Horse y Carlos Arguello dibuja al legendario personaje Tarzán para la Edgar Rice Burroughs y también para Dark Horse. Kike Olmedo ha empezado a ilustrar Dago,el personaje más famoso de Robin Wood, para la editorial Eura de Italia.
A nivel nacional, aún existen dificultades para dar a conocer sus creaciones. “El principal problema tiene que ver con la distribución. Mercado hay, lo hemos comprobado con el proyecto de autogestión: en menos de seis meses vendimos los mil cien ejemplares que imprimimos de Epopeya - Guerra del Chaco. Hay guionistas y dibujantes de valía, hay público interesado y temas a granel. Lo que falta es una buena red de distribución, esto en caso de que uno quiera aventurarse a publicar por su cuenta, aunque el uso de las redes sociales atenúa este problema”, afirma Javier Viveros.
“Del lado de las editoriales hay una franca miopía. No en todas, afortunadamente. El proyecto Literatura paraguaya en historietas, se ha coronado de gran éxito. Servilibro le ha apostado fuerte y salen tiradas de cinco mil ejemplares por título, esto habla de la vitalidad que tiene el género en la actualidad”, destaca.
Para Roberto Goiriz, también, la principal dificultad local es la escasez de editores con visión. “Solo ahora, en el tercer milenio, habiendo sobrepasado sus cien años de edad, la historieta comienza a ser considerada un rubro interesante al que apostar. Se tardó un poco, pero es bienvenida esa atención y ojalá de ella resulten más proyectos y publicaciones. Hasta los diarios, que en el nacimiento mismo de la prensa utilizaron muchos cómics como parte de su contenido, y gracias a ello mantuvieron o aumentaron sus ventas, con el tiempo los abandonaron. En esta época de ventas decrecientes, los diarios y otras publicaciones en papel deberían prestar mucha atención al fenómeno que está ocurriendo”, señala.

Como en su clásico lenguaje, el boom del cómic paraguayo se inscribe sobre una trillada frase: Continuará…

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(Una versión más resumida de este artículo se publicó originalmente en la revista VIDA de Última Hora, en ocasión de su edición especial número 1.000, el sábado 15 de julio de 2017).

Parte de los muchos títulos publicados por los artistas del cómic nacional.

El viento de agosto

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¿Pueden escuchar como grita
el viento de agosto entre las ruinas…?

Viento norte cálido y rebelde
que envuelve a los negros muñones
de hierro y cemento
que acaricia los restos de irreconocibles objetos
retorcidos entre los escombros
rescatando cuatrocientas historias humanas
trágicamente interrumpidas.

Viento indignado
que se detiene reverente
ante el altar de las víctimas
para no apagar las débiles llamitas
de las velas encendidas
que chisporrotean en el aire húmedo
junto a esos nombres inmortalizados
en ajadas fotografías
y desgarradas letras de memoria.

En sus alas malheridas
el viento devuelve los ecos
de aquel 1 de agosto de 2004
antes de las 11.20 de la mañana
cuando la vida todavía era vida
y la alegría cotidiana estallaba
bajo el radiante Sol del domingo
en el antiguo y querido barrio
de la Santísima Trinidad.

Aire poblado de risas infantiles,
olor a tallarines caseros
y parrillas en el patio
y aquel supermercado repleto de gente
disfrutando de un alegre día en familia.

Y de pronto la explosión sorda…
¡y el mundo que se quiebra en pedazos!

***

Trece años
tratando de curar heridas
que ya no pueden sanar
intentando recomponer pedazos
de vida fragmentada
buscando la identidad
en cada resto u objeto sobreviviente.

Trece años de lucha y encuentro solidario
portando la foto del ser querido
como una marca de fuego en el corazón
levantando la memoria herida
como bandera de dignidad
buscando razones para la esperanza.

Trece años intentando comprender
una sentencia judicial mezquina
que nunca podrá reparar lo irreparable.

Trece años de mirarle la cara
a la miseria humana
convertida en sistema
de corrupción e impunidad.

Seamos hoy 
todos y todas
este cálido viento de agosto
para abrazar a las víctimas
y a los familiares del 1A
en una gran cadena de solidaridad
que no la pueda quebrar el tiempo
ni la soledad
ni la infamia.

¡Otro Ycuá Bolaños… NUNCA MÁS!


