Mi tocayo Calamaro canta bajito con su voz enredada en el estéreo del auto, pero la verdad no le hago mucho caso.
La música que llena mis sentidos es otra y nace de tu sonrisa iluminada de Luna llena.
Aquí, en medio de la nada sobre el elevado corazón del mundo, entre luces lejanas y el vuelo fugaz de las lechuzas nocturnas que a veces te sobresaltan, siento que finalmente estoy donde siempre tuve que estar, aunque haya tardado casi un siglo en darme cuenta.
¿Dónde estabas, hechicera cordillerana de ojos luminosos y palabras escritas como dardos…?
¿Qué hacías mientras yo te esperaba sin saberlo?
¿Con quién malgastabas tus días cuando tanto te necesitaba…?
En esta comarca inmensa de calles entrecruzadas como laberintos sin memoria, en donde los automóviles y las motos me acechan como dragones asesinos para atropellarme, nunca creí que aparecerían tus cachetes risueños al rescate.
Tu risa en medio de la noche lava mi cuerpo y mi alma.
Tu cuerpo tiembla entre mis brazos o acaso soy yo quien tiembla y te contagia este embriagador terremoto del alma.
Tus besos encienden mis mejores sueños dormidos y a la vez me despojan del eco de otros besos, que también son parte de mi historia. Los muchos besos fugaces que me hicieron a imagen y semejanza de la leyenda que pobló tu bella y tierna obsesión literaria y afectiva, se van desprendiendo de mi piel y de mi alma, en la medida en que la electricidad de tus dedos me lava.
Soy el mismo, pero quizás soy otro.
Me voy de-construyendo y a la vez re-construyendo, ansioso de explorar este nuevo mundo que se reinventa ante mis sentidos por la acción de tu inesperada presencia re-creadora.
Estoy aquí. Estás aquí. El uno frente a la otra, en medio de la nada sobre el elevado corazón del mundo -uno de nuestros apropiados sitios favoritos-, como si fuéramos el primer hombre y la primera mujer, y la vida fuera un inmaculado bloc en donde nuestros dedos temblorosos empiezan a escribir juntos un prometedor cuento otoñal.
Quiero ser mejor de lo que soy, para merecerte. Pongo ante ti mis aciertos y mis errores pasados, así como asumo los tuyos con besos que besan y que beben lágrimas y risas, y sobre ese pasado imperfecto construimos un presente nuevo, en donde el futuro es un lindo desafío abierto que apenas depende de nosotros dos. Los demás, que se jodan. Son aquellos que nos quieren de verdad los únicos que importan.
Dejame disfrutar de esta Sinfonía de Luna llena.
No me abandones, amor, que sin vos soy un niño perdido en medio de la tempestad (sí, esta frase la robé de Galeano; siempre me adivinaste también ladrón de palabras).
Quiero ser el exorcista de todos tus tercos fantasmas.
Quiero ser el espanta-murciélagos que te libre para siempre de las pesadillas que a veces te rondan.
Quiero ser el viento que le da aire y libertad a tus alas, y que orgulloso te acompaña en el vuelo.
Quiero ser esa copa escarlata que describiste en uno de tus relatos, en la que te sientas bebida hasta el éxtasis de la plenitud, y perderme contigo en el vértigo de esa bebida embriagadora que los dos solemos beber en nuestros encuentros, sea mojito, cerveza, vino, vodka o simplemente amor.
Vení más cerca. Abrazame más fuerte. No dejes nunca de besarme.
Decile a Calamaro que cante o que se calle si quiere.
No importa.
Ya tenemos nuestra propia sinfonía.
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(Para Jess, que se volvió la mejor literatura en mi piel).