Andrés Colmán Gutiérrez

Últimas noticias periodísticas sobre Serafina Dávalos

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El hallazgo de una serie de artículos periodísticos de época sobre una querella judicial de 1957, en el que un sobrino de la ilustre primer abogada paraguaya y líder feminista Serafina Dávalos acusa a la excompañera de esta de haberla dejado morir, produjo sorpresas y controversias, tras su publicación en el diario Última Hora. Este es un resumen de las notas, a pedido de lectores del blog.   


Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

En setiembre de 1957, una mujer llegó al Sanatorio Leriche, sobre Perú y Ana Díaz, en la zona del Mercado 4 de Asunción, a pedir medicamentos "para una mujer pobre, que estaba gravemente enferma".
El médico que la atendió, Óscar Acuña Torres, se mostró intrigado y explicó que no podía recetar medicinas sin inspeccionar a la enferma. Tras insistir, la mujer aceptó llevarlo hasta una vivienda sobre la calle Rodríguez de Francia.
Al ingresar a la residencia, el médico quedó sorprendido ante lo que describió como "un cuadro macabro".
En el interior de una habitación se hallaba una mujer de edad avanzada, "totalmente desnutrida, presa del hambre, tendida sobre un catre de lona, sin colchón, con los pies fuera de la cama".
El doctor Acuña Torres, –quien llegó a ser presidente del Partido Revolucionario Febrerista, fallecido en el 2003–, quedó impactado al reconocer que la enferma no era otra que Serafina Dávalos. La que había ido a pedir medicamentos era Honoria Balirán, secretaria y "dama de compañía" de Serafina, pero en realidad su pareja sentimental, en una época en que las relaciones de personas del mismo sexo resultaban aún inconfesables.
Dos años después, en su declaración ante un Juzgado en Asunción, Acuña Torres contó que hizo lo posible por intentar curar a Serafina, pero el daño a su organismo estaba muy avanzado y falleció irremediablemente el 27 de setiembre de 1957.

ACUSACIÓN. El abogado Nicasio Dávalos, hijo de un hermano de Serafina, presentó querella criminal contra Honoria Balirán ante el Juzgado de Primera Instancia en lo Criminal de Asunción, a cargo del juez Ernesto Giménez, acusándola de ser autora de "la muerte lenta y horrorosa de la doctora en Derecho".
En el relato se describe que Balirán vivía con Serafina Dávalos desde 1915, como "dama de compañía". Nicasio afirma que la mujer empezó a ejercer sobre su tía "una influencia morbosa, encaminada a quedarse con todo lo que acumulaba de fortuna, por su gran capacidad de trabajo".
Así la mujer logró que Serafina la nombre su heredera universal, quedándose con la propiedad del Palacete en que vivían, sobre la calle Herrera casi Tacuarí, que luego vendió al Estado y también procedió a vender los coches de la abogada y un establecimiento ganadero en Itacurubí de la Cordillera, quedándose con el importe de las ventas.
"Allí empezó el viacrucis de la doctora, que fue sometida por su secretaria, quien le negó los alimentos indispensables para su subsistencia, la castigó brutalmente en todas las ocasiones en que reclamaba alimentos, teniéndola secuestrada por largo tiempo hasta su muerte, incomunicándola para que no se entere nadie...", relata el sobrino Nicasio Dávalos, en la querella.

Publicación del diario El País de Asunción, de fecha 19 de octubre de 1959.
***

Los testimonios más consistentes que se revelan sobre la forma en que murió la ilustre abogada y pionera feminista Serafina Dávalos son los brindados por dos médicos que aseguraron haberla asistido en sus últimos días y la encontraron en un grave estado de desnutrición, ante la falta de cuidados.
El principal testigo, que brindó su declaración ante el proceso judicial iniciado en 1957 ante el juez de Primera Instancia en lo Criminal de Asunción, Ernesto Giménez, fue el doctor Óscar Acuña Torres, médico del Sanatorio Leriche. Reconocido dirigente del Partido Revolucionario Febrerista (PRF), llegó a ser presidente de dicha organización política en dos periodos y falleció en un accidente automovilístico, el 14 de enero de 2003, en las afueras de la ciudad de Coronel Bogado.
En su declaración testifical, en el marco de la querella promovida por el abogado Nicasio Adriano Dávalos, sobrino de Serafina, contra la ex compañera sentimental de la misma, Honoria Balirán, reproducida por varias publicaciones del diario El País de Asunción, en octubre de 1959, el doctor Acuña Torres relata que fue a visitar a Serafina, a la casa en que la tenían, sobre la calle Rodríguez de Francia, donde la encontró "en un cuadro terminal" y "totalmente desnutrida".
"Le suministró en esa oportunidad remedios y cuando fue la segunda vez, dos o tres días después, acababa de morir", precisa la publicación.
Acuña Torres también declaró que Honoria Balirán le pidió "reserva sobre su estado", porque "no quería que se comentara con nadie el estado en que se encontraba" Serafina Dávalos.

OTRO MÉDICO. En el mismo proceso judicial declaró además el médico Telmo Aquino, también integrante del equipo del Sanatorio Leriche, quien "corroboró plenamente lo afirmado por su colega, por haber presenciado también ese mismo cuadro".

LA CRIADA. Otro testimonio brindado ante el juez Giménez fue el de Cecilia Vázquez, quien fue presentada como la criada que prestaba servicio en la casa en que vivían Serafina Dávalos y Honoria Balirán.
Vázquez también sostuvo que Honoria Balirán "le ha hecho objeto de malos tratos a la doctora Dávalos, castigándola, no proporcionándole los alimentos y medicamentos que le hacían falta", según la publicación de El País.
Agregó que la doctora Dávalos "presentaba en su cuerpo moretones que probaban fehacientemente los malos tratos de que era objeto".
La criada contó que cuando Serafina se encontraba muy mal, le pedía a ella "que fuera a llamar a la señora Zulma de Martínez", pero Honoria Balirán le prohibía hacerlo, cerrando las puertas con llave.
Cuando murió Serafina, Honoria "no quiso que se diera la noticia a nadie", indicó Cecilia Vázquez.

AMIGA. Zulma Llano de Martínez, amiga de Serafina Dávalos, también declaró en el proceso judicial, alegando que la visitó en varias oportunidades, comprobando personalmente el estado de abandono en que la tenían.
"Le negaba alimentos y se negaba a comprar medicamentos cuando ella necesitaba", dijo la mujer, asegurando que en más de una oportunidad encontró rastros de golpes físicos en el cuerpo de Serafina.

POLÉMICA. Los datos revelados por ÚH sobre la presunta manera en que murió la ilustre abogada Serafina Dávalos causó polémica en círculos intelectuales, feministas y de colectivos LGBT.
El grupo Aireana, en nota publicada en su página de Facebook, sostiene que la versión del sobrino Nicasio Dávalos es probablemente falsa. Sin embargo, hasta ahora no aparece otra versión documentada sobre la muerte de Serafina Dávalos, que refute la historia, ni los testimonios que han sido publicados.
¿Cómo acabó el juicio? El historiador Fabián Chamorro señala que no se hallaron más publicaciones. Rosemary Dávalos, sobrina nieta de Serafina, cree que la familia le pidió a Nicasio que desista de la querella y que no existió un veredicto final... pero todavía quedan muchos detalles por investigar.

Otra de las publicaciones de El País, que encendieron la polémica.

***

La tumba perdida de Serafina

¿Dónde está la tumba de la primera mujer abogada paraguaya y admirada líder feminista Serafina Dávalos?
Esta fue la pregunta que motivó al historiador Fabián Chamorro a hurgar en antiguos periódicos, donde halló las crónicas sobre una querella judicial entablada por Nicasio Dávalos, sobrino de Serafina, en 1959, acusando a la ex compañera sentimental de la abogada, Honoria Balirán, de haber provocado intencionalmente su muerte, privándola de alimentos... y de haber ocultado sus restos, tal como hemos consignado en la crónica anterior.
"Muerta la doctora (Dávalos), la Balirán y su cómplice se apresuraron para asegurar el botín y llevaron, con propósito de ocultar el crimen, el cadáver de la doctora, con destino desconocido, pues ni siquiera figura con entrada en el Cementerio de la Recoleta, como corresponde", aseguró Nicasio Dávalos en la querella, según refiere una publicación del diario El País de Asunción, el 19 de octubre de 1959.
Agrega que "ni siquiera dieron aviso a los periódicos y parientes, y el ataúd que se dice contiene el cadáver apareció después en la Recoleta".

MISTERIO."Hace tiempo que vengo buscando la tumba de Serafina Dávalos, como parte de una investigación para una obra de cuatro tomos sobre la historia del Cementerio de la Recoleta, pero no existe ningún dato acerca de su ubicación, ni siquiera hay registros de que la hayan enterrado allí", destaca el historiador Fabián Chamorro.
Tratando de obtener los datos sobre el destino de sus restos, Fabián encontró algo más terrible: la acusación de que la muerte de Serafina fue lenta y dolorosa, presuntamente provocada por su ex compañera sentimental, para quedarse con sus bienes.
"No conocíamos esta parte oscura de la historia de Serafina y me sorprendió mucho", admite Chamorro.
La historiadora Ana Barreto Valinotti, quien incluyó la biografía de Serafina Dávalos en su libro Mujeres que hicieron historia en el Paraguay, editado en 2011, también se muestra sorprendida. Ella escribió que "Serafina falleció en 1957, en la pobreza, habiendo ejercido su profesión de abogada hasta el final de sus días. A sus restos se les negaron funerales cristianos".
Barreto cuenta que hace poco se enteró de nuevos datos sobre la pionera del feminismo. "Por la investigación de su sobrina nieta Rosemary Dávalos, sabemos que la fecha de su nacimiento es equivocada. Hay detalles de su biografía por corregir, pero el relato de su trágica muerte resulta sorprendente para quienes la admiramos", destaca.
Barreto coincide en que el lugar donde está sepultada Serafina Dávalos sigue siendo un misterio, que resulta un desafío para los historiadores.

SORPRESA."No conocía los detalles de esta lúgubre historia y me da mucha pena", dice la sicóloga Rosemary Dávalos, sobrina nieta de Serafina, quien está trabajando en rescatar y valorar la vida y obra de la gran luchadora feminista. Teme que esta revelación periodística empañe la valiosa trayectoria de Serafina, aunque las circunstancias de su muerte no pueden opacar el brillo de su vida.
El palacete sobre Herrera casi Tacuary, en Asunción, que perteneció a Serafina Dávalos. Foto: Andrés Colmán G.
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En defensa de Honoria Balirán

Tras los datos de la querella de Nicasio Dávalos contra Honoria Balirán, el diario El País publicó el 23 de octubre de 1959 una carta de Héctor Saturnino Mendieta, paraguayo residente en Argentina, quien defiende a la ex compañera de Serafina.
Este relata que Serafina Dávalos nombró a Honoria Balirán como su heredera universal en 1917, "en plena juventud y en la plenitud de sus medios", lo cual contradice que pueda causar su muerte para quedarse con sus bienes.
Mendieta acusa al sobrino de Serafina, Nicasio Dávalos, de tener "propósitos oscuros" con la querella, probablemente el de quedarse con los bienes. "Nunca hemos visto a los parientes de ella acercársele", destaca.
"Nadie desconoce que la doctora Dávalos y la Balirán se trataban como hermanas y como tales registraban también diferencias, que originaban discusiones. He sido testigo de varias de estas discusiones", dice.
Relata, además, que Honoria Balirán vendió al Estado paraguayo el Palacete de la calle Herrera, que le dejó Serafina, por un valor de 3 millones de guaraníes, la mitad de la oferta original que pensaba percibir.

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Las huellas de la primera abogada

Según la biografía oficial, Serafina Dávalos Alfonze nació en Ajos, la actual Coronel Oviedo, el 9 de setiembre de 1883, pero nuevos datos hallados por su sobrina nieta, Rosemary Dávalos, indican que en realidad nació algunos años antes.
"La fecha de su nacimiento surgió de una obra del historiador Carlos R. Centurión, pero tenemos documentos que refieren que fue en otra fecha. Estamos comprobando, antes de dar a conocer", afirma Rosemary.
Tras estudiar en la Escuela Graduada de Niñas, Serafina promueve con sus compañeras la creación de la Escuela Normal de Maestras en 1896 y egresa como maestra en 1898. Ante la guerra civil de 1904, lleva adelante una movilización de mujeres en busca de la paz.
Fue la primera mujer abogada del Paraguay, egresada en 1907, con su revolucionaria tesis Humanismo.
En 1908 se convierte en la primera mujer integrante del Superior Tribunal de Justicia.
En 1910 asiste como delegada oficial del Paraguay al Congreso Internacional Femenino en Buenos Aires, Argentina.

Serafina Dávalos (Foto: Portal Guaraní).



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